El caso Ayotzinapa ha permitido a nuestra generación ver con qué facilidad es posible que ocurra el asesinato masivo de estudiantes y, para algunos increíble, que en él participara directamente el Estado. Ver también, cómo se intentó encubrir esa participación y cómo aún hoy es difícil sancionar a las decenas de involucrados responsables. Por eso, cada movimiento en la educación actual hereda parte de una historia de violencia, un agravio irresuelto y responsables desconocido.