Poco se sabe de semáforos en verde, pero todo indica que la escuela permanecerá dormida hasta después de las vacaciones de verano.
Esta semana la organización Save the children volvió a ponerle un despertador a la autoridad educativa mexicana. La alarma suena fuerte: más de tres millones de adolescentes y más pequeños no volverán a la escuela después del año de cierre. Y serán más si se siguen tardando.
En un comunicado, llamó “al Estado mexicano a reanudar las clases presenciales lo más pronto posible, bajo un esquema de protección integral, en donde las escuelas cuenten con las condiciones sanitarias adecuadas, con acceso a servicios como agua, saneamiento, baños, lavabos y productos de limpieza y de higiene básicos”.
Lo que más llama la atención es que, a estas alturas, tales condiciones se tengan que seguir pidiendo en las instituciones de educación básica y media básica.
Después de un año, ciertos movimientos hacen pensar que el sistema educativo empieza a desperezarse. El presidente hizo un gesto de “prepárense” a los maestros de Campeche. El secretario de Salud algo dijo que puede interpretarse como “ya merito”. Y la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) invitó a maestros y a investigadores de aquí y de otros países a participar en coloquios sobre la reapertura, a partir de un documento que toma testimonios de los actores de la educación en los primeros meses del cierre escolar.
La respuesta de las autoridades educativas fue improvisada en varios países latinoamericanos, comentó el investigador chileno Claudio Osorio en uno de estos diálogos. Añadió que hay conocimiento de sobra: la pandemia no es la primera situación de emergencia del sistema educativo ni será la última. Hemos pasado por terremotos, huracanes y epidemias, y los sistemas educativos tienen departamentos especializados en este tipo de situaciones. Pero esta vez fueron excluidos por decisiones centralizadas.
La investigación que se abordó en estos coloquios, Comunidades escolares al inicio del confinamiento por SARS-Cov-2. Voces y perspectivas de los actores, coordinada por Gabriela Begonia Naranjo, plantea, por ejemplo: “Para todas y todos los integrantes de las comunidades escolares fue difícil desarrollar en casa las actividades propias de la escuela. Se evidenciaron las carencias, las condiciones socioeconómicas, culturales y geográficas, así como las propias dinámicas de las familias, que representaron una posibilidad o una limitación para continuar con los estudios en casa”.
La carencia de agua en nuestros centros educativos fue inquietud constante entre los entrevistados. “Una figura directiva expresó que uno de sus problemas más grandes al regresar al jardín de niños sería: ‘Cuidar a toda la comunidad y tener presente siempre las medidas que debemos tomar. Los niños no tienen el hábito de estarse lavando las manos y a veces no tenemos agua’”.
Ahora se está haciendo tarde de nuevo. Tarde para preparar las escuelas. Tarde para recuperar la experiencia y aprender de ella, aunque con tres millones de estudiantes menos. Tarde para involucrar, ahora sí, a las comunidades educativas. Tarde para reiniciar una educación que después de la pandemia nunca será la misma.
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Publicado en Milenio 19 de marzo 2021