La memoria es eso, incluso para los fantasmas: basura que cruza distancias siderales, escombros que quedan en los sitios baldíos, restos de naufragios que cruzan que atraviesan el mar helado, ruinas que flotan en el tiempo.
Alvaro Bisama. Ruido
Anthony es un adulto mayor que vive en un amplio departamento en Londres, Inglaterra. Su hija Anne lo procura y es su sostén, desde hace tiempo. El insiste en vivir ahí solo, con sus recuerdos y sobre todo de la memoria de su otra hija Lucy, ya fallecida. Anthony padece un Alzheimer que comienza a avanzar.
Se trata de la película El padre (Zeller, F. Reino Unido- Francia; 2020) que logra meternos en el laberinto mental y afectivo que tienen los seres humanos y se hace evidente en enfermos de Alzheimer. La película es notable al hacernos sentir y percibir ese mundo claustrofóbico y a veces doloroso desde la perspectiva que vive Anthony (protagonizado por un Anthony Hopkins, excepcional), en el cual es difícil distinguir lo que está ocurriendo en un escenario real y qué en la mente del personaje principal.
Anne (Olivia Colman, también excelente) representa al familiar que le toca llevar la responsabilidad de su padre. Soporta sus constantes cambios de carácter, que corra a sus cuidadoras, le hace de comer, le administra sus medicinas, lo acompaña permanentemente e incluso vela su sueño. Platica con él, pero también, como a todos sus próximos, su papá a veces la desconoce.
Existen símbolos importantes en esta cinta: —que primero fue obra de teatro, escrita por el mismo director y estrenada también en México. —Uno de ellos es la obsesión y pérdida del reloj de pulsera; como si el tiempo se extraviará y al mismo tiempo la vida de Anthony dependiera de ese objeto.
Pero el símbolo al que recurre Zeller con persistencia es al manejo del tiempo y el espacio en la rotación de diversos personajes que hacen de pareja de Anne, de cuidadoras enfermeras o de supuestos invitados. Para el que observa la película es difícil seguir este desdoblamiento en diversos actores. Como también tiene una dificultad saber si está en su departamento, un sueño o en el asilo.
Esos símbolos son sutiles: un tenedor encontrado junto al reloj; Anthony quejándose del trato que le dan las enfermeras como si fuera menor de edad; la incógnita de si está o no en su departamento; o si su hija tiene o no pareja; los secretos guardados en algún reducto del cerebro; la no contención en las ironías y expresiones cotidianas; la mirada extraviada; el baile que nunca se practicó. El espectador sufre, junto con Anthony, el confuso laberinto mental que el anciano está experimentando. Mientras que Anne enfrenta las inevitables dudas sobre qué hacer con el padre.
La película El padre es un muestrario de lo laberintico y complejo que es la mente humana y de los conflictos que conlleva padecer una enfermedad como el Alzheimer en el ocaso de la existencia.