“Las experiencias transmedia son una
oportunidad para la comunicación comunitaria y las expresiones mediáticas
que en cada comunidad circulan.
Ya no solamente por la participación, sino
por la potencia expansiva de los relatos
enmarcados en estas experiencias”
(Ardini et al, 2018)
Recientemente en la clase que imparto de Narrativas Transmedia, en un ejercicio de análisis de las estructuras y paradigmas narrativos, pedí a manera de conectar contenidos audiovisuales y conceptos, con mis jóvenes alumnos, la revisión del documental publicado en Netflix, “El acosador de Tinder” (The tinder swindler, 2022) dirigido por Felicity Morris, que a la fecha, al menos en México, es una de las tendencias de consumo en esta plataforma.
La reflexión con los estudiantes rondó al inicio sobre determinar la importancia y presentación de los personajes involucrados; que en un documental al ser una representación de la realidad, con el mesurado grado de subjetividad involucrado, me concede el reto como profesor que los alumnos salgan de la comodidad que la ficción a la que están acostumbrados les otorga.
Y en los pocos minutos que le dediqué a una breve plática introductoria para “entrar en calor” al tema en cuestión de la sesión, surgió un par de preguntas: “¿cuál es el universo narrativo que podría hacer que este documental sea transmedia” y “¿Qué capacidad de producción debió tener el estafador para poder tener control de todo lo que hizo para engañar a sus víctimas? Esta última me ayudó a construir la respuesta del primer cuestionamiento. El personaje de Simon Leviev es un producto transmedia; y me explico:
Los escritos que abordan esta conceptualización de la comunicación digital en particular el de Claudia Ardini y Alfredo Caminos en su libro: Contar (las) historias: Manual para experiencias transmedia sociales, plantean que los elementos más importantes para generar experiencias transmedias son: la narración, el uso adecuado de la tecnología y la participación, teniendo como centro la experiencia del usuario. Todo esto como un planteamiendo planificado y motivado a la narración de una estrategia que muevan al consumidor a acciones determinadas, motivadas por mecanismos que permitan que el usuario confíe, colabore y participe en la propia narración.
Desde este punto de vista, el estafador logró crear:
- Un personaje que mostraba un estilo de vida aspiracional que encajaba en lo que las mujeres que fueron víctimas buscaban en la aplicación de citas.
- El uso de múltiples plataformas tecnológicas que establecieron la participación activa de los protagonistas de la historia, es decir, formaron parte de la narrativa y contribuyeron a la creación de la experiencia, y la amplificó.
Todas estas plataformas se conectaron entre sí, le dieron sentido y confianza a sus usuarias, Cecilie Fjellhøyy Pernilla Sjöholm ante la historia que ya se ha hecho viral y conocida en los consumidoras de la plataforma de streaming.
Las diferentes vertientes de la historia que planea y permite desarrollar la estafa contiene elementos del mundo real, donde la experiencia de viajar en un jet privado, asistir a fiestas exclusivas y demás lujos del estilo de vida presentado, no son cuestionados en ningún momento, al contrario, se ven inmersas profundamente, mientras la estafa se entrama entre las dos historias, de acuerdo al desarrollo del documental.
Por otro lado el consumo constante para “validar” la personalidad y descartar que se trate de un violador, secuestrador, lo cual desde mi espectativa hubiera sido más lógico, Simón propone una serie de imágenes, videos, historias y fantasías que son creíbles sencillamente por estar publicadas en estas plataformas sociales. ¿Quién puede cuestionar la veracidad de lo que vemos en Instagram, Facebook o incluso al buscar en GOOGLE? Nadie. La virtualidad supera la realidad y se comprometen con la narrativa.
Todo esto durante el primer acto, tanto del documental, como de la estrategia del estafador.
Durante el segundo acto, es la necesidad, el peligro a su integridad, sus enemigos, una especie de relación sadomasoquista al estilo de “Sombras de Grey” pero sin el cuarto. Todo recae en la virtualidad del mensaje de texto, el video reenviado, varias veces y con sentidos diferentes” para empezar ahora si la estafa. Nuevamente, no hay dudas, todo es verdad, antes de empezar a sospechar, las protagonistas son esa especie de chicas Bond, que ayudarán a su amante a salir adelante del peligro de terroristas internacionales, que se ha construido con mensajes desesperados de audio, promesas, sangre y violencia.
El tercer acto es más débil, sin una premisa sólida que se cae ante el primer empujón de los vuelos internacionales que ante el desfalco aún hacen Cecilie y Pernilla que intentan rescatar algo de su vida, moral y económica, si es que aún se puede hacer.
Las narrativas, esas historias que nos hacen engancharnos con el principio, desarrollo y desenlace en su más primitiva estructura, nos permiten, casi como aquellos que se juntaban ante el fuego, la radio o la televisión, donde el grupo social se permitía compartir la experiencia de vivir algo que nunca podría vivir.
La diferencia en este caso, radica en que la narración, no solo del documental, sino de la realidad de una estafa en personas reales, es superada a la experiencia del núcleo social, que ataca a la individualidad, su privacidad y vulnera la seguridad de aquellos usuarios que viven en la virtualidad.
El clímax, ya está en el documental, pero otra pregunta surgió en clase, ¿será el final?
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Allende Márquez Ortiz es Maestro en Ciencias con especialidad en Comunicación y Producción Documental por el Tecnológico de Monterrey, Campus Monterrey.
Profesor a nivel licenciatura, para las carreras de comunicación en el Tecnológico de Monterrey y actualmente en la Universidad Anáhuac México.
Documentalista y profesor de plataformas audiovisuales, narrativas transmedia y proyectos de comunicación digital.
Allende Márquez Ortiz también es Profesor Narrativas Transmedia