Umberto D. (De Sica, Italia ; 1952) es una película que es un clásico de por lo menos tres referentes relacionados con la historia del cine: la primera consideración es por ser una obra representativa del cine italiano de cualquier época; la segunda referencia está en ser una pieza fundamental de la filmografía de Victtorio de Sica; y la tercera mención es porque la película es cita obligada de la corriente cinematográfica conocida como neorrealismo, movimiento artístico que ponía el énfasis en contar historias cotidianas, lejos de sets cinematográficos y recuperando la vida en las calles, como locaciones vivas y con actores no profesionales. Así, casi todas esas cintas aluden a los problemas de la sobrevivencia durante y después de la segunda guerra mundial en Italia. Pero además de las anteriores consideraciones, Umberto D es un filme obligado para abordar el tema de la tercera edad.
Umberto Doménico Ferrari es un exempleado de una dependencia de gobierno que vive pobremente de su pensión. La película comienza con una marcha de jubilados que exige mejores ingresos y que es disuelta por la fuerza pública italiana. Ahí nos vamos enterando de la situación de precariedad en la que vive Umberto, que va ofreciendo su reloj a quién quiera comprarlo, a la cuarta parte de su valor. Alguien que vive de pedir limosna finalmente se lo compra.
La cámara sigue a Umberto que tiene dos preocupaciones existenciales: sobrevivir acompañado de su cachorro criollo (Filke), al que le da parte de su alimento; y pagar la mensualidad de la habitación que le rentan y que se subarrienda por horas a parejas, mientras Umberto no está.
Para sobrevivir recurre a hospitales que lo atienden de un resfriado. Hace todo lo posible por quedarse más tiempo en el nosocomio y ahorrarse el pago del alojamiento. Sin embargo, en esa acción para permanecer hospitalizado pierde a su cachorro. Luego lo encuentra, poco antes de que van a sacrificarlo.
En esa situación, Umberto se deshace de otros bienes como sus libros. Finalmente es obligado a dejar el departamento en el que le arrendan el cuarto y donde tiene a la única amiga, que es la sirvienta de la casa y que está embarazada, sin saber de qué soldado. Solo en la calle y con Filke, Umberto pensará primero en acomodarlo con alguien que lo cuide y después en suicidarse.
Más de setenta años después de su estreno mundial, Umberto D. sigue revelando una serie de constantes inmutables relacionadas con la vejez: la marginación y soledad en la tercera edad; la falta de apoyo de los gobiernos, aún en desempleados que le sirvieron como funcionarios, la nula solidaridad social, el abandono, explotación y desprecio a los ancianos.