La pandemia nos arrojó a la intemperie con lo puesto que, para la mayoría, ya era poco. Ya existía una profunda desigualdad en el acceso a los recursos digitales, dispositivos, conexión a internet; a los saberes específicos para explotarlos. Con la llegada de la pandemia, esa brecha resultó determinante para poder acceder al trabajo, la comunicación y, sobre todo, para el estudio de chicos y grandes.
En este contexto, cada profe, cada maestra recurrió a lo que tenía a mano para continuar el diálogo con sus estudiantes. WhatsApp, correo electrónico, YouTube, Moodle, Google Classroom, Zoom, Jitsi, Meet y muchos otros nombres que no significaban nada para los docentes, de golpe se transformaron en espacios de intercambio para tener reuniones o clases.
Es pronto para conocer el resultado de este experimento a cielo abierto que nadie deseaba, pero se escuchan todo tipo de historias que van desde lo heroico hasta lo resignado, desde la maduración de procesos ya iniciados hasta la parálisis total.
Esteban Magnani, especialista argentino en educación y tecnología