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Jueves, Noviembre 21, 2024

En mis visitas a las librerías, en cada ocasión veía las portadas de los libros de Haruki Murakami, pero no había tenido la curiosidad de leerlo. Fue hasta que leí algunas críticas de sus obras y su mención como posible ganador del Premio Nobel de Literatura que empecé a leerlo. Desde entonces me convertí en un fanático de sus libros, de los cuales he leído casi todos. De eso hace casi diez años, durante los cuales he reunido en un anaquel de mi librero algunas de sus obras.

Además de la empatía con sus narraciones, siento que muchos lectores se han identificado con él porque lleva una vida como muchos de nosotros, le gusta correr, ama el beisbol y la música de jazz. En el aspecto musical, tema frecuente en sus novelas, ha dado a conocer a músicos y bandas. De tal manera que en muchos casos sus novelas son como una película, incluidos sus temas musicales.

Su libro Después del terremoto contiene seis impactantes relatos, inspirados todos ellos precisamente en el terremoto que en 1995 asoló la ciudad japonesa de Kobe, en el que murieron más de cinco mil personas. Los cuentos tratan de un vendedor de equipos de sonido, al que su mujer abandona abruptamente después del temblor; un chofer que trata de mitigar la misteriosa melancolía de su mujer; un joven huérfano cuya existencia da un giro al descubrir parte de su pasado; un modesto empleado de banco a quien una gigantesca rana le pide ayuda para salvar a Tokio de un segundo terremoto y un escritor con dificultades para escribir su propia vida.

En este volumen pone de manifiesto su interés en el beisbol. Un campo de beisbol, o diamante, se presenta como un universo en el que caben sus sueños, sus deseos y sus amores.

Universo en el que viví durante muchos años. Sentir la emoción en la noche previa al encuentro. Preparar el uniforme, los zapatos. Revisar la maleta deportiva para comprobar por enésima vez que están mi guante, mi guanteleta, el bat, algunas pelotas. Y a la mañana siguiente, levantarme temprano. Llegar al campo en forma de abanico con sus colores café de la tierra y el verde de la hierba. Ver los primeros rayos del sol y el vaho que despide el césped. Esperar con ansiedad que el ampáyer grite ¡Play ball! Y la alegría de saltar al campo para que cada jugador ocupe su posición, si tocaba estar a la defensiva. Y después posicionarme en la caja de bateo, esperar el lanzamiento del pítcher y tratar de pegarle con el madero.

De tal manera que en uno de los cuentos del libro Después del terremoto me identifiqué con su protagonista y la siguiente descripción: “sus notas eran bastante buenas, pero en deporte era un desastre. Era lento, desgarbado, miope y torpe con las manos. Cuando jugaba béisbol se le escapaban todas las pelotas. Por las noches, antes de acostarse le pedía a Dios que atrapase bien las pelotas”.

Desesperado por mis malas actuaciones en el campo, yo hacía lo mismo, pero con la certeza de que me cumpliría, ya que un tiempo fui acólito en la iglesia de la virgen del Carmen, allá por san Ángel. Estaba seguro que era un punto a mi favor. Por supuesto que el milagro no sucedió y las pelotas siguieron cayéndoseme del guante. No obstante, seguí “jugando” béisbol.

Seguramente igual que muchos de mis contemporáneos les pasó lo mismo que a mí cuando jugaban futbol en la calle Yo fui el típico niño al que sus compañeros jamás elegían para jugar, salvo que no se completaran los nueve, en el caso de las novenas de beisbol. Así que en muchas ocasiones me lo pasé viendo cómo mis compañeros, más diestros que yo, disfrutaban del juego de pelota. Aunque yo lo hacía a mi manera, como espectador de un deporte que después practiqué durante muchos años, ya no en la calle, sino en el diamante, hasta que la vejez se me vino encima. De cualquier manera, seguiré adelante hasta que caiga el ultimo out de mi vida.

 

Sacapuntas

Gustavo Esteva

El timbre de las 8

Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

La Clase

Usos múltiples

Gabriel Humberto García Ayala
José Adrián Figueroa Hernández

Decisiones

Sentido Común

Hernán Sorhuet Gelós

Mirador del Norte

Tarea

Emilio Gómez Ozuna
Roberto de Jesús González Ugalde
Melody A. Guillén
“pálido.deluz”, año 10, número 127, "Número 127. Las ciencias en México: sus ritos, carencias, ilusiones y filosofía (Abril 2021)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández,calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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