César Labastida Esqueda se asume profesor y por lo tanto, inevitablemente involucrado y próximo al saber científico. Semestre tras semestre cuando define a la ciencia, les expresa a los alumnos que “es una reconstrucción conjetural de la realidad.”

Más que desear que los estudiantes memoricen esa definición, lo que le interesa al profesor Labastida es que se desprendan de una visión dogmática y repetitiva del saber científico, si es que la tienen. Como casi siempre sucede que no tienen una perspectiva sobre la ciencia, les argumenta la evolución de este campo de conocimientos haciendo un recorrido breve  que comienza en los griegos y finaliza —ya en la pandemia y en forma virtual— con los virus, las vacunas y el uso de la tecnología en el momento actual.

En ese uso de la tecnología, después de hacer un esfuerzo al sintetizar dos mil años de formación del pensamiento científico, el profesor César les describe algunas prácticas de la ciencia, como la publicación en revistas planetarias indexadas que documentan el avance de los conocimientos más recientes.

Algunos alumnos del curso de Teoría del conocimiento son perspicaces, y en la sesión zoom que se desarrolla en la modalidad a distancia con el docente Labastida, le preguntan:

—¿Entonces profe, el avance de la ciencia no se detiene, ni en la pandemia?

—No, incluso todos los días nos enteramos del debate que se está teniendo en diferentes partes del mundo, sobre las posibilidades de solución, como los tipos de vacunas.

—¿Y todos esos avances pasan por esas revistas indexadas que nos platica? —plantea una estudiante.

—En la mayor parte sí, —responde el maestro— escuchen, lean o vean las noticias y se darán cuenta que a veces refieren a revistas de Salud Pública o de Medicina como The Lancet.

—¿Y los mismos científicos escriben los artículos o es tarea de periodistas y comunicadores? —interroga uno de los estudiantes más avezados.— Porque nosotros aquí estamos estudiando comunicaciones, ¿no? Y creo que podríamos hacer esa tarea.

—Sí Federico, —se explaya el docente— es todo un tema. La mayoría de los artículos los realizan los mismos científicos, que tienen que informar de sus avances y hallazgos para obtener financiamiento, por lo que los procesos de investigación y los medios para divulgar esas investigaciones se han burocratizado y mercantilizado. Entonces nos encontramos con verdaderas mafias del saber científico que ponen muchas trabas para el desarrollo de la ciencia o cobran por hacer los servicios de difusión… Es bastante complejo el asunto.

—Oiga profe, ¿Y dónde trabajan los científicos?

—Casi siempre en Universidades, Instituciones de Educación Superior e Institutos de Investigación.

—¿Y ganan bien?

—No, la mayoría no. —Responde de inmediato el maestro César.— Por eso tienen que buscar financiamientos. Muchos investigadores acaban sacrificando dinero, trabajo y esfuerzo. Por eso es que prefieren irse al extranjero.

—Oiga profe pero me han dicho que en México la ciencia no está nada bien. ¿Es cierto que muchos científicos mexicanos trabajan en el extranjero porque aquí no tiene buenas oportunidades?

—A ver, María, en México hay aproximadamente 30,000 investigadores en el Sistema Nacional, que son reconocidos por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. No son muchos, si se compara con los países desarrollados. Y sí, muchos investigadores muy valiosos siguen en el extranjero…

Al dar por concluida la clase y apagar el dispositivo tecnológico, César se queda pensando frente a la pantalla. Tiene pendiente una reunión virtual con el coordinador de Investigación en la universidad privada donde labora. Les han pedido a los profesores que, además de impartir clases, deben estar incorporados en algún proyecto de investigación que reditúe en beneficio de la propia institución. Como todo eso le causa escozor, decide enlistar las preguntas que le vomitará al susodicho coordinador, antes de que la propuesta se vuelva instrucción, obligación o condición para ser re-contratado.

 El profesor Labastida redacta entonces en su pequeña libreta:

1. ¿Hacia dónde debería estar orientada la ciencia en México y quién debería participar de ese debate?
2. ¿Los actuales mecanismos para el desarrollo, promoción y avance de la ciencia son suficientes e idóneos?
3. ¿Cómo la política de estímulos ha beneficiado la construcción científica en nuestro país?
4. ¿Cómo se le puede pedir a un investigador que no tiene las condiciones laborales y de producción estar a la altura de lo que le solicitan los requerimientos planetarios de publicación científica?
5. ¿Para quién se produce saber científico?
6. ¿Cómo dar la defensa del saber científico ante la avalancha de noticias falsas, manipulaciones de información, desigualdades, discriminaciones, sesgos ideológicos, que la amenazan todos los días?
7. ¿Cómo enseñar la ciencia en la era de la incertidumbre desde la educación básica hasta el posgrado?
8. ¿Cómo recuperar la importancia del desarrollo y la enseñanza de la ciencia como un valor incuestionable al que no se le pueden limitar apoyo bajo ninguna circunstancia?

El profesor César Labastida observa su reloj y se percata que en cinco minutos tiene que volver a dar acceso a sus alumnos de la siguiente clase, ahora sigue el curso de Metodología de la investigación. “¿Qué nuevas interrogantes podrán emerger en esta clase? ¿Qué incongruencias y contradicciones sobre la ciencia y sus posibilidades tendré que explicar?”, piensa César, entusiasmado, mientras la cámara de la computadora se activa abriendo la nueva sesión de zoom.