¿Quién no ha leído alguna vez a Mafalda? Esa pequeña niña rebelde que no sólo cuestiona su crianza sino que también lanza duras críticas contra la sociedad en la que vive.
Así como ella, se han hecho distintas caricaturas en diferentes partes de Latinoamérica para entretener a la población o ¿acaso representan una visión crítica sobre la sociedad?
A través del tiempo, la gente ha recurrido a diversos medios para compartir sus ideas con los demás, siendo la historieta uno de ellos. Aunque podríamos pensar en ellas como recuadros con situaciones cómicas, que hace tiempo aparecían en una sección del periódico diario, algunas trascendieron más allá de un complemento para convertirse en una publicación individual.
A través de esos dibujos y diálogos cortos, se abrió la oportunidad de brindar un reflejo de la sociedad en la que se vivía, lo cual resultó realmente atractivo para la mayoría de las personas, ya que veían en esos recuadros situaciones que diariamente experimentaban, lo cual, visto desde una perspectiva lejana, resultaba más entretenido.
Aunque pareciera que la única función de estas historietas era brindarle un rato de entretenimiento al lector, esa panorámica de la sociedad, con sus valores, injusticias, dinámicas y demás entramados de las relaciones humanas, propició diferentes preguntas al respecto, debido a que una situación que en el papel puede causarnos gracia, suele ser lamentable o incluso motivo de enojo en la vida real.
Actualmente la historieta ha perdido popularidad entre las generaciones jóvenes, quienes ignoran que durante las primeras décadas del siglo pasado representaron una fuente inagotable de entretenimiento.
Entre las historietas icónicas de nuestro país destacan La familia Burrón y Memín Pingüín, en las que se retrataban las vicisitudes que afrontaban dos tipos de familia distinta cuya característica común era sobrevivir a las situaciones de pobreza y dificultades propias de las clases sociales menos privilegiadas.
Durante esas primeras décadas del siglo XX, las historietas representaban, tal como mencionan Bartra y Aurrecoechea (citado en Jaime, 2014), un silabario o cartilla de lectura, así como una opción con múltiples aprendizajes sobre historia, relaciones interpersonales, religión, condiciones socioeconómicas, anhelos sociales comunes, entre otros.
Además, contar con la posibilidad de adquirir una historieta permitía compartirla con los demás, prestarla a amigos, leerla en familia e incluso acercarse a algún puesto de periódicos para leerla ahí mismo si el dueño del lugar lo permitía, ya que en ocasiones había que comprarla para poder hojearla.
El atractivo de las historietas se asemeja levemente a la euforia de los jóvenes actuales por compartir con los demás los llamados memes, ya que al igual que las primeras, buscan divertir al lector, aunque en ocasiones sea a través de la representación gráfica de una situación que en la vida real no resulta tan entretenida.
En conclusión, la historieta tuvo un papel fundamental en el desarrollo de nuestra sociedad, porque propició la lectura y aprendizaje en sus lectores, aunque, como en cualquier tipo de texto, su impacto depende de la interpretación que le brinda el lector, en la cual intervienen las ideas, creencias, personalidad, contexto sociocultural y económico en que se desenvuelva. Actualmente la historieta se ha transformado para incluir las nuevas realidades de la población, aunque no tiene la misma relevancia que en el pasado debido a las incontables opciones de entretenimiento actuales, pero continúa siendo un medio eficaz para divertir a sus lectores, mientras ofrece una posibilidad de analizar la sociedad en que vive cada persona.
Referencias
Jaime, M. (2014), La historieta mexicana como un reflejo de la ciudad en Revista Latinoamérica de estudios sobre la historieta, vol. 10, 1-20.