No basta con hablar del cambio climático en función de sus consecuencias más desastrosas y espectaculares. No es tampoco suficiente pensarlo a partir de sensaciones térmicas, porque estas metáforas no capturan la gravedad de las consecuencias geofísicas y sociales del aumento de la temperatura global. Es más adecuado pensarlo a partir de metáforas que evoquen las experiencias de quienes lo viven en su cotidianidad, incluso en carne propia. Así, el cambio climático aparece como lesión, daño, herida, pérdida, y estas metáforas de perjuicio capturan más acertadamente la violencia e injusticia de sus impactos.