I
El maestro ¿equivocado, agobiado, hastasumadredelencierro? escucha una y otra vez “Te doy una canción” de Silvio Rodríguez. Lo obsesiona, porque ha de reconocer que cada vez está más alejado de eso que se considera como normalidad y va pasando de “ligeramente excéntrico” a “decididamente loco”, con el verso de “…y cómo pasa el tiempo, que de pronto son años…” cuando se da cuenta de que lleva un año, o poco más, dando clases en línea, alejado de los alumnos, encerrado más simbólica que materialmente, en un pequeño cuarto con vista a los montes y conexión más o menos confiable a internet desde la que da clases e interactúa con el mundo.
A
Reflexiona el maestro acerca de la manera en que hace doce, trece meses, no tenía idea de cómo dar una clase en línea; acerca de la manera —no tiene pena en reconocerlo— miserable en que fue incapaz de terminar dignamente un módulo de un ahora aplazado Diplomado en Redacción para Docentes porque no tenía idea de qué hacía hasta ahora que no solo logra dar clases razonablemente coherentes e interesantes, sino que con otros amigos enloquecidos como él tiene un programa ¡en redes sociales! en el que habla de cultura pop, internet y en realidad de cuanto les viene en gana, mientras que vuelve a escuchar el “…hago un discurso sobre mi derecho a hablar…”.
II
El maestro ¿cansado, intrigado, reflexivo? vuelve a oír al trovador que asegura que no es importante que no le aparezca el misterio del amor, que igual le da una canción, y se pregunta qué misterio habrá cuando regrese a la “nueva” normalidad en una realidad en lo que se ha aprendido que la normalidad será lo que sea excepto normal, que no solamente nada será como era antes, sino que tampoco será de alguna manera en particular porque ahora la distancia reducida por la tecnología, pero presente por la biología normará al menos la realidad de su entorno más cercano.
B
Piensa el maestro que ese derecho a hablar, y entiende que muy seguramente la canción habla de otra cosa, es impensable de acuerdo con los parámetros vigentes no solo de cuando él estudió la licenciatura en periodismo hace casi medio siglo, sino de cuando cursó la Maestría en Periodismo Político hace diez años. “La ciudad se derrumba”, le susurra Silvio, mientras piensa, digo-decimos, en que los cambios que ha traído la pandemia son de tal manera grande que le ha tocado vivir una era de antes y después, que se recordarán, espera, dentro de siglos.
III
El maestro ¿víctima, victimario, victimador? duda, como hace décadas no lo hacía, si la realidad es eso que la sociedad va construyendo de manera simbólica y que permite el tiempo, el misterio, las ideas, o solo es un virus informático que lastima el buen funcionamiento de algún sistema de inteligencia artificial y se confiesa un poco apenado al darse cuenta de que ni siquiera ese pensamiento es tan original, pues el ciberpunk lo puso de moda y él lo ha visto incontables veces en Terminator, Matrix, El piso 13 o Nirvana, películas que en otra vida, o en una realidad alterna, le sirvieron para tratar de explicar a sus alumnos la idea de la construcción de la realidad sin saber que algún día estaría inmerso en una historia de esas.
C
Se pregunta el maestro si cuando se regrese a las aulas, que por ahora están abandonadas y cubiertas de polvo, podrá dar las clases como eran antes, pero más que eso, si tendrá que “gastar papel en recordar” que nunca y menos ahora se puede volver al pasado porque el pasado, como el futuro, no existen, no están en ningún lado, que son como la realidad virtual que tanto se temía en las películas, pero que resultó más cercana pues bastó un virus y una pandemia, no particularmente mortífera, pero sí dolorosa, para deshacer lo que era y dejarnos con otra que ni siquiera sabemos si nos gusta o qué tan humana puede ser.
IV y D
El maestro ¿apenado, incoherente, aúnseráprofesor? que se ha vuelto experto en plataformas de streaming, en comunicación a distancia, en tomar medicinas a puños y en máquinas cuasiesotéricas que le han permitido ver su corazón en pleno funcionamiento renqueante, vuelve a pensar en “cómo pasa el tiempo, que de pronto son años, sin pasar tú por mí, detenida”, que sigue cantando el cubano con la voz congelada desde los años 70 del ya viejo y obsoleto siglo XX que tan moderno fue en su tiempo, y piensa si de verdad seguirá siendo maestro.