I
Eliazar, —hijo de Don Miguel, el tendero de la calle en la que vivía el profesor Labastida— era una persona muy informada. Estudió la licenciatura en periodismo en la Carlos Septién García y leía por horas en la tienda de la esquina. Era una magnifica persona. Cuando César Labastida estaba investigando sobre el Movimiento de Liberación Nacional en México (1960- 1964), Eliazar le prestó muchos documentos; entre ellos, la colección completa de la Revista Política que editó por más de un lustro, en los años sesenta del siglo pasado, Manuel Marcue Pardiñas. Gracias a estos documentos pudo seguir pormenorizadamente ese movimiento intelectual, comandado por el General Lázaro Cárdenas del Río.
El 2 de enero de 1994, Eliazar llegó corriendo a la casa del profesor César.
—¡Hay un levantamiento armado en Chiapas! —clamó el joven.
—¿Qué te pasa, Eliazar? ¿Todavía andas festejando el año nuevo?
—¡Es verdad, mira! —Y desplegó el diario La jornada.
—“A las 0:00 horas del primero de enero, cuando entra en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, miles de indígenas pertenecientes a un desconocido Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), ocupan en Chiapas los palacios municipales de San Cristóbal de Las Casas, Ocosingo, Altamirano y Las Margaritas, para leer una declaración de guerra contra el gobierno de Carlos Salinas. El 2, atacan el cuartel de Rancho Nuevo y chocan en Ocosingo con el Ejército Mexicano, sufriendo numerosas bajas.” —Lee en voz alta Labastida, y luego de una pausa, expresa:
—Ni hablar, mi Eliazar, aquí va a cambiar todo.
II
En la semana de regreso a clases, en la Preparatoria confesional donde trabajaba el profesor Labastida, se encontró con un grupo de docentes, en el receso largo. Advirtió que varios profesores conversaban impetuosos, en una sección de la sala de docentes: el maestro Torres Lemus, decano y uno de los más críticos de la escuela; Montalvo, antiguo profesor de historia universal; Meixueiro y Ramírez, docentes de psicología el primero y de sociología el segundo, y que habían estado impulsando el desarrollo de un boletín o una revista cultural entre los estudiantes.
César Labastida saludó respetuosamente a los compañeros, los felicitó por el año nuevo con prudentes abrazos y se incorporó en la plática, escuchando con deferencia.
—¿Y cómo le fue a usted de vacaciones, profesor Armando? —interrogó Montalvo al docente de psicología.
—Pues no me lo van a creer… —respondió, gesticulando con intensidad y tomando aire, describió: —Estuve en Chiapas con dos amigos. Del 20 al 26 de diciembre. Recorrimos varios lugares: Bonampak, Lagunas de Montebello, San Cristóbal, cascadas de Agua Azul, Comitán… Cuando íbamos camino a Bonampak en el zakura de mi amigo, por una terracería interminable, nos encontramos al menos tres retenes militares. Nos paraban, nos revisaban y escudriñaban el carro como si fuéramos criminales. Yo pensaba que andaban buscando drogas o algo así. Imagínense, uno de mis amigos es güero de iztapalapa, de cabello muy largo, y mi otro amigo es moreno moreno de Coyoacán… Bueno, resulta que cuando nos detuvieron en un retén y después de cachearnos y de revisar el carro hasta por debajo de las llantas, un militar nos increpó: “Ya saquen las armas, güeritos”. ¿Las armas? Nos preguntábamos desconcertados… La Navidad la pasamos en San Cristóbal de las Casas —continuó el profesor de psicología. —Y mientras estábamos en la habitación del hotel, uno de mis amigos preguntó que si habíamos escuchado unos balazos. Le dije que no eran balazos, que era Navidad y que seguramente eran cohetes. Pero nos llamó la atención que en la Catedral no se hubiera celebrado alguna misa por la tarde y por la noche… Y ya que habíamos regresado del viaje, nos venimos a enterar que el 1o de enero se levantó en armas un grupo de indígenas en San Cristóbal de las Casas. ¿Quién se lo hubiera imaginado? Por lo visto lo de los cohetes, eran balazos; y los del ejército sabían algo por la forma en que nos interrogaron en los retenes…
—No, pues antes está aquí, Armando. —señaló el maestro Torres Lemus.
—¿No andarán metidos ustedes en el movimiento zapatista? —Dijo el profesor Ramírez en tono burlón. —Tú siempre metido en las grandes broncas, pequeño Meix.
En silencio, el profesor Labastida se alegró de escuchar el testimonio que confirmaba lo que Eliazar le había mostrado en el periódico La Jornada.
III
César Labastida no está tan seguro de que haya cambiado todo con el levantamiento zapatista, pero de lo que sí está seguro es de que, a partir de ese acontecimiento, la esperanza de transformaciones creció en todo el mundo. Sabía, por ejemplo, que los millones de indígenas en México vivían en la marginación y el olvido. Con educación, salud, alimentación y viviendas precarias. Subsistiendo en proceso de extinción. Por eso cuando escuchó por vez primera al subcomandante Marcos, cubierto con un pasamontañas negro, el 18 de enero de 1994, frente a la supuesta amnistía que ofrecía el presidente Carlos Salinas de Gortari, se emocionó. Y recuerda hoy, treinta años después, esas palabras:
“¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De no haber aceptado humildemente la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono? ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo?”
IV
Después del histórico acontecimiento del EZLN, para el profesor César Labastida Esqueda vinieron los compromisos de participación ciudadana en marchas de apoyo al movimiento zapatista; que, se sabe, evitaron la masacre en la Selva Lacandona contra los indígenas levantados.
La lectura de los comunicados y cartas fue una constante entre los muchos ciudadanos que tenían esperanza en que se transformara el país. Los cuentos del viejo Antonio fueron un oasis en medio del capitalismo voraz que estaba socavando el planeta. Y una computadora conectada a internet que se movía por todo el estado de Chiapas transmitía y multiplicaba por el mundo entero los escritos y mensajes zapatistas. Luego vinieron las intermediaciones, donde personalidades de la sociedad civil, intelectuales y religiosos jugaron un papel fundamental: el obispo Samuel Ruiz, Pablo González Casanova, el padre Gonzalo Ituarte, Luis Villoro, Adolfo Gilly… Y así llegaron los acuerdos de San Andrés, los Aguascalientes…
Un día del año 1996, el profesor Labastida recibió una llamada telefónica de la Secretaría de Educación del Estado de Chiapas. Lo invitaban a dar dos cursos de posgrado, intensivos. César ni siquiera escuchó los temas. Con toda la carga simbólica de un futuro promisorio y vientos de cambio que representaba ese lugar, ni lo pensó. Aceptó de inmediato.
V
El profesor César Labastida se preparó lo mejor que pudo e impartió el curso durante dos semanas en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Los miércoles por la tarde, César descansaba en una habitación del Hotel María Eugenia, en una avenida cercana al centro de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. Uno de esos días, recibió una llamada del maestro y funcionario chiapaneco que lo había contactado.
—Miré profe Labastida, qué bueno que está acá para lo del curso, pero la verdad lo estamos invitando para otra cosa. ¿Podría bajar al Lobby?
—Con mucho gusto. —contestó César, que ante la confidencia podía esperarse todo, tanto lo mejor como lo peor.
Ya en el lobby del hotel, la conversación continuó cara a cara.
—Nosotros lo que queremos es que nos ayude a revisar este documento. Es una Maestría en Educación Ambiental. Queremos que nos dé su opinión.
—Mmm… les doy mis comentarios el viernes, ¿le parece? Antes de regresarme al Distrito Federal.
César Labastida leyó el texto engargolado que contenía 120 cuartillas. Y antes de que lo llevaran al aeropuerto, comió con los funcionarios chiapanecos.
—Les doy mi opinión o quieren un dictamen técnico. —expresó Labastida con profesionalismo.
—Ninguna de las dos. Queremos que nos ayude a acabar el documento y que eche a andar ese posgrado aquí en Chiapas. ¿Le entra?
El Zapatismo cumplía tres años de existencia y ya había empapado con su ética muchos de los principios de César Labastida. Por eso inmediatamente contestó:
—Sí le entro, pero voy a necesitar 10 docentes de aquí, que tengan nivel posgrado, mínimo maestría de Chiapas y que conozcan la realidad del mundo y del estado. Además, voy a traer a mi equipo para realizar ese programa colegiadamente. No vamos a imponer un Programa Académico, lo vamos a construir entre todos, dialogando con los profesores de acá; por lo que necesitaremos venir al menos, tres veces… nosotros solo ayudaríamos impartiendo docencia a la primera generación, después el posgrado es responsabilidad de ustedes. Nosotros regresamos a nuestro cubículo en nuestra universidad.
VI
Para César Labastida y su equipo de académicos, estar en Chiapas en 1997 y crear en colaboración un plan de estudios, fue una extraordinaria experiencia y un premio a sus vidas. En los trabajos colegiados del programa de posgrado, aprendieron que Marcos no era un líder, sino una esencia. Aprendieron que el movimiento magisterial de la coordinadora había iniciado allí, en Chiapas. Los profesores de la región les hablaron de que lo que se había dado a conocer en 1994, no acabaría pronto; les platicaron de cuando llegaron los Zapatistas a San Cristóbal de las Casas, la madrugada de aquel primero de enero; los acercaron a tradiciones y conocimientos profundos de la cultura chiapaneca; conocieron en persona a Tatic, el obispo Samuel Ruiz. Conocieron y se reconocieron en maestros de gran trayectoria, militantes y educadores ambientales de base.
Así, en esa experiencia académica compartieron conocimientos, intercambiaron saberes, hablaron de diseño curricular y terminaron el documento. El programa académico se implementó por solo una vez de 1999 al 2001.
VII
El profesor César Labastida, en sus diferentes cursos, sigue leyendo con sus alumnos Siete piezas sueltas del rompecabezas mundial. (El neoliberalismo como rompecabezas: la inútil unidad mundial que fragmenta y destruye naciones). Y cada vez que revisan el documento, los estudiantes descubren nuevas cosas y conceptos; él también encuentra nuevas interpretaciones e ideas, como aquella primera vez que lo leyó en Le monde, versión en español, en junio de 1997.
El maestro Labastida nunca ha olvidado al EZLN: ha estado al pendiente de “los caracoles”; de los cambios culturales que hoy vemos por todos lados en los pueblos originarios y en las sociedades democráticas; de la presión constante que ha recibido el movimiento, expresada en una violencia que no parece terminar; y de las resistencias que aún se mantienen vivas en formas creativas. Por eso, César Labastida nunca olvidará al movimiento Zapatista. Así que, en estos 30 años en que irrumpió en el mundo el EZLN, ha decidido seguir leyendo en sus cursos el texto de Marcos, Siete piezas sueltas del rompecabezas mundial, para analizar, discutir, replantear y reconocer con sus estudiantes, la asombrosa e implacable vigencia que representa el documento en el 2024.
Y en un dejo de entusiasmo, el profesor Labastida exclama: “¡Todos somos Marcos! ¡Todos somos Zapatistas!”