Desde la barra miro, detrás de los cristales,
la calle oscura y sola mientras oigo
y escucho la dorada disonancia del sol nocturno que es una trompeta,
la abstracción donde acaba la lujuria.
Se necesita esta gran ciudad
para saber que estamos solos.
Trapos de niebla y conversaciones
abandonadas dan un tono frío
a todo cuanto pienso,
ese agujero que es como una queja.
La lluvia en bruscas ráfagas,
bajo faroles desolados,
golpea un parabrisas del recuerdo.
Detrás, quizá estás tú