La Secretaría de Educación Pública acaba de anunciar que, gracias al avance en el proceso de vacunación a los maestros, podrá haber regreso a clases presenciales en cinco estados para fines de este mes: Coahuila, Chiapas, Nayarit, Veracruz y Tamaulipas. Añadió, sin embargo, que el retorno a las aulas no es obligatorio: será voluntario. ¿Por qué? ¿Qué motivo tiene para suponer que los padres no quieren, todos, que sus hijos vuelvan al salón de clases?
Hace un año, frente a la emergencia que produjo la pandemia, la mayoría de los países optó por privilegiar a los adultos sobre los jóvenes: el 90 por ciento de los niños en el mundo dejó de ir a la escuela. Esa decisión (que es escandalosa, mirada de cerca) fue entonces apenas cuestionada. Predominaba la incertidumbre, era poca la información. Los padres estaban asustados, sabían que las escuelas eran grandes, que estaban llenas de niños que no iban a observar las reglas del distanciamiento. Y pocos entendieron que las pérdidas que implicaba mantener cerradas las escuelas en los meses por venir, indefinidamente, eran catastróficas. Aquí en México, es triste decirlo, nunca fue un tema que particularmente le quitara el sueño a nadie.
Los privilegiados pudieron tomar sus clases en línea, en un entorno propicio para los estudios. El resto de los niños y los adolescentes del país, o sea la inmensa mayoría, tuvo que tomar sus clases en la televisión, sin la oportunidad de preguntar sus dudas al maestro. ¿Qué podía ocurrir en esas circunstancias? Los niños aprendieron poco, perdieron el hábito de estudiar y perdieron, sobre todo, la experiencia de la escuela: la experiencia de convivir y aprender con sus compañeros y sus maestros en un espacio común. Frente a la emergencia, decía arriba, la mayoría de los países optó por privilegiar a los adultos sobre los jóvenes: optó también por privilegiar a los ricos sobre los pobres. En nuestro país, como en todos, el cierre de las escuelas afectó a los niños más pobres, los que viven lejos de las ciudades, sin una conexión adecuada, sin un entorno educado, mal alimentados, por lo general más vulnerables a la violencia del hogar. Las consecuencias del aislamiento fueron enormes para ellos. ¿Cuántos miles de niños, sobre todo niñas, abandonaron este año la escuela en México? La educación es el mejor camino para salir de la pobreza: haberla negado a la generación más joven tendrá consecuencias profundas para el resto de sus vidas.
No era inevitable lo que sucedió. En Europa, por ejemplo, las escuelas permanecieron abiertas en la mayoría de los países, a veces en modalidades más o menos híbridas. Nunca cerraron por completo, salvo en ocasiones muy concretas en que era justificado cerrarlas (en Inglaterra cerraron por dos meses a principios del año porque apareció en el país una variante del virus más contagiosa y letal, y el gobierno tenía la capacidad de inocular a la población en un plazo corto). Las escuelas permanecieron abiertas porque estaba demostrado que los niños no son una fuente importante de contagio, pero sobre todo porque había la convicción de que los niños deben ser prioritarios frente a los otros grupos de la población. Esta convicción no existe en México.