En una reciente reunión familiar, me tocó escuchar la conversación entre dos sobrinos acerca del proceso de titulación. El primero, que está terminando los estudios universitarios, comentó que podría obtener el título de licenciatura por su buen promedio de calificaciones, pero que estaba considerando preparar una tesis, aunque aún no tenía claro el tema. La segunda, una joven graduada de maestría, muy inteligente y pragmática, lo instaba a aprovechar la oportunidad de titularse de inmediato por su alto desempeño, porque la inversión de tiempo para elaborar la tesis lo dejaría rezagado del campo laboral respecto a egresados de instituciones privadas de educación superior, algunas muy prestigiosas, puesto que expiden el título sin ningún otro requisito que el cumplimiento del 100% de créditos con calificación aprobatoria. Para reforzar su opinión, afirmó que las tesis sólo las lee el catedrático asesor del trabajo y los sinodales asignados por la institución: “una tesis es un libro que casi nadie lee”, sentenció categóricamente.
Luego agregó que el proceso de elaborar una tesis es muy difícil porque se hace en solitario, ya fuera de la rutina de estudio a la que el egresado estaba acostumbrado, cuando recibía la orientación del docente encargado del Seminario de Titulación y los compañeros del grupo. Resulta arduo gestionar el tiempo, las actividades de investigación y la tarea de redacción del documento, lo que ella considera extenuante y poco provechoso para la incorporación al mercado laboral, puesto que los empleadores se interesan más en ciertas competencias que requiere el puesto de trabajo que en las tesis del candidato.
Esta argumentación nos lleva a cuestionarnos: ¿la tesis puede ser una buena evidencia de la preparación lograda por un egresado? y, por lo tanto, ¿la defensa del documento ante un jurado es un mecanismo adecuado para que se le expida un título respaldado por la universidad?
Justamente porque la elaboración de la tesina y la tesis parecía ser uno de los factores de baja tasa de obtención del grado entre los egresados, hace más de una década en la UNAM se aprobaron otras opciones de trabajo de titulación y los Comités de Programa de cada licenciatura establecieron cuáles eran los más congruentes con los planes de estudio de las diferentes carreras. Aquí la lista:
- Tesis o tesina y examen profesional
- Seminario de titulación
- Ensayo
- Informe académico (artículo, investigación, elaboración de material didáctico)
- Examen general de conocimientos
- Actividad de investigación
- Totalidad de créditos y alto nivel académico
- Por trabajo profesional o práctica de trabajo profesional
- Por actividad de apoyo a la docencia
- Por actividad de apoyo a la investigación
- Por proyecto de apoyo a la divulgación
- Mediante estudios de posgrado
- Por ampliación de conocimientos en la propia facultad o inter-facultades
- Por servicio social profesional o informe de servicio social
- Por labor empresarial
- Por exámenes internacionales
- Por informe de estadía práctica
- Por prototipo profesional
- Seminario de desarrollo en un área de conocimiento
- Por estudios en el extranjero
- Por diplomado para efectos de titulación
- Por diseño de un sistema o proyecto para una organización
- Por estudios de especialización
- Por servicio social rural
- Por proceso de atención (Enfermería)
- Por traducción comentada
- Por notas a un programa (musical)
- Por grabación como intérprete de música mexicana
- Por taller de intervención profesional vía diplomado
- Por reporte laboral y actualización telemática
- Defensa de un caso práctico ante un sínodo (Derecho)
Las características y requisitos que conlleva cada opción están expuestas detalladamente en un documento general de la UNAM y en fascículos por cada licenciatura. Ante este amplio abanico de formas de titulación, los estudiantes con frecuencia se sienten agobiados y confundidos.
En mi larga trayectoria como docente universitaria y despeñándome como tutora, he tratado de orientar a varios alumnos sobre lo que les podía convenir de acuerdo con sus competencias, intereses y circunstancia personales.
El primer factor a considerar es si el egresado cursó una licenciatura profesional o una licenciatura disciplinar. En el primer caso, se prevé la formación en conocimientos aplicados a la solución de problemas reales concretos, lo que implica el desarrollo de razonamiento teórico, pero también de muchas competencias de tipo práctico: en ese grupo se encuentran carreras como Medicina, Ingeniería, Arquitectura. En el segundo caso, la formación se dirige al conocimiento teórico, habilidades de reflexión y competencias de investigación para acrecentar el cuerpo de saberes de la disciplina; en esta categoría se ubican la Filosofía, las Ciencias Básicas, las Matemáticas, las Letras Clásicas. Quienes estudian carreras profesionales suelen emplearse en instituciones públicas y privadas para gestionar y llevar a cabo proyectos de mejora más bien prácticos, en corporaciones o entornos sociales. Quienes estudian licenciaturas disciplinares suelen dedicarse a la investigación y la docencia a nivel superior. Pero esta dicotomía tiene bordes difusos, porque otras carreras pueden moverse entre lo teórico y la práctico en distintas medidas. Así ocurre en Pedagogía, Sociología, Economía, Comunicación.
El segundo factor a considerar son los intereses particulares de cada alumno en relación con la licenciatura. La tesis, la tesina, el ensayo, el informe académico, son pruebas de conocimiento adecuadas para los aspirantes a titularse de las licenciaturas disciplinares, porque exigen la demostración de que pueden reflexionar sobre constructos teóricos e ir ampliando los alcances de un campo de saber en una disciplina. Pero es importante que el estudiante tenga interés por seguir una carrera académica, con lo cual también le convendría elegir entre las opciones de especialidad o estudios de posgrado.
Si un estudiante no tiene un interés particular por la investigación y quiere seguir explorando sobre los campos de aplicación de la carrera que estudió antes de incorporarse el campo laboral, entonces quizá le resulte más útil la profundización de conocimientos, un diplomado, actividades de apoyo a la docencia, a la investigación o a la divulgación, un seminario de desarrollo en un área de conocimiento, los estudios en el extranjero. Estas opciones tienen la ventaja de que se da un acompañamiento más cercano al estudiante en el proceso de desarrollar los productos con los que va a demostrar su competencia.
Para quienes ya están en el campo laboral y requieren el título como mecanismo de mantenimiento o promoción del empleo, evidentemente los informes de servicio social y de trabajo profesional son la mejor elección. Les permite exponer sus experiencias y reflexionar sobre los conocimientos y habilidades que han puesto en juego para cumplir los requerimientos de la institución en la cual se desempeñan. Obviamente para cada licenciatura estas opciones prácticas adquieren matices particulares, como el proceso de atención en Enfermería y Obstetricia, las notas a un programa en Música, la traducción comentada en Letras Clásicas, el desarrollo de un prototipo profesional en Comunicación, etc.
El examen general de conocimientos es una opción que eligen muy pocos estudiantes porque significa someterse a un instrumento que contiene una muestra representativa de reactivos de todas las asignaturas estudiadas a lo largo de la carrera. La prueba mide conocimiento de conceptos, pero también puede incluir algunos problemas que requieren aplicación de conocimiento procedimental, análisis y síntesis de información. Existen exámenes de Medicina y Ciencias Básicas que incluyen simulaciones para la toma de decisiones. Es una opción muy exigente que requiere el repaso cuidadoso de todos los contenidos revisados durante la licenciatura.
A pesar de su variedad, todas las opciones de titulación se basan en evaluar a través de la lectura y la escritura. Ése es el verdadero meollo del problema. Como lo ha establecido claramente Paula Carlino (2005) debemos preparar a los estudiantes para comprender y producir los géneros textuales que son de uso común en el desempeño de una disciplina o una carrera profesional. Si no los vamos preparando en ese sentido, cualquier trabajo de titulación les resultará difícil.
Ciertamente, también enseñamos a través de la lectura y la escritura, y en el proceso debemos hacer conscientes a los estudiantes de la función y utilidad de los diferentes géneros textuales que consultan y producen los especialistas en una disciplina o una carrera profesional. No es un asunto menor. Los estudiantes a menudo llegan a la universidad con deficiencias en las habilidades de lectoescritura generales y pocos planes de estudio contemplan la inclusión de asignaturas de nivelación para esa competencia. Escasos son los profesores se ocupan de hacer explícitos a los estudiantes los formatos y características discursivas de los documentos que se utilizan en el campo real de trabajo de los profesionistas. Asumen que basta mostrárselos a los alumnos para que ellos aprendan a analizarlos y redactarlos, pero no es así.
La cuestión clave es si es válido evaluar la competencia de un egresado con una tesis o cualquier otro trabajo escrito, si no ha recibido a lo largo de sus estudios una preparación para elaborarlo como es debido. En muchos casos tampoco se le prepara para ser interrogado por un grupo de expertos sobre ese documento.
Carlino enuncia varios principios del trabajo docente universitario encaminados a formar en los estudiantes las competencias de lectura y escritura que necesitan para desempeñarse con éxito en las prácticas letradas en una disciplina o profesión:
- No se aprende por mera recepción, los docentes deben propiciar acciones cognitivas para que los alumnos se apropien y transformen el conocimiento colectivo.
- Los contenidos de aprendizaje deben abordarse recursivamente con diferentes instancias a fin de que se asimilen paulatinamente.
- Los profesores deben propiciar situaciones de diálogo entre los principiantes y los expertos de cierta comunidad disciplinar.
- Los docentes deben procurar un ambiente que favorezca la autoconfianza y del sentido de logro del estudiante en las tareas que debe realizar para su formación.
- Es importante encontrar medios para acercar las expectativas del docente al punto de vista de los alumnos.
- Leer y escribir son procesos de aprendizaje que contribuyen a la construcción de comunidades académicas, que de esa manera generan, preservan y transmiten saberes.
- Los alumnos necesitan explicitación y guía para integrarse a la cultura académica de la disciplina o profesión en que se están formando.
- Los docentes deben orientar a los estudiantes sobre las prácticas discursivas universitarias para que vayan logrando paulatinamente la autonomía en el estudio.
- Los alumnos deben ser consultados y corresponsabilizados sobre las tareas que se les proponen para el aprendizaje.
- La enseñanza investigativa y la investigación sobre la acción son alternativas útiles para desarrollarse profesionalmente como docentes en la universidad.
Si se procura seguir esos principios en los cursos universitarios, el trabajo de titulación debe ser la oportunidad del egresado de demostrar lo que es capaz de hacer con el conocimiento adquirido durante sus estudios universitarios, de manera que se pueda validar su competencia para enfrentarse a los desafíos que encontrará en el campo profesional y/o académico más adelante.
Referencias
Carlino, P. (2005) Escribir, leer y aprender en la universidad. Una introducción a la alfabetización académica. Fondo de cultura económica: México.
Dirección general de Administración escolar (2011) Opciones de titulación en la UNAM. Facultades y escuelas. Cuadernos básicos de administración escolar 004. Secretaría General. UNAM, México., disponible en https://www.pveu.unam.mx/titulacion/opcionestitu2011.pdf