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Viernes, Mayo 10, 2024

(Parte de la generación Normalista 1969 – 1973)

50 años y contando.

Eran personas que se habían dado cita en la Torre de la Escuela Nacional de Maestros en la Ciudad de México. Sus acentos al hablar denotaban sus procedencias; los había que hablaban como norteños; otros como sureños y la gran mayoría como nosotros, habitantes de esta gran capital. Sus edades fluctuaban entre los 69 y 80 años. Varios mostraban en sus rostros los estragos de enfermedades; muchos mostraban las canas y las arrugas que los años habían marcado. Ellas lucían su pelo y su ropa de diferentes colores. Todos caminaban lentamente y varias de ellas lloraban. Se encontraban develando una placa de aniversario. Muchos años antes habían egresado de su escuela y ahora se encontraban como entre sueños, platicando y diciéndole a sus camaradas lo bien que la vida los había tratado y que se encontraban como antaño, fuertes y con el futuro por delante. Nosotros a nuestros 16 años, como estudiantes, solo nos quedaba observar los andares y comentarios de figuras que guardaban dentro de sí, tantas experiencias del pasado.

Ayer me lo comunicaron por teléfono, por Facebook y WhatsApp ;así, directo y sin contemplaciones; han pasado 50 años de tu salida de la Nacional de Maestros y es el momento adecuado para volver a reunirnos en la explanada de la Escuela para volver a compartir recuerdos y experiencias (nos hemos reunido cada 5 años, once integrantes del grupo F) ha pasado el suficiente tiempo para vernos una vez más; Confirmé mi asistencia y me desplomé en el viejo sillón de la sala; ¿Que había pasado en esos años tan “pequeños”? No pude ni puedo hoy contestar; solo sé que pasaron demasiado aprisa y sin miramientos; En aquella época existían muchas dudas, varias inquietudes como hoy; muchos sueños que jamás “ cuajaron”; ideales que nunca se conformaron en la realidad; eran días de los primeros hombres en la luna, el amor y paz; de la guerra “ fría”, entre Estados Unidos y Rusia; de guerra en Viet Nam, de “ halcones “ y de sangre derramada en nuestra escuela; Del golpe de estado que Pinochet le hizo a Salvador Allende, insignia de nuestra generación. Eran momentos de incertidumbre tal y como lo son hoy. Éramos jóvenes con ilusiones, estudios y romances a cuestas; Eran tiempos del ayer.

Al contemplar mi escuela quedé maravillado, pocos cambios y a la vez tantos. Busqué y encontré los salones que nos “guardaron”; la biblioteca ya no estaba en donde debía estar; tampoco las canchas de básquetbol; menos la gran torre que albergaba el salón de música y que cada vez que se utilizaban los instrumentos de percusión se cimbraba hasta los cimientos (en nuestra generación se derribaron los pocos pisos que aún tenía; solo quedó la planta baja). Busqué al maestro Lalo de Danza en su sala y no lo encontré, pero si a la maestra Queta quien me recordó con mucho cariño, la que me puso seis en su materia porque - como es posible que un norteño nacido en el estado de Durango, no pueda bailar con eficiencia el Cerro de la Silla – gracias a Lulú con ese don de amiga, me dijo “vamos manito” e hizo con su habilidad de bailarina, aparentar que en ese baile regional la condujera ; esperé encontrar a la Maestra Conchita que nos indicaba como ser buenos maestros, una persona tan humana y generosa que me permitió contemplarla entre una de las tres mejores docentes que motivaron mi existencia de maestro. Imitando su ejemplo intento dar lo mejor sin amenazar o herir a las personas que me rodean; Por supuesto, tampoco vi en sus espacios a la maestra Lucero Lozano que en Español me decía, -ahora Silva, empieza a leer de nuevo pero despacio para que todos te sigamos - y siempre con esa mesura de Maestra con M mayúscula; busqué a varios maestros más y no los encontré. Tampoco encontré los sueños esparcidos por aquí y allá de la mejor generación del mundo magisterial. Pero estaba ahí, respirando el aire que encerraba la Nacional de Maestros; colmándome de más alegría que de melancolía, de más olvidos que de recuerdos.

Al ver a mis compañeras de antaño pude mostrar mi emoción lo suficiente para saludarlas en forma cordial y respetuosa; también pregunté por los que no se habían presentado. Tantas interrogantes se agolpaban en mi confuso cerebro que me era difícil continuar. Era emocionante ver tantas caras tan idénticas al ayer y tan cambiadas en el hoy; personas de esa primer generación de cuatro años y que para nosotros fue y es la mejor; de ese ciclo 1969-1973. Cuando veo la foto de Generación con la cara de Concreto de Don Lauro Aguirre que nos acompaña, no queda más que ver lo inexpertos e inmaduros que éramos; pero también recuerdo que me sentía muy seguro de mis aspiraciones y sueños. Al platicar con varios amigos cuyos nombres recuerdo y no recuerdo, coincidimos: creíamos ser más de lo que éramos; pero al mismo tiempo teníamos miedo, mucho miedo de ese futuro magisterial, de abandonar nuestra Alma Mater.

Hubo honores a la bandera y un gran canto, el Himno a la Normal: Todo fue entonado con voz firme y melodiosa “en el pecho viril de 50 años “(es veinte años).Como lo Dijo Maty a mi lado (ella podía hablar) “se enchinaba el cuero de la emoción“. Cuando pasaron varios de nuestros maestros al Auditorio, (no los encontraba al principio, aparecieron después) la emoción subió de grado; ahí estaban los que nos habían proporcionado dichas y porque no decirlo, trabajos y tareas; muchas tareas, de esas monumentales que no permitían dormir las ocho horas reglamentarias;

Cuando Agustín pasó por el corredor nos recordamos con alegría, “cuidado con la polilla que portas, al desprenderse, puede provocar resbalones “, esos y otros muchos comentarios nos relajaron. Compartimos la mesa el mejor grupo “F” que haya pasado por la Nacional; diez elementos del grupo no se cansaban de bailar y de recordar anécdotas y fotografías.

 

Recuerdo como entre sueños: Estoy asustado como nuca lo había estado; en una de las grandes paredes de la Escuela Nacional de Maestros, estaban pegadas unas hojas con nombres y números; no era el único, varios de los cientos y pienso que hasta miles de muchachos como yo, estábamos apretujados y aterrorizados, buscando en esas listas que apareciera nuestro nombre, señal de que habíamos aprobado el rigurosos examen de selección para estudiar la futura carrera de profesor normalista de educación primaria; en esas hojas se encontraba nuestro futuro estudiantil en los próximos cuatro años; Fui afortunado, mi nombre estaba en esas hojas y respiré aliviado después de recorrer con la mirada, a cientos de nombres extraños; vale recordar que al salir de la aglomeración estudiantil, observé como varias de los que me rodeaban estaban conmocionados unos de loca alegría y otros casi llorando por haber leído las listas de “cabo a robo” y no encontrase en ellas. Para no lastimar sentimientos ajenos - había, además de jóvenes a nuestro alrededor, muchos padres que acompañaron a sus hijos en ese trance, quienes desesperados al igual que ellos, buscaban sus nombres - salí del tumulto sin dar muestras de la alegría que me quemaba por dentro. Ya a solas, caminé rumbo al gimnasio, lejos de la multitud y grité a los cuatros vientos mi alegría. Estaba solo con mi circunstancia. Al poco tiempo, ya más tranquilo, salí a la calle y tomé el transporte que me llevaría al trabajo que estaba desarrollando como ayudante de carpintero. Quiero decir que fui doblemente afortunado, por ingresar y contar con esa actividad de medio tiempo; me permitió sufragar mis tres comidas diarias y la compra de los enseres y ropas escolares. Trabajé de ayudante de carpintero los cuatro años para mantener mis estudios de Normalista. No quiero decir que fuera fácil; al salir de la Normal me dirigía presuroso a la actividad que desarrollaba en el Banco Nacional de México de esos tiempos. Mi padre como contratista en carpintería, necesitaba personas de su total confianza para realizar trabajos en donde se manejaba dinero, mucho dinero. Además para pagar, en la maderería Sierra del Sur, ferreterías, trabajadores y tlapalerías, le daba a su hijo las sumas de dinero en sobres para hacerlo; Quien le robaría a un pobre estudiante. No era el único, varios de los compañeros trabajábamos en diferentes actividades.

Volviendo al tema de la escuela recuerdo como la disfruté por la compañía de buenas amigas y amigos, excelentes maestros y sus espaciosos salones e instalaciones. Una gran escuela que nos enseñó a volar. En mi caso me preparó para afrontar las vicisitudes de la vida. Recuerdo como cada maestro que acompañó nuestros esfuerzos educativos, daban lo mejor de sus especialidades. puedo decir que aprendí con el ejemplo de muchos de ellos, no solo con la palabra; Por más que quiero recordar si faltaban a sus labores educativas con nosotros y los otros, no logro hacerlo. Simplemente estaban comprometidos con su labor y era un gran deshonor llegar tarde o faltar a sus clases; ello me permitió imitar su trabajo. No llegar tarde y no faltar por cualquier excusa y preparar con denuedo mis actividades en educación básica o superior; ya como docente o como directivo. Aprendí de los mejores. Fui y soy profesor; estoy tan orgulloso de serlo que para ascender, tuve que publicar y para ello nada mejor que las andanzas de mi profesión. Fui afortunado, por contar con una buena formación normalista (incluía el bachillerato pedagógico) : logré ingresar y egresar de la Normal Superior de México en la especialidad de Física y Química; También tuve la fortuna de contar con el título de licenciado en Educación Primaria de la Universidad Pedagógica Nacional y el certificado de maestría en Educación Ambiental; el certificado del último doctorado en Pedagogía de la Escuela Normal Superior de México me fue otorgado en el área de educación superior. También soy orgulloso egresado de la UNAM ya que me otorgó el título de Cirujano Dentista. Tal vez suene a vanagloria todo lo anterior pero es prudente señalar como las bases normalistas que nos dieron nuestros maestros, nos permitieron a muchos de nosotros, continuar nuestros estudios en la profesión que no solo nos ha dado de comer y de enorgullecernos, también nos permitió como maestros o directivos, apoyar a otros jóvenes y adultos para continuar sus sueños de superación. No solo hemos sido ayudados y bendecidos, también hemos apoyado sueños y realidades. Nada se le compara cuando personas aparentemente desconocidas, en la calle, en el metro, restaurantes, etc. nos dicen: - gracias maestro por sus esfuerzos, nunca lo olvidaremos -. Un nombre en una lista colocada en una pared educativa, y una familia amorosa, me permitió lograr lo anterior.

Gracias por reunirnos; gracias por traernos a nosotros con nosotros. Entre ellos están los que se nos adelantaron en el tiempo. Existieron grupos en donde casi la mitad de sus integrantes no se encontraban físicamente entre nosotros.

Solano, Rafael, Tobilla y Gilberto grandes amigos, allá nos vemos, donde quiera que estén.


Ahora somos nosotros “los viejitos de hoy” de 69 y 80 años que caminamos de manera lenta y pausada por los espacios abiertos y cerrados de nuestra Alma Mater. Ahora nos observan los jóvenes normalistas de hoy como nosotros observamos a los de ayer. Círculos de la vida.

Larga vida a nuestra Alma Mater, nuestra querida y siempre valorada BENEMERITA ESCUELA NACIONAL DE MAESTROS CON MAYUSCULA. La llevo y la llevaré orgulloso en mi mente y corazón hasta el fin de mis días. Ella y sus maestr@s me dieron alas para volar.

¡¡¡ Lux Pax Vix, Lux Pax Vix, Lux Pax Vix, Normal, Normal, Gloria ¡¡¡.

Un viejo profesor de pueblo agradecido. En un día como hoy

Sacapuntas

Carlos Slim
Ministerio de Educación de Colombia

El timbre de las 8

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

Usos múltiples

Irene Vallejo
Gabriel Humberto García Ayala

Orientación educativa

Nancy Virginia Benítez Esquivel

Deserciones

“pálido.deluz”, año 10, número 158, "Número 158. Los estudiantes en las encrucijadas del siglo XXI. (Noviembre, 2023)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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