I
El profesor César Labastida, como casi todos los viernes por la mañana, sale a comprar su atole, una torta de tamal y el diario La Jornada. Mientras tantea el hervor de la bebida prehispánica, se queda sorprendido al leer un titular en la contra portada del periódico: “La venta de rifles AR-15 ha generado más de mil mdd en EU”.
“¡Qué negociazo!”, especuló Labastida. Y dirigiéndose a la página correspondiente, leyó la nota completa. Entonces recordó algunas masacres y ataques armados en Norteamérica: Columbine, la más célebre; la de la secundaria Red Lake, en Minnesota, en 2006; la de Ohio en 2012; por supuesto, la más actual, la de Uvalde, Texas… Además de la de Torreón en México en el 2020…
César Labastida no puede dejar de pensar en el Crimen Organizado, en el narcotráfico y las armas que necesitan y adquieren para mantener el negocio… También reflexiona en que estas organizaciones requieren de recurso humano para consolidarse como grupos ilegales. “Todo eso presupone un proyecto educativo que se implementa en forma anárquica pero implacable”, conjetura el profesor.
En la mente de Labastida se agolpan escenas y fotogramas de películas con las que asocia sus reflexiones: Narco Cultura (EU/México, 2013) Heli (México, 2013), Noche de fuego (México, 2021), Las tres muertes de Marisela Escobedo (México, 2020), Sin señas particulares (México/España, 2020), La civil(México/Bélgica/Rumanoia, 2021)…
César culmina sus cavilaciones con una frase indiscutible: “Todo un proyecto de educación para la muerte”
II
El profesor Labastida conduce hacia su casa. Y no deja de pensar, mientras escucha por la radio un programa que habla de “la Sociedad del Espectáculo”. El locutor refiere el libro del escritor peruano Vargas Llosa, y dice que la sociedad humana actual tiene lo que nunca había tenido generación alguna: una fuente de la que abreva como en una inmensa e inagotable cascada la cultura de cualquier cosa, de cualquier país o de cualquier tiempo.
Ese milagro tecnológico que se ha ido generalizando en disposición y uso desde la década de los noventa del siglo pasado, primero gracias al internet y hoy a los dispositivos móviles, lamentablemente no ha logrado generalizar una mejor vida para todos, sino difundir un estilo de mundo que apuesta a la superficialidad, banalidad, frivolidad, individualización, inmediatez y por lo tanto, un ser desmemoriado e irresponsable.
Labastida le baja el volumen a la radio. Y piensa en las disquisiciones que había tenido por la mañana. Comienza a rumiar: “Creo que debemos apostar por una Educación para la vida y reconocer que el internet, las redes sociales y otras industrias culturales, junto con la industria del crimen organizado, en realidad lo que proponen es una Educación para la muerte.
A Labastida Esqueda le asalta una pregunta:
¿Cuál es el lugar en el que deben estar tantos muertos, que aparecen en reportajes televisivos (antes o después de los deportes o el comercial), en noticieros radiofónicos, en la cifras blancas o negras de los datos oficiales, en los archivos, carpetas y expedientes a los que no se les da seguimiento o en las fotos cotidianas de las portadas de los pocos periódicos impresos que sobreviven?
La respuesta es relativamente sencilla: su lugar debería estar en la vida, no en la muerte.
III
César Labastida asiste, remotamente, a un Cine debate ambiental, en el cubículo de profesores y se conecta por medio de un iPad.
“Una educación centrada en el amor…” repite una y otra vez el educador ambiental chilango, avecindado en el Estado de Chiapas. Es la voz que resuena en los diferentes dispositivos del “Auditorio digital” en que se ha convertido la sesión Zoom, donde el comentador expone su rostro en la pantalla rectangular y en el que comparte sus ideas y palabras.
Al Dr. Felipe Reyes lo han invitado al Cine debate mensual que, con sede en Chihuahua, comparten varias organizaciones e instituciones dedicadas al medio ambiente, para que comenté la película El capitán fantástico. Y en efecto, reseña la estupenda cinta, para de ahí partir y dar cuenta de la profundidad de un pensamiento construido sobre la reflexión, el pensamiento, el sentimiento, la experiencia que, asegura, están integrados. El educador ambiental propone reconstruir los saberes entre todos; ir hacia otras epistemologías. Propone poner en el centro la vida, en sus múltiples formas, colores, sabores y fondos. El Dr. Felipe Reyes Escutia, señala:
la palabra franca, compartida, amorosa, solidaria, es expresión de nuestra culturalidad, de nuestra humanidad, de lo que fuimos, somos y queremos ser. Es expresión compleja –multidimensional– de nuestra cultura, de la profunda integración en un solo cuerpo de vida, materia, energía, territorio, imaginación, inteligencia, pertenencia, identidad, emoción, esperanza, miedo, fe, certeza e incertidumbre. Pero la palabra también está siendo colonizada por la modernidad, en especial la palabra escrita que se ajusta a la normatividad lingüística de aquélla, a su dominante cosmovisión. Liberar la palabra viviente de su esclavitud moderna es también urgente. Es aquí donde la imaginación modernizada, gestada en la comprensión modernizada de mundos modernizados, se asume natural y se convierte en idea modernizada y naturalizada, en propuesta modernizada y en acciones modernizadas para construir realidades, sociedades y utopías modernizadas que acentúan el alejamiento, la soledad, la barbarie y el vacío. Y entonces lo diferente, lo marginal, lo rebelde, lo profundamente vivo, emerge como posibilidad y esperanza de libertad ante la unicidad dictatorial de lo moderno.
La audiencia al Cine debate percibe dos apuestas por la vida: la del padre que retorna al bosque, a la naturaleza, para educar a su familia y la de la palabra que convoca a resistir y persistir en y para la vida.