Según las noticias se ha incrementado el consumo de ansiolíticos y antidepresivos debido a la pandemia, así como al encierro al que muchos estamos sujetos. Para mí, el mejor remedio contra esos males ha sido la lectura. Sobre todo que he tenido la suerte de leer a estupendas escritoras. En sus textos han expresado su sensibilidad, su sexualidad, su erotismo; su lucha en contra del patriarcado, la discriminación, la defensa de la familia a pesar de todas las adversidades. Su enfrentamiento a la violencia sexual y psicológica. Destaco entre esas escritoras a:
Elena Ferrante (La vida mentirosa de los adultos), Karina Sainz Borgo (La hija de la española), Annie Ernaux (Memoria de chica), Leila Slimani (En el jardín del ogro), Carson MacCullers (El corazón es un cazador solitario), Lucia Berlin (Manual para mujeres de la limpieza), Joumana Haddad (La hija de la costurera), Virginie Despentes (Teoría King Kong) y Vanessa Springora (El consentimiento). En este texto la autora narra su relación tormentosa con el escritor Gabriel Matzneff, un declarado pedófilo, cuando ella tenía 14 años y él 50 y los malos ratos que la hizo pasar debido a sus infidelidades con otras adolescentes. Desesperada acudió a pedir consejo al escritor rumano Cioran, amigo íntimo de su amante. En lugar de encontrar consuelo en las palabras del sabio, la escritora quedó destrozada al escuchar su sentencia: “Usted lo ama y debe aceptar su personalidad. Gabriel nunca cambiará. Es un inmenso honor que la haya elegido”. Las cosas no cambian. La misoginia y la complicidad entre los misóginos siguen en el mundo moderno. Destaco esto y siempre lo haré aunque digan ¡Ya chole!