“La educación es un acto de amor y, por lo tanto, un acto de coraje”
P. Freire
El semestre anterior, al finalizar una clase sobre intertextualidad que nos llevó a un debate interesantísimo sobre ecología y feminismo, un estudiante con curiosidad e intriga se acercó a preguntarme: “Maestra, ¿por qué si usted es bien lista no consigue otro trabajo?”; de forma casi espontánea, aunque no sin cierta sorpresa, respondí que precisamente por eso estaba con ellos: porque consideraba valioso dedicar mi tiempo, mi mente y mi esfuerzo a estar analizando, enseñando y aprendido como lo habíamos hecho ese día en conjunto. Me prometí a mí misma conservar esa respuesta, mientras tuviera convicción en mi labor, y retirarme cuando perdiera ese impulso. Aunque sé que no deja de estar cargado de idealismo, por mi corta carrera docente, es una reflexión que me gustaría conservar.
En sintonía con este pensamiento y tomando en cuenta las tipologías de funciones docentes propuestas por Caballero y Ferrini (citados por De la Garza:2003) considero que las funciones preponderantes de mi práctica cotidiana son las siguientes:
Asimismo, aunque sin relegarlas, las funciones que han tenido menor impacto en la construcción de mi personalidad como docente son:
Haciendo una síntesis de la expuesto, me parece que he desarrollado habilidades como la escucha activa, el implemento de herramientas pedagógicas y la aplicación de tecnologías para la mejora de mi actividad docente; valores como la tolerancia, la empatía, el respeto, la solidaridad y la fraternidad para crear un entorno en el salón armónico y de aprendizaje significativo; así como actitudes como la recepción positiva de áreas de oportunidad, el interés por lo que importa para el estudiantado, así como entusiasmo por hacer más atractivos los contenidos para la implementación de estrategias más efectivas. Falta mucho por avanzar: puedo obtener más conocimiento disciplinario e incluso potenciar mi desarrollo personal para aplicarlo en el aula. Pero concluyo con una idea que considero puede dar una brújula a lo que como docentes podemos retomar “sé el profesor que siempre quisiste tener”.
Referencia
De la Garza, G. (2003) "La evolución del encargo docente. Las funciones del maestro en el siglo XXI" en Ethos Educativo mayo-agosto 2003 México: Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación "José María Morelos", Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Docente de la FES Acatlán UNAM