La Organización Meteorológica Mundial (OMM) alertó sobre la posibilidad de que este año se registre un aumento del calentamiento global y las temperaturas. La causa: la presencia del fenómeno El Niño. La última vez que se presentó en 2016, murió por el calor un tercio de los arrecifes de la Gran Barrera de coral, y algunas ciudades, como Kuwait, registraron temperaturas arriba de 54 grados. El Niño elevaría la media de las temperaturas extremas con lo cual, por ejemplo, en amplias regiones el invierno sería mucho más cálido. Para Bill McGuire, profesor emérito en el University College London, pueden registrarse este año récord de la temperatura más alta. Y agrega que en el norte de África, Medio Oriente y el sur de Asia, superarían los 55 grados. En resumen, 2023 apunta a más calor y más sequía.
Y esto ya se nota en países como Francia, donde este año registra el mayor número de días con falta de lluvias, mientras las corrientes hídricas de los países europeos aún no recuperan los niveles que registraban en 2021. En México el déficit de lluvias ya alcanza este año casi 30 por ciento respecto del promedio histórico. Y ello cuando el calor se deja sentir en diversas partes del país, como San Luís Potosí, Guanajuato, Jalisco, Campeche, Tamaulipas, Oaxaca, Guerrero y Veracruz, por ejemplo. Además, el Sistema Cutzamala, que aporta agua a la Ciudad de México y a parte de su zona conurbada, está casi a la mitad de su capacidad de almacenamiento: más de la quinta parte de su promedio histórico. Igual otros embalses que surten a la población y las actividades económicas. Es el caso de Valle de Bravo y las presas Villa Victoria y El Bosque. Todo indica entonces que se dispondrá de menos agua almacenada en la cuenca de México, donde vive una cuarta parte de la población nacional.
Cuando apenas comienza marzo, hay desabasto en varias partes del país. De incierto calificó el alcalde de Monterrey el futuro del agua en esa ciudad y su área metropolitana, por la escasez de lluvia, que afecta también al estado de Nuevo León. Una muy discutida forma de resolver el problema junto con Tamaulipas, es traspasar del río Pánuco 30 metros cúbicos de agua por minuto para abastecer a nueve de los 10 municipios fronterizos de dicha entidad y a la presa Cerro Prieto, en Nuevo León. Esa magna obra se realizaría con recursos del Banco de Desarrollo de América del Norte, NADbank. Pero desde que hace décadas se planteó, se advirtió la imposibilidad de tratar el caudal del Pánuco para abastecer a la población y a parte de las actividades agrícolas. La razón: esa cuenca hidrográfica figura entre las tres más contaminadas, al lado de la del Coatzacoalcos y la del Lerma-Chapala-Santiago. El alto nivel de deterioro que registran está suficientemente documentado por las más reconocidas instituciones nacionales especializadas en el tema. Y hasta por el gobierno federal a través de la Comisión Nacional del Agua.
Otra región que se distingue por la falta de agua debido a la explotación irracional del manto freático (gravemente contaminado con arsénico) es La Laguna, conformada por cinco municipios de Coahuila y cuatro de Durango. Promesas van y vienen cada sexenio y el problema crece, al grado que la Suprema Corte de Justicia de la Nación otorgó un amparo a las organizaciones ecologistas y del sector rural que llevan años exigiendo proteger el entorno ambiental de dicha región y en especial el agua. Al respecto, cabe señalar que un estudio realizado en 2016 demostró que es nula la disponibilidad de líquido del acuífero lagunero. El alto tribunal de justicia exige realizar estudios científicos para ver la disponiblidad de agua en La Laguna, antes de otorgar prórrogas de las concesiones para disponer de ella y/ otorgar nuevas. Este sexenio se anunció un programa para resolver la carencia de agua en tan importante región, además de garantizar su calidad. No se ha cumplido.
No llega la estación de verano y ya se deja sentir la falta de agua en cantidad y calidad suficientes.
Un bien público convertido en mercancía
Son evidentes los problemas que tendremos por la escasez de lluvias, el aumento de temperatura y la sequía. Y cómo algunos embalses claves para dotar de agua a los hogares y las actividades económicas estaban muy por debajo de su nivel. Es el caso del Sistema Cutzamala, integrado por los de El Bosque, Valle de Bravo y Villa Victoria, que proporcionan parte del líquido que se consume en la Ciudad de México y su área conurbada. No era la mía una advertencia exagerada, pues la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum anunció después que viviremos una sequía muy severa en marzo, abril y mayo por falta de lluvias. Y que se suma a la de los tres últimos años. La Ciudad de México recibirá 24 por ciento menos agua del Cutzamala, en comparación con 2019. Entonces fueron 10.5 metros cúbicos por segundo. Ahora apenas ocho. Con el agravante de que los embalses del Cutzamala están a la mitad de su capacidad de almacenamiento. Igual los pozos y el Sistema Lerma.
Las alcaldías más afectadas son las que siempre tienen problema de abasto: Iztapalapa, Tlalpan, Iztacalco, Venustiano Carranza, Coyoacán. También las otras 11 en menor grado. Y para enfrentar la situación, las autoridades anunciaron una estrategia para maximizar las fuentes de abasto, ahorrar agua, distribuirla equitativamente a través de 600 pipas donde no llega por la red, y una mejor coordinación entre los gobiernos de la metrópoli. Además, construirán una planta de bombeo en el Sistema Lerma, se reforzará la atención a pozos y plantas potabilizadoras para beneficiar a más de 4 millones de habitantes. Cabe señalar que el sector industrial cuenta con sus propio sistema de abasto vía pozos concesionados por la Comisión Nacional del Agua. La mandataria anunció que se buscará que la industria ceda parte del líquido que extrae, en beneficio de la población.
El problema de no contar con agua suficiente y de buena calidad en los hogares data de sexenios anteriores. En cada uno se prometió resolverlo. Todo queda en promesa. Así, el líquido lo acaparan poderosos intereses económicos y las clases sociales más favorecidas por la fortuna. En cambio, son los grupos con menos ingresos los que más dinero gastan en proveerse del líquido cuando no les llega por la red pública. Y la que sí, no es apta para beber ni cocinar. Se ven obligadas a comprarla en garrafones, un próspero negocio. Un bien público convertido en mercancía.
A la par, los asentamientos humanos y las actividades industriales crecen sin mínima planeación. Como en las entidades fronterizas con Estados Unidos. Todos los estudios muestran desde hace décadas que escasea el líquido por mal uso, acaparamiento y carencia de políticas públicas que garanticen un ordenamiento territorial acorde con el ambiente y los recursos naturales, en especial el agua. El jueves pasado Abraham Nuncio mostró la injusticia que distingue al estado de Nuevo León y Monterrey, su capital, en la dotación de agua, desde siempre en favor del gran capital. Ese día toda la entidad fue declarada en crisis hídrica.
Las medidas que ahora se anuncian para la Ciudad de México y su zona conurbada y en otras regiones del país, son paliativos que aplazan la solución integral del problema. Por ejemplo, ausentes las obras para captar al máximo el agua de lluvia y utilizarla para llenar los grandes embalses y el manto freático. Ningún centro urbano trata las aguas negras de los hogares y la industria, como exige la ley. Van a dar a las cuencas hidrográficas, contaminándolas al extremo. En fin, no se cumple la norma constitucional que ordena proveer a la población de agua de calidad y suficiente. Ni el derecho a la salud, pues el agua contaminada ocasiona muchas enfermedades. Por si fuera poco lo anterior, hace ocho días La Jornada destacó el peligro de que la sequía y la falta de lluvias ocasionen incendios devastadores. Con el agravante de que perdemos cada año decenas de miles de hectáreas boscosas, las fábricas naturales de agua.
Pese a tan sombrío panorama, sigue sin aprobarse en el Congreso la nueva ley de aguas. Primero los intereses privados, al final los de la gente.
En recuerdo de Enrique Florescano y con un abrazo para Alejandra, Claudia y Valeria.