Ante el peligroso avance de la siembra y exportación de trigo transgénico por el mundo, organizaciones y redes de África, Asia y América Latina, entre ellas la Red por una América Libre de Transgénicos, Grain, el Movimiento Ciencia Ciudadana y la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza (UCCSNAL) solicitaron a siete relatores de Naciones Unidas que instaran a los países a detener su siembra y comercialización (https://grain.org/e/7113).
Expresan que la producción e importación de trigo transgénico implica una violación a los derechos humanos a la vida, a la salud, a un ambiente sano, a los modos de vida de pueblos y comunidades, a la biodiversidad, entre otros. Señalan que pese a su comercialización, no existen estudios independientes de los impactos a la salud de este cultivo.
Ciertamente todos los cultivos transgénicos y los agrotóxicos que conllevan representan serios riesgos a la salud y al ambiente. El caso del trigo es quizá peor, ya que casi la totalidad de los transgénicos sembrados anteriormente como maíz, soya y algodón, son producidos mayoritariamente para uso en forrajes animales u otros usos no alimentarios. El trigo, por el contrario, es el primer cultivo transgénico que se intenta diseminar a escala global, que está directamente dirigido a la alimentación humana. Es uno de los tres cereales más importantes en la alimentación mundial y tanto en México como en el resto de América Latina hay un uso amplio de trigo en panes, galletas, pastas y otros productos de consumo cotidiano y constante.
Entre 2021 y 2023, tres países autorizaron la siembra de trigo transgénico: Argentina, Brasil y Paraguay. Estados Unidos aprobó el consumo en 2022, pero no su siembra, mientras que Sudáfrica, Nigeria, Indonesia, Colombia, Australia y Nueva Zelanda aprobaron la importación para consumo humano y animal.
Esto de ninguna manera deja fuera de este nuevo riesgo a la población en México y otros países. México importa un alto volumen de harina de trigo panificable, la mayor parte de Estados Unidos, Argentina es el tercer país en ese rango de importaciones. Argentina no controla la mezcla de trigo en harinas, tampoco existe etiquetado que lo identifique y como señalan en la carta a los relatores de Naciones Unidas, tampoco existen métodos de detección de la presencia de ese evento de trigo transgénico en alimentos en ninguna parte del mundo.
El trigo transgénico comercializado es el denominado HB4, manipulado para ser resistente al herbicida glufosinato de amonio (15 veces más tóxico que el glifosato) y supuestamente tolerante a la sequía. Lo desarrolló una investigadora de una universidad argentina y fue copatentado por la empresa Bioceres, que tiene entre sus inversores, junto a grandes capitales del agronegocio trasnacional argentino como Grobocopatel, a Monsanto (ahora Bayer) y acuerdos de inversión conjunta en sus actividades con otras trasnacionales de transgénicos, como Syngenta y Corteva.
El glufosinato de amonio, agrotóxico que también comercializa Bioceres, está considerado neurotóxico, genotóxico y con impactos relevantes sobre el sistema reproductivo, según una serie de estudios citados en la carta de las organizaciones. Explican que no se realizaron análisis de impactos a la salud del trigo HB4, y que todos los datos que se han usado para las autorizaciones derivan de las afirmaciones de la empresa proponente, que son más que nada promoción del producto, dejando de lado información crítica y aspectos importantes de evaluación, como el tema de los impactos a la salud.
Tampoco el rendimiento ni la supuesta tolerancia a la sequía se ha demostrado en las siembras realizadas. La tolerancia a la sequía no depende de un gen, sino de la interacción de un conjunto de genes, junto a factores ambientales y de manejo agrícola. El rendimiento del trigo HB4 mostró ser menor que las variedades convencionales de trigo. Según el seguimiento del INASE, institución oficial argentina, sobre la siembra de 53 mil hectáreas con trigo HB4, el evento transgénico tuvo un rendimiento 17 por ciento menor que el promedio de rendimiento nacional, algo que incluso sectores del agronegocio en ese país han reconocido.
La carta fue dirigida a siete Relatores Especiales de Naciones Unidas: sobre sustancias tóxicas y derechos humanos, sobre derechos humanos y medio ambiente, sobre derecho a la alimentación, sobre derechos humanos al agua potable y al saneamiento, sobre extrema pobreza, sobre derechos de los pueblos indígenas, y sobre el derecho a la salud.
Es un excelente resumen de las preocupaciones ambientales, de salud y socioeconómicas sobre el trigo transgénico y las medidas que son necesarias para detener su expansión. Es importante apoyarla y no permitir que más transgénicos y agrotóxicos invadan nuestras mesas (https://t2m.io/NoGMwheat_support).
Silvia Ribeiro Investigadora del Grupo ETC