La muerte de una democracia vista desde el arte y el pensamiento

Jacobo Dayan

Gabriel Humberto García Ayala

La portada del libro República de Weimar, de Jacobo Dayan, representa un retrato profundamente sarcástico de las clases de élite alemanas que apoyaban al fascismo. Son imágenes vívidas, grotescas y pesadillescas de quienes controlaban la sociedad: los hombres de negocios, el clero y los militares, retratados como individuos viciosos, egoístas e indiferentes. De esta manera su autor, George Grosz, retrató a los miembros de las altas clases sociales durante la era de Weimar.

Y si la portada es escalofriante, lo es más la historia del ascenso del autoritarismo que terminó con el empeño democrático y el desarrollo sin igual de la ciencia y el arte entre 1918 y 1933, y su trágico final, que tuvo como antecedente la derrota del Imperio en la Gran Guerra y el surgimiento del nazismo. Porque, contradicciones de la vida, los políticos llegan al poder a través de la democracia, y una vez instalados en ella, se convierten en autócratas, como ha sucedido recientemente en Venezuela y Nicaragua. Y a este respecto, “es buen momento de repensar lo ocurrido en Alemania durante el periodo entreguerras, sostiene Dayan. Hoy, la crisis de representación, el vaciamiento ideológico de los partidos políticos, la polarización desde el discurso del poder, las ideas radicales promovidas por actores centrales de la política son reportadas cotidianamente. La verdad evidente dejó de ser relevante y los embates vienen de muy distintas figuras que integran una larga lista: Trump, Bolsonaro, Bukele, Maduro, Erdogan, Orbán y Netanyahu”.

Durante la República de Weimar fueron impresionantes los movimientos culturales. Allí tuvieron cabida los años del expresionismo. No debemos olvidar el cine de Fritz Lang y su película Metrópolis y el de Robert Wiene con El gabinete del doctor Caligari. En estos mismos años surgió el dadaísmo y la nueva objetividad, uno de cuyos representantes fue precisamente George Grosz; también nació la Bauhaus, el teatro de Bertolt Brecht; la música de Schönberg; el cabaret disruptivo; las obras importantes de Thomas y Heinrich Mann, Herman Hesse, sin ovidar a la artista Marlene Dietrich, así como la escuela de Fráncfort y a Einstein y Freud.

Dayan asevera que el mundo de hoy presenta síntomas similares a los de esa época “en la que el dolor y el lamento eran cotidianos. Un tiempo en el que la crispación política era la norma, la democracia era atacada desde distintos flancos, la violencia y particularmente la de género eran cosa de todos los días, mientras que el control político de la justicia eran la norma del régimen”.

El autor insiste en la descripción de muchos paralelismos en el mundo actual y la democracia fallida en la República de Weimar: las crisis de la democracia y la representación política, las atmósferas sofocantes y violentas, la enorme corrupción en todos los ámbitos, la fragmentación del voto, la violencia contra las mujeres, la xenofobia, la demagogia, la falta de referentes morales, la ineficacia de los gobiernos, la desigualdad, el vínculo entre el poder y el crimen, las insinuaciones cada vez más cercanas de autoritarismos. Y concluye: “en resumen, Weimar y el mundo de hoy tienen muchos puntos de contacto”.

La lectura de este libro nos provoca una reflexión: la inquietante situación que se vive en el México actual, semejante al contexto que provocó la caída de la democracia en la República de Weimar: los feminicidios, el crimen organizado, la corrupción, las mentiras, a través del discurso desde el poder, y la paranoia del populismo.