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Jueves, Noviembre 21, 2024

Entrevista de Jesús Alejo Santiago 

La Guía ética para la transformación de México persigue objetivos como remover las conciencias, alentar el bien común y promover la igualdad. Una de las especialistas encargadas de la elaboración del documento habla al respecto.

Catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Margarita M. Valdés fue la única filósofa en participar en la elaboración de la Guía ética para la transformación de México, como parte de un comité en del que también formaron parte José Agustín Ortiz Pinchetti, Jesús Ramírez, Verónica Velasco y Pedro Miguel.

Es un documento impulsado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, polémico en algunos temas, pero también motivo de reflexión, como cuenta la investigadora universitaria.

¿Por qué es pertinente la elaboración y publicación de la Guía ética para la transformación de México?

Casi en cualquier momento es pertinente recordar a los ciudadanos y a las personas la importancia de honrar ciertos valores y respetar ciertos principios, si queremos tener una sociedad más pacífica, más segura, cohesionada, menos violenta. La ética ha servido para eso: desde la Antigüedad, los pensadores griegos se preguntaron qué principios, valores, virtudes, debemos de recomendar a los ciudadanos y recordarles que hay que seguir y respetar, para seguir teniendo sociedades mejores. Si no se establecen y se ponen de acuerdo los ciudadanos, las personas, en ciertos principios, reglas en el comportamiento social y con uno mismo, a lo que se llega es a sociedades bárbaras.

Para evitar eso de vez en cuando conviene remover las conciencias de las personas. En estos momentos es especialmente pertinente por dos razones: por la pandemia que estamos viviendo, una situación que nos ha puesto al límite en muchos ámbitos de la vida, con lo que algunas personas han caído en situaciones violentas y otras en situaciones de desobediencia civil, de no hacer caso a las recomendaciones, a las reglas. Todo esto no ayuda a mitigar la pandemia. Por otro lado, desde hace dos años estamos viviendo con un gobierno que trae un proyecto que, entre sus múltiples metas y finalidades, se propone la transformación moral de la sociedad, y transformar moralmente a la sociedad quiere decir inculcar, recordar, traer a la discusión los temas sobre los cuales versa la Guía ética para la transformación de México.

Hemos visto cosas lamentables, violencia contra el personal de salud que se dedica a cuidar la vida de los demás, gentes que desatienden las reglas y que, sin importarles el bien común, prefieren su bien personal; quieren hacer su fiesta, su boda, su bautizo y vámonos. Eso no ayuda y pone de manifiesto el poco lugar que dan en su reflexión moral, si es que la llevan a cabo, a esto que llamamos el bien común, el bien de los demás. Nada más piensan en sí mismos. Pero han salido muchas cosas buenas. Ha habido un comportamiento notable de parte del personal de salud, que ha estado entregado a la tarea de ayudar a los enfermos y salvar vidas. Eso ha sido admirable, como también lo ha sido la manera en que las familias se han organizado para cuidarse y protegerse, en caso de tener un enfermo en casa, y ha habido mucha solidaridad con los enfermos, con los deudos de quienes han perdido a algún ser querido.

¿Qué dificultades encontraron para desarrollar la Guía? ¿Cómo lograron conciliar intereses?

Aunque fuimos un grupo pequeño los que trabajamos en la redacción y coincidíamos en lo fundamental, había distintos puntos de vista. Era inevitable que hubiera una diversidad de intereses para incluir ciertos temas. A mí me hubiera gustado tener un apartado más amplio sobre la violencia contra la mujer, y ahí meter el tema tan lamentable del maltrato a las mujeres, como el de los feminicidios.

Tampoco puede uno pretender meter todos los temas. Lo que hicimos fue incluir los temas en los que todos estábamos de acuerdo, en los que coincidíamos, convencidos de que una guía de ética no puede ser tan específica. Tuvimos varias reuniones, incluso con el señor Presidente, porque es un proyecto que él traía desde hace mucho y que nos pidió que desarrolláramos.

 

Uno de los apartados más polémicos es el del perdón.

¿Lo cree? Shakespeare tiene la misma idea del perdón: “No hay una gracia más grande que la del perdón, porque es una gracia doble: es una gracia para el que perdona y para el perdonado”. En Cervantes también encontramos una frase similar, en donde habla de la importancia de perdonar para deshacerse de pasiones muy negras, muy malas, muy viles, como son el odio, el resentimiento.

Si nos metemos a los pensamientos que se han desarrollado alrededor de las religiones, en la tradición judeocristiana hay una valoración del perdón como un acto enormemente liberador de la culpa para el que pide perdón, y del resentimiento y del odio para el que perdona. Es un tema que me gusta mucho, porque es un tema pacificador. La gente no puede vivir odiando, hay tanto odio en la sociedad. Cuando uno abre las redes sociales, de repente encuentra tantas cosas tan negativas, poco constructivas para una sociedad justa, libre, amable, civilizada. El odio no es civilizador, el odio es destructor. El perdón ayuda a deshacer el odio.

 

No niego que haya situaciones tremendas, de crueldad y de genocidios que vivimos en el siglo XX que son difíciles de perdonar. Cómo vamos a perdonar a los nazis, cómo vamos a perdonar a gente que destruyó comunidades enteras y que se ensañó con la gente que mató. Si el pueblo logra liberarse de eso y llega a algo que, si no es el perdón total, se acerque al perdón, va a tener algo de paz en su interior y menos impulsos o pulsiones negativas o destructivas. El perdón es pacificador y todo aquello que sea pacificador es noble y debe de encomiarse.

 

¿Qué significa el concepto “revolución de las conciencias” contenido en la Guía?

La revolución es un cambio profundo, un cambio radical. Creo que ha habido una descomposición de la vida moral en la sociedad mexicana. La he podido vivir, porque tengo muchos años y viví en una sociedad en donde uno podía confiar en los demás, dejar un coche abierto y no pasaba nada, en donde uno podía dejar una puerta abierta y nadie se atrevía a entrar, en donde no había alarmas en las casas. Vivía uno tranquilamente. Ahora vivimos aterrorizados por la inseguridad, en una sociedad en la que no sabemos a qué atenernos con la gente que nos rodea, porque hay desde gente magnífica hasta muy mala, capaz de los peores crímenes.

 

Cuando hablamos de revolución queremos hablar de un cambio muy drástico en las maneras; yo hubiera usado la expresión remover las conciencias, pero me ganaron los de la revolución. Remover las conciencias es lo que todos los grandes líderes morales han hecho: Gandhi, Jesús, Mahoma… Todos ellos han querido remover las conciencias y eso es lo que quisiéramos: remover las conciencias de las personas para que comiencen a pensar en estos temas. Y si no están de acuerdo en lo que se dice aquí, está bien que expresen lo que ellos pensarían sobre estos temas.

 

¿Qué piensa de las críticas que se han hecho al documento?

No leo mucho los periódicos. Me dicen que hay muchos comentarios, aunque sí me he enterado de unas pocas, como que “dice cosas poéticas, pero no acaba de aterrizar”. El estilo no lo reconozco como propio. Es el producto de la redacción entre varios.

El que se tomó el trabajo de unificar y hacer la versión final, siempre con los comentarios y las modificaciones que le pedíamos los demás, fue Pedro Miguel. Lo considero un gran trabajador: lo que no lográbamos hacer los demás, él pudo ponerlo en papel y de ahí comenzamos a construir. Quedó mucho de lo que él proponía, pero también se cambió mucho.

Soy la única que se dedica a la filosofía en ese grupo. Para mí fue un poco difícil porque las personas que estaban trabajando —a mí me integraron una vez comenzado el proyecto— tienen una formación diferente, una manera de expresarse diferente a la de un filósofo. También me di cuenta de que no podíamos hacer un tratado filosófico, que la gente no entendiera, e irnos a grandes sofisticaciones del pensamiento, pero sí procuré que no se cometieran ciertos errores e integrar algunos temas, como la diversidad, el respeto o la libertad.

 

Margarita M. Valdés es Doctora en Filosofía por la Université Paris I (Sorbonne) y la École Pratique des Hautes Études, es investigadora del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM y profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad. Entre otras obras, es compiladora de Cien años de filosofía en Hispanoamérica y Relativismo lingüístico y epistemológico.

 

Publicado en Milenio 9 de diciembre del 2020

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