Discurso pronunciado en la ceremonia de la entrega de Medallas al Mérito Universitario a docentes en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán el 17 de noviembre de 2022.
Es un gran honor para mí dirigirme a ustedes en representación de los profesores y las profesoras que hoy reciben la Medalla al Mérito Universitario por 25 y 35 años de servicios en la Universidad Nacional Autónoma de México, lo que implica un buen tramo de su vida dedicada a la formación profesional de incontables personas.
Yo obtuve mi licenciatura en la ENEP Acatlán, ahora Facultad de Estudios Superiores y la fortuna me concedió la oportunidad de devolver a mi alma máter lo aprendido ya como docente. En algún momento de los estudios fui alumna de un catedrático que más tarde se convertiría en director de este plantel y luego, siendo profesora, experimenté la satisfacción de coincidir con él como integrante del Honorable Consejo Técnico. En la puesta en marcha de la división del Sistema de Universidad Abierta, actual SUAyED, tuve la ocasión de colaborar cercanamente con el Dr. Martínez Justo, actual director de FES Acatlán. Imagino que varios de los profesores hoy galardonados podrán contar experiencias semejantes a las mías, porque la mayoría de quienes llevan 25, 35 o más años de labores en la universidad, no lo han hecho solamente en las aulas, se han comprometido en la vida académica y en el desarrollo de la institución desempeñándose como funcionarios o han participado en cuerpos colegiados y auxiliares contribuyendo a la toma de decisiones importantes para los procesos vitales de nuestra entidad. Algunos seguramente colaboraron en el diseño de planes y programas de estudios, otros crearon materiales educativos impresos y digitales; hay quienes han organizado eventos académicos y culturales, quienes han colaborado en importantes proyectos de investigación difundidos en congresos, coloquios, libros y revistas especializadas. Podría seguir enumerando muchas más actividades de los profesores universitarios que trascienden la labor en los salones de clases.
Sabemos que la razón de ser de la institución educativa se centra en los y las estudiantes, pero la permanencia y funcionamiento de la universidad se basa en el trabajo de la academia, especialmente de quienes han laborado en ella por décadas, actualizándose continuamente para atender a numerosas generaciones de jóvenes, diversos y cambiantes, como los contextos sociales de los que provienen. Si me permiten la metáfora, la universidad es como un árbol: los y las estudiantes son la savia que la vivifica, pero su estructura se sostiene sobre todo en el cuerpo académico. Algunos de nosotros, los docentes más antiguos, somos como las partes leñosas que le dan estabilidad, por medio no sólo de la enseñanza, sino también de la investigación y la extensión de la cultura, que son las tres tareas sustantivas de la universidad. Sin pretender contradecir el laicismo de nuestra Máxima Casa de Estudios, retomaré la sentencia bíblica de que “al árbol se le conoce por los frutos”. Y en esta ocasión me parece pertinente reflexionar sobre los frutos que procuramos cultivar y cosechar como docentes de la UNAM.
Las profesoras y los profesores presentes en esta ceremonia han atravesado la transición a un nuevo siglo y un nuevo milenio, han atestiguado transformaciones profundas en la manera de producir y difundir el conocimiento. El periodo de estudios en confinamiento por Covid 19 nos ha obligado a repensar la docencia, no sólo en cuanto a las metodologías y las herramientas para impartir las clases, sino acerca de los fines de la enseñanza y la educación en su conjunto. Ahora se exigen al maestro más funciones, habilidades y competencias que antaño. No basta ser experto en una disciplina, tener facilidad de palabra, contar con nociones didácticas para organizar los contenidos y para gestionar la actividad del grupo. ¿Qué significa ser docente universitario en el siglo XXI?
Hoy más que nunca, ser docente requiere empatía, un genuino interés por comprender a los y las jóvenes y sus circunstancias, a fin de brindarles ayuda para construir un futuro donde impere la dignidad humana, el respeto y la solidaridad; proporcionarles herramientas para aprender a aprender, con el propósito de que puedan realizar sus proyectos personales, pero con un sentido ético de justicia, equidad y colaboración para el bien común. Ser docente implica guiar a las nuevas generaciones en la reflexión sobre la realidad, con el fin de que encuentren maneras de enfrentar los complejos desafíos que se les presentarán en lo profesional, lo cívico y lo ético. Ser docente supone dar ejemplo de vida: mostrar valores y aclarar antivalores, despertar y encauzar inquietudes, estimular el anhelo de superación permanente. La autoridad del educador no está sólo en su saber, sino en su capacidad de diálogo con los y las estudiantes. Ser docente requiere respetar y fomentar la libertad de pensamiento, el ejercicio crítico de la razón. Decía Eduardo Galeano: “Libres son quienes crean y no copian, libres son quienes piensan, no obedecen. Enseñar, es enseñar a dudar”. Señalaba Freire que la tarea de maestros y maestras no se agota en la impartición de una materia cualquiera, sino en la lucha por la transformación de este mundo hacia otro más justo, donde no haya ningún tipo de exclusión, aun cuando eso demande manifestar indignación contra estructuras perversas basadas en la explotación y la desigualdad. Por eso, es nuestro deber defender el acceso a la educación pública de calidad como la que puede ofrecer la UNAM. Los frutos de nuestra labor educativa deben expresarse en la formación de personas íntegras que construyan una sociedad de paz, prosperidad y bienestar para todos.
No me queda duda de que quienes reciben hoy la medalla al mérito universitario han dedicado tantos años a la enseñanza movidos por una vocación de servicio, así como por la convicción y el orgullo de pertenecer a la universidad más importante del país.
Auguro una larga y fructífera vida a la Facultad de Estudios Superiores Acatlán y a la Universidad Nacional Autónoma de México. Felicitaciones a la comunidad académica que lo hace posible con su esfuerzo y compromiso cotidiano.