Con el trasfondo de la reciente quiebra de importantes bancos europeos y la amenaza de una nueva crisis financiera global, se realizó este 22-23 de junio en París la Cumbre por un Nuevo Pacto Financiero Global, con presencia de mandatarios de grandes potencias mundiales y de algunos países del sur. Los objetivos declarados de la conferencia fueron discutir las finanzas en relación con la crisis climática, de biodiversidad y de deuda en países del sur. La lectura crítica muestra que muchas de las medidas propuestas van a empeorar esas mismas crisis, mientras favorecen a grandes empresas y actores financieros.
Al igual que anteriores cumbres en temas claves (como la de Sistemas Alimentarios, la de Oceános y otras) de facto intentan remplazar las funciones de Naciones Unidas, organismo que pese a sus deficiencias, es la única estructura internacional que requiere la presencia de todos los países y toma decisiones basadas en que cada país tiene un voto. Por el contrario, en estas seudo cumbres participan quienes decidan los organizadores. Por ejemplo, grandes empresas trasnacionales, poderosos gestores de inversión, filantrocapitalistas y otros actores privados que están entre los principales causantes de esas crisis y lucran con ellas. Se sientan como iguales con representantes de gobiernos, para influenciar discusiones y avanzar hacia marcos normativos que aumenten sus ganancias (o impedir lo que no les conviene).
Las declaraciones de estos encuentros son discursivas –no vinculantes–, pero se convierten en un fuerte factor de presión sobre las decisiones a tomar en instancias de la ONU y en cada país. Esta flexibilidad de discurso/decisión les permite hablar de cualquier cosa, pero solamente ejecutar lo que interesa a los actores más poderosos.
En este encuentro hablaron de la crisis de financiación de países de ingresos medios y bajos y la necesidad de reforma del sistema financiero global, pero muy lejos del reconocimiento de que es un sistema estructuralmente injusto, que esas deudas han sido mayormente pagadas con intereses leoninos y que existe una enorme deuda ecológica, climática y económica de los gobiernos y empresas del norte global con los pueblos (del sur y del norte) que sigue aumentando. Solamente en cambio climático, un reciente estudio mostró que, en la ruta actual, los gobiernos de países industrializados deberán más de 170 billones (millones de millones) de dólares a los países del sur por daños climáticos (https://tinyurl.com/36mba72f).
La cumbre reconoció que no se ha logrado la financiación climática de 100 mil millones de dólares anuales que se acordó desde 2009 y se propusieron completarla este año, sin aclarar que a esta altura esa meta es completamente insuficiente. Además, gran parte de lo que se llama financiación climática se ha entregado en forma de préstamos, lo cual aumentó la crisis de deuda de muchos países que necesitaban apoyo para adaptarse y reparar daños por el cambio climático que ellos no causaron. Según la OCDE, 70 por ciento de la financiación climática hasta 2019 fueron préstamos, situación que en América Latina llegó a 90 por ciento (Latindadd, https://tinyurl.com/4k2m6c7y)
Lo que claramente se afirmó en este encuentro –y seguramente uno de los principales objetivos reales de los organizadores– es una nueva ola de mecanismos para hacer negocios con las crisis climáticas y de biodiversidad. Se reflotaron fórmulas ya usadas, como pago por servicios ambientales y canjes de deuda por naturaleza, ahora rebautizadas para ser funcionales al discurso climático y de biodiversidad. Se sabe que esos mecanismos han tenido graves impactos en comunidades indígenas, en la soberanía y en la naturaleza, permitiendo que empresas y grandes ONG se apropien del manejo de territorios y áreas de gran biodiversidad. A través de las llamadas compensaciones por biodiversidad, hay ejemplos de empresas mineras y otras contaminadoras que han expulsado a pueblos indígenas de sus territorios para dar lugar a sus explotaciones y al mismo tiempo pasaron a controlar áreas de biodiversidad en otra parte como compensación, de dónde derivan también lucros adicionales (https://tinyurl.com/4bja469m).
Sobre estos esquemas fallidos, quieren ahora asegurar nuevas generaciones de bonos y/o créditos de biodiversidad y de carbono para especular en los mercados financieros. Para ello, esta cumbre también planteó que los países deben aportar marcos más confiables para el comercio de bonos de carbono y biodiversidad y que la ONU debería asegurar una plataforma de referencia para nuevos mercados de carbono.
Al igual que en los planes de supuesta recuperación económica que se aprobaron en años anteriores en Estados Unidos, Europa y otros países, la llamada Transición verde que no deje a nadie atrás parece en realidad referirse a una transición verde-dólar para no dejar atrás ninguna forma de financiarización de la naturaleza, sus funciones y los territorios de pueblos y comunidades que no hayan sido asaltados por los comerciantes de la sustentabilidad.
Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC