Vuelo de una obrera abeja
que no se verá nunca el aguijón
porque el néctar
de otras flores la esperan.
La bañarán de fecundo polen
que repintará las heridas
de su revolucionario corazón.
Aunque se resista,
los dioses del viento
y el silencioso tiempo
le reacomodarán las vísceras,
zumbarán sus alas transparentes
un poco enloquecidas.
Se abrirá paso,
entre nuevos momentos
y viejas continuidades.
Por memoria asociativa
reconfigurará su cuento
traicionando la fuga de recuerdos
(indiscretos, benévolos y cruentos)
Se llenarán otra vez
las lunas de sus menguantes ojos
con luces mandarina
y le dolerá que a veces,
inevitablemente, los sueños rojos
son pesadillas.
Afilará sus herramientas
para reestablecer la anhelada estabilidad
y mantener el justo equilibrio.
Irá corroborando la abeja,
que no da señales el destino,
por más limpias que lleven
las antenas.