César Labastida Esqueda ve tres fotos. Las trata de describir en sus imprescindibles libretitas que lo han acompañado en la pandemia, y que ya llenan su escritorio junto a sus muchos libros. Escribe con la izquierda, en letra pequeña y defectuosa.
En la primera fotografía ve a una profesora con sus alumnas, en un salón de clase. El vestuario, los peinados, el mobiliario escolar y hasta el material didáctico, pegado al fondo, delatan que es una época anterior, probablemente principios del siglo XX, o tal vez un poco antes. Llama la atención que el grupo esté lleno de niñas. César piensa que durante mucho tiempo la educación separaba (¿o segregaba?) por cuestiones de género, clase y raza. Se observan cinco hileras de entre cinco y seis bancas con estudiantes. Una detrás de otra. La maestra todavía es joven y el grupo está en completo orden. Ella está entre las bancas intermedias. Nunca sabremos si el fotógrafo le indicó que allí se pusiera o realmente tenia la costumbre de pasar por entre las filas.
En la segunda imagen el profesor Labastida observa otro salón de clase. El pizarrón tiene ecuaciones escritas con gis. César entiende que desde hace muchos años ya no se usan ese tipo de pizarras. La mayoría ahora son blancos y se marcan con plumón. El que parece ser el profesor, está ataviado con camisa y corbata azul , con pantalón negro. Un vestuario que combina. No tiene saco y su expresión corporal es relajada. Domina con la explicación a un auditorio de adolescentes atentos, donde aparecen tres estudiantes; también están relajados. Hay algunos cuadernos en las manos y bancas de los participantes.
En la tercera foto está un joven sentado frente a una computadora. Tiene ropa informal y lentes. Los únicos referentes de que posiblemente sea un profesor son que parece hablarle a la pantalla, en la que se alcanzan a reflejar algunos rostros, probablemente alumnos (como una plataforma de Zoom), el otro indicio es que el joven docente muestra un libro, acción que parece no encajar con el manejo de dispositivos digitales (¿por qué no compartió la portada? ¿por qué no envió el PDF?). El escritorio en el que esta la computadora, tiene algunas libretas, y el mouse. Todo lo demás esta limpio. El profesor, si aceptamos que lo es –se dice César- no luce relajado. Y entonces el profesor Labastida se pregunta: ¿cuánto ha cambiado la docencia en los últimos doscientos años? ¿cuánto en los últimos doscientos días? ¿Estos cambios ya serán definitivos? ¿Realmente se reinventó la docencia durante el covid-19? ¿o este año de pandemia global sólo será una anécdota?
Todas esas preguntas y reflexiones que le asaltan al profesor Labastida, lo llevan a dudar entre escribirlas en la indispensable libreta que tiene frente a sí, o en teclearlas en una página de word. El titubeo se extiende tanto como las transformaciones que ha sufrido la escuela en esta realidad y virtualidad educativas, y que una pandemia ha puesto sobre el banquillo de los acusados.