I Despertares
El 1 de enero de 1994 es inolvidable para muchos mexicanos, particularmente para quienes estábamos fuera de la zona de Chiapas y alejados de la realidad de los movimientos campesinos en México, y aún no terminábamos de digerir el absurdo surrealismo que significaba el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, el menos priista de los presidentes del PRI dicho en sentido negativo, con todo lo que ello implica.
Salinas había ganado las elecciones con un evidente (y no probado) fraude al candidato de una izquierda tradicional, Cuauhtémoc Cárdenas, y con la presión de un derechista remasterizado, Manuel Clouthier. Incluso con los resultados oficiales, era claro que uno de cada dos mexicanos no quería a Salinas.
Carlos Salinas había prometido modernidad, y la cumplió. Claro, lo que muchos no quisieron darse cuenta es que la modernidad significaba entregarnos al neoliberalismo económico, a un Tratado de Libre Comercio completamente asimétrico, a la pérdida de autonomía nacional y a la progresiva erosión de muchos derechos humanos.
Durante unos dos años, Salinas y cierto México vivió un tórrido romance, que empezó a desgastarse con la comprensión de que la macroeconomía “exitosa” no significaba una vida mejor; con temor a pecar de narcisista, a raíz de estas políticas neoliberales unos meses después perdería mi trabajo en Ruta 100 y permanecería casi dos años sobreviviendo como subempleado. En marzo de1994, el circo del salinato se complica con el homicidio en Tijuana de Luis Donaldo Colosio, un priista mucho más tradicional y nacionalista, en un crimen que manchó, más, la imagen del entonces presidente y su sexenio. Por cierto, casi 30 años después, Luis Donaldo Colosio Rojas, hijo del candidato muerto, pide al presidente López Obrador que dé carpetazo al caso del presunto homicida, a lo que el presidente se negó completamente.
En resumen, el despertar del 1 de enero, con milicianos embozados peleando contra el ejército nacional en Chiapas terminó de despertar a algunos y espantó a otros. El levantamiento del EZLN simplemente cambió a México.
II Victoria por terquedad
Después del descontrol del gobierno, y gracias a la victoria mediática internacional del EZLN, se establece un alto al fuego que llevará, en febrero de 1994, a los Diálogos de San Andrés que eventualmente conducirán a los Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígena, que proponen reformas constitucionales para reconocer y respetar los derechos indígenas.
Entre 1996 y hasta 2001 la presencia de los Zapatistas es innegable en la vida pública de México. De acuerdo o no con ellos, nadie serio puede negarles la calidad de interlocutores válidos. Sin embargo, hartos de las vueltas de la política nacional, el EZLN retoma en2001 la acción pública con la Marcha del Color de la Tierra para presionar por el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés
Los diálogos, que muchas veces parece que se llevaran no solo en idiomas diferentes, sino en distintas dimensiones histórico-temporales, en la que el Gobierno escucha lo que quiere, los medios interpretan bajo la óptica del poder establecido y mucho de la sociedad mexicana sigue viendo a los indígenas desde un punto de vista total y aberrantemente racista. Así, en 2006 el EZLN decide realizar “La otra campaña”, que busca construir una agenda política alternativa y movilizar diversas organizaciones y comunidades. Los Zapatistas llegan a casi todos los rincones de la nación, y su mensaje permea las diversas capas de la sociedad.
En 2018, con el apoyo del EZLN, se crea el Concejo Indígena de Gobierno (CIG) y se lanza la candidatura de María de Jesús Patricio Martínez, conocida como Marichuy, a la presidencia de México en una estrategia no tanto para lograr el poder, sino para mostrarse en la vida pública y política, de llegar a la gente. Tuve la oportunidad de cubrir varios mítines de Marichuy en la Ciudad de México y soy testigo de que su voz llegó a la conciencia de muchas personas.
III Largo y sinuoso camino
Es innegable que el EZLN ha recorrido un largo y sinuoso camino (dirían los Beatles) para lograr el reconocimiento de los derechos indígenas y el respeto de su identidad, desde un punto de vista profundo y no como meras piezas del museo folklórico tan preciado de la sociedad mexicana, llena de bancos, estadios, parques y ciudades “aztecas”, pero tan falta de sensibilidad hacia uno de los componentes esenciales de nuestro ser, y que en muchos casos insiste en ver a los indígenas como menores de edad, subpersonas o personajes de comedia.
El zapatismo ha abogado por una redistribución más equitativa de los recursos y la tierra, destacando las desigualdades económicas y sociales en México. ¿Nos hemos preguntado, seriamente, la razón de que tantas comunidades indígenas vivan en las sierras o en los desiertos? ¿Será por el gusto por los paisajes agrestes? No, evidentemente es porque allí los hemos aventado mestizos y criollos. Por eso, el Zapatismo insiste en la creación de las Juntas de Buen Gobierno en las comunidades zapatistas busca establecer formas de autogestión y participación comunitaria, promoviendo un enfoque más igualitario en la toma de decisiones.
De ese modo, los Zapatistas defienden la participación ciudadana y la autonomía de las comunidades como elementos esenciales para fortalecer la democracia. Así, la creación de los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno reflejan la búsqueda de formas alternativas de organización política basadas en la participación directa de la población.
IV La educación modernizadora
Curiosamente, y en contra lo que muchos puedan pensar, el Zapatismo se ha mostrado como una fuerza moderna, adaptable y que aprende de sí misma y su actuar, al contrario de las ideas neoliberales e, incluso, mucho del actuar de algunas izquierdas. Entendieron que la autonomía y la identidad pasan por lo global; comprenden que el mundo está interconectado, y más que nadie, saben de la importancia de la comunicación y la opinión pública.
Otra de las fuerzas del movimiento zapatista es la importancia que le dan a la educación como herramienta de empoderamiento. Es notorio que el EZLN reconoce la importancia de la educación como una herramienta fundamental para empoderar a las comunidades, especialmente a las poblaciones indígenas y se enfoca en proporcionar conocimientos y habilidades que permitan a las personas participar activamente en la toma de decisiones y en la gestión de sus propias comunidades.
Para ello, consideran el impulso de una educación autónoma y culturalmente relevante, que respete y promueva la diversidad cultural, porque a diferencia de lo que muchos podríamos suponer (racistamente) los indígenas no son uno con las mismas aspiraciones, sueños, necesidades y vivencias, sino múltiples e, incluso, pueden llegar a ser opuestos. Para ello, los Zapatistas han procurado desarrollar sistemas educativos autónomos que reflejen las necesidades y valores específicos de las comunidades.
Las comunidades zapatistas han establecido sus propias escuelas autónomas, conocidas como "Escuelas Zapatistas" o "Escuelas Autónomas Zapatistas" (EAZ), que buscan proporcionar una educación que sea relevante culturalmente y que fomente la participación comunitaria en el proceso educativo. El Zapatismo entiende a la escuela no como un lugar físico sino como un espacio simbólico en el que el modelo educativo zapatista se centra en la participación activa de la comunidad en la toma de decisiones sobre la educación.
Las decisiones relacionadas con el contenido curricular, los métodos de enseñanza y la gestión de las escuelas se toman de manera colectiva, reflejando los principios de autogobierno y participación directa. Todo ello implica, como debe ser, un rechazo total y absoluto del modelo de educación neoliberal, que es ajeno a las necesidades y realidades de las comunidades indígenas. El modelo educativo que proponen, por el contrario, busca establecer un sistema que no reproduzca las desigualdades sociales y que esté alineado con los valores zapatistas de justicia y equidad.