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Jueves, Noviembre 21, 2024

Paul Auster

Siempre he tenido predilección por leer las autobiografías de escritores y filósofos. Me parecen que son el complemento de sus trabajos literarios. De tal manera que cuando me enteré que Paul Auster publicó sus memorias en un libro titulado Winter Journal me apresuré a leerlo.

El 3 de enero de 2011, exactamente un mes antes de su cumpleaños número 64, el autor de la Trilogía de Nueva York se sentó y escribió el primer párrafo de sus memorias. En un poco ortodoxo y bello examen de su vida, visto a través de su cuerpo, nos cuenta aspectos que van desde su niñez hasta el borde de la vejez. Nos expresa un universo de sensaciones físicas, de placeres y dolores: el despertar del deseo sexual como adolescente a los lazos cada vez más profundos del amor conyugal, de las meditaciones sobre comer y dormir al “escandaloso y celebratorio momento de claridad” en 1978 que lo puso en un nuevo rumbo como escritor.

El primer párrafo nos señala lo que muchos pensamos, pero no sabemos expresar: “Piensas que nunca te sucederá, que eso no puede pasarte, que eres la única persona en el mundo a quien ninguna de esas cosas pasan, y entonces, una a una, todas ellas empezarán a sucederte, en la misma forma en que le pasan a todo el mundo”.

En las diversas autobiografías que he leído hay momentos en que surge la identificación con situaciones que, aunque no exactamente, uno ha vivido. Es el caso del momento en que describe lo que es el beisbol para él. Al leer ese párrafo reviví los años de mi  niñez y adolescencia, y la emoción de esa época en la que jugué beisbol. La ceremonia que iniciaba con vestir el uniforme, llegar al diamante, aspirar el aroma de la rojiza tierra húmeda. Admirar césped que lanzaba destellos debido a las gotas de rocío que se quedaron atrapadas en sus finos tallos. Y el clímax: el momento de entrar al campo y practicar el juego que a uno le apasiona. A continuación, reproduzco un párrafo de su Winter Journal, relacionado con el beisbol:

 

 “Más sutilmente, más bellamente, más gratificante a la larga, había un habilidad en constante evolución para jugar béisbol, el menos violento de los deportes, y la pasión que desarrollaste a partir de los seis o siete años. Atrapar y lanzar, apresar los rodados en tu guante, aprender dónde posicionarte en cada momento durante un juego, dependiendo de cuántos outs hay, de cuántos corredores hay en las bases, y saber por adelantado qué debes hacer cuando la pelota golpeada vaya en tu dirección: lanzarla a home, a la segunda base, tratar de hacer un doble play, o alguna otra jugada, porque tú juegas la posición de parador en corto, o short stop, correr hacia el jardín izquierdo, después de un hit sencillo y luego girar para hacer que el tiro de relevo llegue al lugar correcto en el campo. Nunca un momento aburrido, a pesar de lo que los críticos del juego deben pensar: siempre atento, en un estado de anticipación constante, tu mente agitada con las diversas posibilidades, y luego la repentina explosión, la pelota acelerando hacia ti y la urgente necesidad de saber lo que debe hacerse, los reflejos rápidos necesarios para realizar tu trabajo y la exquisita sensación de recoger una pelota a ras de tierra, a tu izquierda o tu derecha y hacer un lanzamiento fuerte y preciso a la primera base. Pero no hay placer más grande que golpear la pelota, acomodarte en la caja de bateo, observar los movimientos del lanzador antes de que arroje la pelota, y golpearla limpiamente, sentir la pelota haciendo contacto con la parte más gruesa del madero, el sonido del golpe que resuena en tus oídos mientras la ves volando profundamente hacia alguno de los jardines, no, no hay sentimiento parecido, nada más cerca de la exaltación a partir de ese momento, y debido a que te vuelves cada vez mejor a medida que pasa el tiempo. Hubo muchos de esos momentos, y viviste para ellos de esta manera y nada más, envuelto totalmente en este juego de niños sin sentido, pero ese fue el ápice de la felicidad para ti en ese entonces, lo mejor que tu cuerpo pudo hacer”.

 

Es el beisbol como estratagema para sobrevivir, para enfrentar y resolver los problemas que se presentan en la vida cotidiana. Para saber, en determinado momento, en qué parte de la vida debe uno colocarse.

 

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“pálido.deluz”, año 10, número 147, "Número 147. Nuevas rebeldías, nuevos activismos: hacia una educación divergente. (Diciembre, 2022)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández,calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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