Paulo Freire, en su libro La educación como práctica de la libertad (1971), concibe la enseñanza y el aprendizaje como praxis, reflexión y acción de las personas para transformar el entorno en que viven como parte de un proceso de liberación individual y colectiva, por lo que la educación tiene la finalidad de formar seres autónomos, capaces de realizarse plenamente conforme a sus necesidades y anhelos. Sostiene Carl Roger:
“El único hombre educado es el que ha aprendido a aprender; el hombre que ha sabido adaptarse a los cambios; que ha llegado a darse cuenta que ningún conocimiento es seguro y comprende que solamente el proceso de saber buscar este conocimiento le dará seguridad.” (citado por Garza y Leventhal 2002: 11)
Desde una perspectiva pedagógica, entonces, la autonomía se refiere a la capacidad de aprender por sí mismo, de desarrollar habilidades intelectuales y destrezas motoras, así como adoptar continuamente nuevas estrategias de conocimiento y acción (Garza y Leventhal: 2002, 14) para tomar decisiones y resolver problemas tanto individualmente como en colaboración con otros.
La autonomía no es una condición que se logra espontáneamente en solitario, sino que ocurre por la interacción educativa, es decir en “situaciones en que los protagonistas actúan simultánea y recíprocamente en un contexto educativo determinado, en torno a una tarea o un contenido de aprendizaje, con el propósito de lograr ciertos objetivos definidos y compartidos en mayor o menor grado” (Díaz Barriga y Hernández Rojas: 2010, 378). El primer contexto de interacción educativa donde inicia el desarrollo de la autonomía es la familia; el segundo es la institución escolar, aunque existen otros ambientes sociales en que las personas van adquiriendo conocimientos y prácticas que coadyuvan en ese proceso.
Díaz Barriga y Hernández Rojas (2010: 3), afirman que el docente cumple una función como mediador en el encuentro del alumno con el conocimiento y de organizador de las condiciones para que vaya alcanzando paulatinamente la autonomía para aprender. Esta labor de mediación atraviesa distintas dimensiones del aprendizaje, retomaré de manera integrada las que proponen Marzano y Pickering (2005) y Solá (2011):
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Motivación
El docente debe despertar el interés por el contenido o las competencias que el aprendiente necesita adquirir, incentivar percepciones y actitudes positivas hacia el estudio. También es importante que genere un ambiente de interacción amable, donde los estudiantes se sientan cómodos y seguros para expresarse y colaborar con los compañeros.
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Hábitos
Es necesario inculcar hábitos de vida y disciplina favorables al aprendizaje, tales como orden del espacio de trabajo, limpieza de la propia persona y del entorno, puntualidad, posturas adecuadas para leer, escribir y escuchar; higiene de la vista, la voz, el oído, el sueño y la alimentación, puesto que la salud física y mental son condiciones indispensables para poder asimilar el conocimiento a los esquemas de pensamiento.
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Técnicas para adquirir, asimilar y acrecentar el conocimiento.
El docente puede orientar al estudiante sobre las tácticas que favorecen la comprensión y asimilación de la información: focalizar la atención en el objeto de estudio, codificar la información, organizar la percepción, elaborar inferencias, reconocer el contexto del contenido. También puede mostrar como emplear distintas técnicas para adquirir e integrar los conocimientos nuevos en los esquemas mentales, por ejemplo, a través de toma de apuntes, subrayado, elaboración de organizadores gráficos, fichas de síntesis, cuadros sinópticos, resúmenes y otras formas de procesamiento, así como tácticas para potenciar la memoria y la recuperación de la información útil para determinados propósitos de aprendizaje.
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Estrategias para profundizar y refinar el conocimiento
El docente puede modelar y guiar al estudiante en empleo de estrategias de pensamiento analítico y creativo que incluyan actividades de comparación, clasificación, inducción y deducción, análisis de errores, abstracción, elaboración de argumentos, comparación/contraste de perspectivas.
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Uso significativo o trasferencia del aprendizaje
Para favorecer un aprendizaje realmente significativo, el docente debe planear tareas que permitan a los alumnos una aplicación práctica del conocimiento en la toma de decisiones, la investigación, la realización de experimentos, la resolución de problemas, el análisis de casos, el debate de ideas y la invención o creación de algún producto u obra.
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Metacognición y hábitos mentales productivos
Garza y Leventhal llaman metacognición a pensar sobre el propio pensamiento. Se trata de la conciencia de las operaciones cognitivas y las estrategias que llevan a lograr el conocimiento de manera más eficaz y eficiente. La metacognición opera sobre tres variables:
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La persona: Las aptitudes y limitaciones que el aprendiente identifica en sí mismo frente a cierto propósito o contenido de aprendizaje.
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La tarea: El grado de abstracción o dificultad que implica asimilar, integrar y aplicar el conocimiento en la solución de un problema.
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La estrategia, es decir, seleccionar o diseñar la mejor manera de abordar la tarea, lo que supone plantear un objetivo, trazar un procedimiento de trabajo, buscar los recursos cognitivos y materiales para realizarlo y evaluar los resultados obtenidos.
La mediación del educador es crucial en esta dimensión del aprendizaje, porque es quien puede sugerir variadas estrategias para llevar a cabo una tarea, proveer instrucciones explícitas y demostrar cómo ejecutar cada una, organizar oportunidades para practicarlas de manera colaborativa, brindar retroalimentación y crear condiciones para ir verificando los aciertos y las fallas en el proceso, incluso con evaluación de los pares.
La metacognición implica que los alumnos identifiquen su estilo de aprendizaje para poder elegir las estrategias que les funcionan mejor para cada tipo de tarea. El educador es el principal apoyo en este propósito, mediante la formulación de preguntas guía y proporcionando instrumentos que les sirvan para explorar la manera particular que cada quien tiene de percibir, procesar, conservar y transferir el conocimiento cuando enfrenta los desafíos del aprendizaje no sólo en el aula, sino en la vida cotidiana.
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Gestión de emociones y motivación intrínseca.
Los estilos de aprendizaje se definen no solamente por distintas formas de percibir y procesar la información en lo individual, sino por los patrones de comportamiento y las reacciones emocionales de las personas frente a la tarea y en la interacción con otros. Los sentimientos y valores son factores importantes en el logro del aprendizaje. Un estudiante autónomo debe ser capaz de gestionar sus estados emocionales, a fin de neutralizar o reducir los que tienen efectos negativos y potenciar aquellos que le ayudan a aprender mejor. Un educador debe ser sensible y empático con los estudiantes cuando experimentan frustración, desaliento, miedo, inseguridad, ansiedad, enojo o desconcierto al realizar una tarea o resolver un problema. También es labor del docente brindar oportunidades de trabajo colaborativo y fungir como mediador para que la interacción entre compañeros se lleve a cabo sin conflictos y resistencias, de manera que puedan intercambiar experiencias y complementar habilidades durante las actividades de aprendizaje. Los aprendientes autónomos saben comunicarse de manera respetuosa con los condiscípulos, negociar y llegar a acuerdos para cooperar eficientemente en el logro de la tarea.
Un estudiante autónomo sabe encontrar por sí mismo los estímulos para sostener el interés hacia una meta de aprendizaje y mantener el esfuerzo para lograrla. Esa motivación intrínseca se basa en la conciencia del valor del conocimiento para su desarrollo personal y de la utilidad de las tareas que debe realizar para consolidar su preparación. Con frecuencia, la pasión y entusiasmo del docente por los contenidos que enseña son un modelo y detonador para que el alumno desarrolle actitudes favorables y mecanismos de automotivación hacia el estudio independiente.
El aprendiente autónomo debe tener flexibilidad mental, disposición para adaptarse a los cambios, porque eso es la base de la superación continua. El educador debe ser un ejemplo en ese sentido, procurando no caer en la rutina e ir incorporando metodologías y recursos innovadores en su enseñanza.
Es probable que algunos docentes se resistan a favorecer la autonomía de los alumnos porque temen volverse prescindibles; otros quizá subestiman la capacidad de los jóvenes para hacerse cargo de su aprendizaje y sienten necesidad de ejercer control sobre ellos, con métodos de enseñanza más bien rígidos. En estos tiempos de desarrollo acelerado de las tecnologías digitales, especialmente de la inteligencia artificial generativa, con las que los jóvenes pueden caer en la tentación de soluciones fáciles de las labores escolares, la misión del educador para fomentar la autonomía del aprendizaje se está tornando aún más importante. Es responsabilidad de los docentes guiar a los estudiantes para un uso crítico de las herramientas tecnológicas dentro de un marco ético, de manera que se conviertan en recursos para aprender a aprender, para crear y compartir saberes y prácticas innovadoras que contribuyan a construir una sociedad más justa, equitativa, pacífica e inclusiva, en la que se conviva en armonía con la naturaleza. Las plataformas educativas y los ambientes mediados por la tecnología digital pueden brindar instrucción y espacio para el estudio independiente, pero sólo en la relación pedagógica que se establece entre el educador y el educando se puede aprender a ser.
Referencias
Díaz Barriga, F y Hernández Rojas, G. (2020) Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. Una interpretación constructivista. México: McGraw Hill, tercera edición.
Freire, P. (1971). La educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI.
Garza, R y Leventhal, S (2002) Aprender cómo aprender. México: Trillas-ITESM Universidad Virtual-ILCE.
Marzano, R y Pickering, D (coordinadores) (2005) Dimensiones del aprendizaje. Manual del maestro. México: ITESO, segunda edición.
Solá, D. (2011) Haciendo fácil lo difícil. México: APP Editorial.