El talento es misterioso. ¿De dónde viene, cómo surge? Percibimos que ciertas personas son capaces de dejar huella en el tiempo gracias a su habilidad para crear belleza o ideas poderosas, pero no sabemos explicar ese extraño don. Los antiguos romanos creían que cada persona estaba protegida desde su nacimiento por un diosecillo tutelar llamado genius. Ese mágico acompañante ayudaba a su ahijado humano durante toda la vida y se ocupaba de que su existencia trascendiera de generación en generación. El talento excepcional se debía al favor de un genius especialmente poderoso.
En nuestros días, llamamos “genios” a los individuos —artistas, pensadores, científicos— más extraordinarios, si bien asociamos sus fascinantes cualidades con una inteligencia privilegiada. Curiosamente, los estudios científicos sugieren que la genialidad no se puede predecir a partir del coeficiente intelectual. Algo esencial escapa a los test de inteligencia. Tal vez la fantasía creativa, que no se deja atrapar en cifras ni medir a través de pruebas. O quizás esa capacidad, que a los romanos les parecía inspirada por un duende mágico, de abrir nuevos caminos y hacer lo nunca visto, a la que los psicólogos llaman “pensamiento divergente”. O el tesón necesario para la búsqueda continua de rutas no trilladas. El ingrediente indescifrable sigue ahí: el genio no lo explican los genes
Ciudad de México / 20.12.2023 02:36:00