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Viernes, Marzo 29, 2024

Hasta hace unos años, no se consideraba a las emociones en el proceso educativo. Prevalecía un sistema intelectualista que privilegiaba el pensamiento matemático y lógico racional. El cambio en la percepción de pedagogos y educadores sobre este tema se debió a la fortaleza que obtuvieron académicamente la teoría constructivista y de las inteligencias múltiples, colocándolas por encima de las teorías conductistas. De esta manera, las emociones tomaron un papel relevante como detonador de la cognición.

A últimas fechas, se han realizado numerosas investigaciones para determinar el impacto de las emociones en el proceso de aprendizaje, pero consideramos que dichos estudios se quedan cortos, pues se centraron únicamente en el alumno. Y nos surgen las siguientes interrogantes: ¿Qué ocurriría si se diera la misma importancia a las emociones de los docentes? ¿Cómo influyen las emociones del docente sobre las del alumno? En un contexto tan conflictuado y confuso como el actual, ocasionado por la pandemia y cuarentena obligatoria, ¿cómo se puede dar cauce a las emociones del docente?

Si en Educación hablamos de un desarrollo integral del alumno, donde se pretende dotarlos de habilidades sociales y emocionales, ¿por qué no considerar primero el crecimiento del docente? Las escuelas formadoras de docentes debieran tomar esa premisa como el eje de su formación, dado a que éste, es modelo del alumno. La mayoría de las veces, las conductas y comportamiento de un docente son emulados por los alumnos.

Hablamos de la formación docente y si las instituciones formadoras lo consideran, probablemente los egresados tengan un mejor control de sus emociones, pero debemos pensar ¿qué ocurre con quienes se encuentran ejerciendo? Sobre todo, considerando que la situación en un aula, donde un docente tiene que contribuir en la formación de los alumnos, es por sí misma una situación estresante, y ni qué decir de las situaciones personales y económicas por las que atraviese. Por ello, es indispensable procurar que los docentes no se conflictúen con trabajo administrativo innecesario y se les pueda ofrecer orientación para la gestión de sus emociones. Un control que permita que las emociones negativas afloren, pero no dominen a las emociones positivas. No se trata de erradicar las emociones negativas, sino de transformarlas en algo provechoso para el trabajo docente o la formación del alumno. Situaciones conflictivas que por su medio social, familiar o cultural, seguramente los alumnos afrontan día con día. La frase “educar para la vida”, compromete al docente a preparar a los alumnos para enfrentar de manera positiva esos conflictos. Se trata de contribuir a la formación de competencias emocionales tanto profesionales como personales. En eses sentido, el modelo empieza con el trabajo en el aula y se traslada a la generación de mejor ciudadanía: más competente emocionalmente.

Programas para el aprendizaje socioemocional existen muchos, entre ellos podemos citar algunos:

  1. El modelo teórico de Mayer & Salovey (1997).
  2. Un programa de intervención para desarrollar las habilidades emocionales de Mikolajczak & Hansenne (2009).
  3. Un modelo sobre cómo implementar con éxito un programa de aprendizaje socioemocional, Brackett (2007).
  4. El denominado “Educación responsable” (Santander, Fundación Marcelo Botín).
  5. En Cataluña (Universidad de Barcelona), asesoramiento de especialistas a docentes (trabajo colaborativo).

Estamos conscientes, que los Modelos antes citados, seguramente han sido exitosos en los lugares donde se han aplicado, pero estos territorios corresponden a otra realidad y no a la que vivimos diariamente en nuestro país: donde existe una gran mayoría de docentes desmotivados y abrumados por la inmensa responsabilidad asignada por la sociedad, no solo de educar, si no de elevar el nivel de la educación. Por ello, debemos de hablar de una alfabetización emocional: reconocer sentimientos, ser capaz de distinguirlos, nombrarlos, comprenderlos como opción de comportamiento, gestionarlos ante el razonamiento, modificarlos intuitiva o programadamente, experimentarlos expresarlos, canalizarlos.

La experiencia obtenida como docentes (en diferentes ámbitos), nos da la oportunidad de proponer un modelo para la gestión de emociones, basado en los siguientes aspectos:

  • Trabajo colaborativo, redes.

La mayoría de las veces el docente se siente solo en su labor frente al alumno, pues generalmente existe poca interacción con los demás compañeros. El tiempo de convivencia es mínimo ya que en las juntas de consejo se quieren tratar tantos temas, que en realidad no se pueden compartir experiencias exitosas o exponer algún conflicto.

Sugerimos el crear redes de apoyo, por medios virtuales o presenciales, donde los docentes puedan compartir experiencias y escuchar otras. Obtener respuestas a interrogantes que sólo otro docente a través de su práctica pueda resolver. Sería recomendable que también sirvieran para apoyo pedagógico. Es un acompañamiento psicopedagógico, didáctico y personal.

  • Autobiografía

El conocerse a sí mismo y explicar su conducta actual, responde a un trabajo interno de investigación de los recuerdos propios y familiares que permita la reflexión. Si este trabajo se lleva a cabo de manera grupal, permite crear un círculo de confianza en el cual, al comparar y compartir las historias de vida, alimentamos, reformulamos y reinterpretamos nuestro pasado para darle sentido presente. Decía T.S. Elliot en sus Cuatro cuartetos: El tiempo presente y el tiempo pasado/ Acaso estén presentes en el tiempo futuro/ Y tal vez al futuro lo contenga el pasado.

Se sugiere el trabajo autobiográfico como un medio para regular las emociones y contribuir al crecimiento personal. Es posible modelar las competencias emocionales, al revisar comportamientos pasados, al valorar momentos que rememoramos.

  • Descarga administrativa.

Una demanda, repetida por los docentes, es la descarga administrativa, pues ya existen muchos medios digitales que deberían ser aprovechados para evitar ese trabajo que desgasta física y emocionalmente. Aunque se habla de una evaluación cualitativa, ésta acaba siendo cuantitativa por la cantidad de reportes que son solicitados por las autoridades. ¿En qué momento el mundo escolar se puso de cabeza? ¿No era la administración una función que daba soporte a la actividad sustantiva que es la enseñanza -aprendizaje? ¿Por qué es más importante reportar lo que sucede en el aula, que mejorar la formación que se busca? La educación es demasiado importante para dejarla en manos de la administración escolar, es la academia, junto con las cabezas de familia y estudiantes, quien debe pedir cuentas a los administradores y gerentes de escuelas.

 

  • Capacitación en el control de emociones.

Se requieren autoridades más empáticas que puedan percibir cuando un docente tiene necesidad de ser escuchado, y se le pueda canalizar a alguna instancia creada solo para la atención de profesores. Además, deben ofrecerse talleres vivenciales donde los docentes puedan conocer herramientas para el control de emociones. Todo profesional de la educación debería cursar un diplomado que le permita desarrollar competencias emocionales docentes y personales.

  • Reconocimiento social.

Difícil tarea la de concientizar a una sociedad que, durante décadas, ha considerado al profesor como el responsable de “educar” y “formar” a los alumnos, eximiendo su propia responsabilidad como padre de familia. Otra idea errónea es la de culparlo por el bajo nivel educativo del país.

Otra situación es acerca de la jerarquía, cierto es que algunos de los maestros de antaño educaban con el precepto de “la letra con sangre entra” y era tal el nivel de exigencia con los alumnos que algunas veces terminaba en golpes y castigos. Cuántos de nosotros o de nuestros padres no recuerdan a algún profesor “torturador”. Desafortunadamente, esta relación ha dado un giro de 180 grados, y ha llegado a los extremos, pues ahora muchos alumnos no respetan la jerarquía del profesor, dado a que son chicos que no tienen límites en casa. En la actualidad, ser irreverente se ha convertido en un valor social. Los docentes deben saberlo y deben contar con herramientas para encauzar esa irreverencia en creatividad, en autonomía, en inconformidad ante la mediocridad, en capacidad de proponer innovación y mejora que provenga de estudiantes.

Sin lugar a duda, el otorgar el reconocimiento social a la labor docente, puede constituir un factor que coadyuve a la salud mental de los profesores. Esa tarea se realiza de mejor manera, cuando el aula se convierte en un ambiente de aprendizaje, al favorecer la zona de desarrollo próximo, al ofrecer un sistema provocativo y promotor de creación y colaboración, al establecer normas compartidas de trabajo competitivo y/o cooperativo de acuerdo con los objetivos y competencias propuestos. El aprendizaje humano debe ser regulado, pero no debe ser controlado, ni limitado. Mayores competencias emocionales, harán mejores ambientes educativos que darán beneficios tanto a docentes y estudiantes como a la comunidad y a la sociedad.

 

 

 

 

 

Referencias

Cabello, B. (2010). Docentes emocionalmente inteligentes. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado,. Málaga, España.

José, G. R. (2012). La educación emocional, su importancia en el proceso de aprendizaje. Revista Educación de la Universidad de Costa Rica.

 

 

José de Jesús González Almaguer   

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Docente de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán y del Colegio de Imagen Pública. Ha realizado intervenciones como consultor y brindado capacitación tanto en el sector privado como público y el tercer sector. Su trabajo profesional le ha llevado a recibir distinciones internacionales. Ha participado en once libros especializados en español y uno en inglés. Lic. En Periodismo y Comunicación Colectiva, Maestría en Educación, estudios de Maestría en Comunicación Institucional, Especialista en Valores, estudios doctorales en Humanidades y estudios doctorales en Innovación y Responsabilidad Social.

 

Mtra. Norma Olivia Matus Hernández  

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Se ha desempeñado como mediadora de lectura desde hace dieciséis años como docente frente a grupo de primaria y cinco años como mediadora voluntaria del programa "Salas de lectura" de la Secretaria de Cultura. Maestra en Educación Básica (UPN). Diplomada en Mediación lectora (UAM). Diploma de Narradora oral. Lic. En Administración (UAM). Profesora de Educación Primaria (ENM).

 

    

 

 

 

 

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“pálido.deluz”, año 10, número 127, "Número 127. Las ciencias en México: sus ritos, carencias, ilusiones y filosofía (Abril 2021)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández,calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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