I
El tiempo pasa con una rapidez pasmosa. Todo va siendo primero pasado, luego historia, y al final nostalgia y olvido. Hace muy poquitos días celebrábamos el inicio del siglo XXI que por alguna razón nos parecía moderno y maravilloso, pero ahora, casi con una cuarta parte recorrida, nos parece un mal siglo, peligroso y violento… como todos los anteriores.
No obstante, existe alguna esperanza, y mucha de ella se centra en la educación, en el aprendizaje crítico de la vida y las formas de interpretarla y mejorarla. Por eso, me gustan adolescentes que piensan que la semiótica es interesante y quieren profundizar en ella porque la pueden ligar a su gusto por el ánime, o el pequeño de seis años que a más de doce meses de que su maestra de preescolar le contara la historia, me sigue preguntando si quiero que me cuente cómo fue la Independencia y me pregunta que hubiera pasado —¡a sus seis años!— si esta nunca hubiera ocurrido.
II
Hace años, Arnoldo Meléndrez Castro, el administrador eterno de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, expresaba su desacuerdo ante las peticiones de disciplina y buen comportamiento dirigidas a los alumnos de periodismo. "¿Cómo vamos a formar profesionales comprometidos, críticos, curiosos, disruptores si queremos que sean bien portados?" se cuestionaba. Esta anécdota de Meléndrez Castro ilustra una lucha que ha perdurado a lo largo del tiempo en la educación, con una perspectiva que se centra en la formación de individuos críticos y comprometidos a través de la estimulación de su curiosidad y la promoción de su capacidad de desafiar el statu quo y otra a la que solo le preocupa cierto sentido de disciplina y la formación de entes acríticos y buenos para el trabajo.
Esta perspectiva cobra aún más relevancia en el contexto de la actitud de algunos estudiantes conformistas y mediocres, como una de mis alumnas de primer semestre en una universidad pública, quien luego de ser incapaz de responderme tres sucesos importantes para México en el siglo XIX, trató de defenderse diciendo que a ella la historia no le interesaba y la consideraba insignificante. Lamentablemente, en la educación universitaria contemporánea, existen estudiantes que optan por un enfoque pasivo, mostrando desinterés por las materias, la curiosidad y el compromiso con su formación profesional.
Pero ese día no todo estaba perdido. Hasta mi cubículo se acercó una alumna emocionada y entusiasta que está leyendo Patria de Paco Ignacio Taibo, y se acercó para compartir conmigo la defensa apasionada que Guillermo Prieto hizo en favor de Benito Juárez. Su profundo interés por la historia de México y su deseo de sumergirse en los detalles y las voces del pasado resaltan la importancia de entender el contexto histórico para formar profesionales críticos y comprometidos.
La historia, y las ciencias sociales en general, como disciplinas, son una fuente valiosa de conocimiento y comprensión del mundo que nos rodea. En este sentido, la actitud de la alumna que no veía importancia en la historia y no podía mencionar sucesos relevantes, destaca un desafío en la educación moderna. A medida que avanzamos en una era digital con una abrumadora cantidad de información disponible, es crucial recordar la importancia de que no solo importan los datos, sino lo que se hace con ellos, como base para la toma de decisiones informadas y la comprensión del presente.
III
En el siglo XXI, la educación universitaria se enfrenta a desafíos y oportunidades en el ámbito digital y las redes sociales. Por un lado, estas herramientas ofrecen un acceso sin precedentes a información y recursos educativos, así como la posibilidad de colaboración y construcción de comunidades de aprendizaje en línea. La tecnología digital permite una flexibilidad en la entrega de contenidos educativos y fomenta la personalización del aprendizaje.
Sin embargo, también existen desafíos. La distracción, la sobreexposición a la información no verificada y la pérdida de la privacidad son cuestiones preocupantes. Además, el fácil acceso a la información a menudo reduce la necesidad de buscar y analizar fuentes documentales de manera crítica, lo que puede afectar negativamente la formación de profesionales comprometidos y críticos.
En este contexto, es esencial que las instituciones educativas busquen un equilibrio entre la promoción de la disciplina, el estímulo de la curiosidad y el fomento de habilidades críticas en un entorno digital. La educación del siglo XXI debe preparar a los estudiantes para aprovechar los beneficios de la tecnología sin comprometer la formación de individuos comprometidos con la búsqueda del conocimiento y la reflexión crítica, tal como lo promovía Arnoldo Meléndrez Castro. Esta dualidad de actitudes entre los estudiantes resalta la importancia de abordar los desafíos actuales y forjar una educación que fomente la pasión por aprender y el pensamiento crítico.