Tanto como personas, desde luego como empresas y ni qué decir, en calidad de países, el impulsar la ciencia y la tecnología, es parte esencial del progreso y eslabón insalvable en la evolución.
Pensando, por ejemplo, en términos precisamente evolutivos, los seres humanos nos despegamos del resto de las especies en cuando a desarrollo, por las capacidades de nuestro cerebro, algo que en la medida que progresamos, llevó a que expandiéramos nuestras capacidades con algo tan elemental y trascendente como el tener el dedo pulgar opuesto a los demás, lo que nos dio margen para plasmar en hechos muchas de las ideas que surgían del cerebro hace miles de años.
Fue así como antiguos grupos nómadas y civilizaciones posteriores gradualmente pudieron ir tallando piedras para hacer puntas de flechas y lanzas, al tiempo que tomaron forma las primeras ruedas y se pudieron frotar varas que generaron las fogatas que facilitaron que habitáramos en lugares inhóspitos, cocináramos alimentos y ahuyentáramos a otras especies, potencialmente peligrosas.
Si desde nuestras etapas más esenciales, algo que todavía asumíamos que era ciencia y tecnología, pudo hacer tanto por nosotros y el progreso que fuimos alcanzando con el paso de años, siglos y milenios… ¿Cuánto más influye ahora?
Dando un salto verdaderamente cuántico en el tiempo, ahora vemos que las teorías modernas del crecimiento y del desarrollo económico de las naciones, indica que la diferencia entre los pobres y los ricos se explica en cuanto al gasto en ciencia, tecnología e innovación.
En tal contexto, vemos que la inversión en estos ramos y sus resultados más destacados, son propios de economías desarrolladas y con altos ingresos, generando círculos virtuosos, hacia un progreso a gran escala, orientado hacia las necesidades y requerimientos de esos países, que suelen estar desvinculados de aquellos que se encuentran en vías de desarrollo o con economías emergentes, con una alta necesidad de promover este tipo de inversiones de forma permanente y con una evaluación integral de resultados.
Aquí surge uno de los puntos que vinculan a la ciencia y tecnología con la democracia, ya que, al invertir en estos rubros, para tener una medición precisa de los resultados proyectados y obtenidos, demanda obligatoriamente un ejercicio transparente de los recursos, a fin de que se sepa puntualmente cuánto y en qué se gastó.
La falta de transparencia en las inversiones destinadas a ciencia y tecnología termina por enturbiar el desarrollo de éstas, al igual que ocurre con otros sectores, y por tanto lleva a no conseguir los objetivos que se buscan.
El Sol de México, viernes 26 de febrero de 2021