Lugar que cuelga signos de fatalidad,
ahí donde no son visibles los inconfundibles,
pero señala la falta, modifica los cuerpos
y hace que se asome por las bocas,
aunque la esperanza sostenga gestos.
Habitado por los que se empeñan
en normalizar lo anormal sin regalar certezas
al caos de células que ponen en crisis
la estabilidad del firmamento
y anula la pertenencia.
Espacio y tiempo alterados para abordar lo inabordable,
etiquetas entre los dedos, principal método
para retar, para contradecir lo nombrado,
negación de lo diferente, de las diferencias.
Alejados del amor y la terneza vital,
no es la realidad la que los nombra,
sujetos mirados desde lo desalmado,
sin poder reclamar su reflejo,
languidecen, desfragmentados, hasta desaparecer.
Dimensión en donde
no está bien ser lo que se es
y nunca se es lo que se deberían ser:
excluidos del paraíso, vigilados
en el campo de investigación
por los especialistas de la ilusión.