Después de la Revolución Industrial, las personas se preocuparon por construir máquinas y aprender a operarlas, para, con ello, mejorar sus condiciones de vida.
Con el siglo XX se trasladó la importancia que le habían dado a estos avances tecnológicos, hacia la generación y uso de la información, pues con la aparición del internet y la posibilidad de compartir ideas a una rapidez extraordinaria, las personas tuvieron la necesidad de tratar de controlar los millones de datos que estaban ahora al alcance de su mano.
Debido a la citada transformación, surge la interrogante sobre el rumbo de las actuales generaciones, ¿se están preparando para generar nuevos conocimientos sobre las distintas áreas del saber en beneficio de la humanidad en general? o ¿se están centrando en la generación de conocimientos como mercancía privada para mejorar sus condiciones de vida?
Hace décadas, las personas investigaban por curiosidad, con el propósito de develar los misterios del mundo que les rodeaba y así explicar lógicamente fenómenos que los impresionaban; aunque el reconocimiento social, científico y tecnológico siempre era bien recibido, no se convertía en el motor de su trabajo.
Actualmente estamos viviendo lo que algunos economistas han denominado capitalismo cognitivo, el cual, según Restakis (2014), es "el proceso mediante el cual el conocimiento humano es privatizado y mercantilizado" con el propósito de generar ganancias. Esto implica que el conocimiento se ha convertido en la nueva moneda de cambio, por lo que generarlo y dominarlo es una prioridad para las clases en el poder.
Ante esta nueva perspectiva, los jóvenes que se encuentran cursando la educación superior están siendo bombardeados con la idea de que deben ser los mejores en su ámbito, porque eso les permitirá generar mayores ingresos.
Es interesante observar cómo muchas personas eligen una carrera universitaria con base en los ingresos que podrán percibir, en lugar de hacerlo pensando en sus propios intereses. Esto, sin considerar que se está priorizando el trabajo y desarrollo individual, ya que sólo algunos son los que pueden alcanzar puestos importantes en empresas mundialmente reconocidas, por lo que contar con un currículum impresionante resulta indispensable.
En esta realidad de vivir en un mundo donde la economía es un eje rector de las relaciones sociales, es preciso trabajar para generar el capital imprescindible del día a día. Pero si fomentamos la idea de un conocimiento privado, donde sólo quienes puedan pagarlo lograrán acceder a él, ¿no estaremos alimentando aún más el individualismo patente de esta década? ¿No estaremos impulsando que las personas piensen en su propio bienestar, aunque eso implique dañar a los demás lo que, hasta ahora, no ha causado ningún beneficio para la sociedad ni para el planeta?
Actualmente resulta imposible aplicar toda la información que hay disponible. Por ello, se requiere la colaboración entre las personas para conocerla, comprenderla y utilizarla, buscando más que un beneficio personal, la mejora de la vida en el planeta. Sólo así, las nuevas generaciones aprenderán a cooperar para obtener mejores resultados y, muy posiblemente, lograr una vida plena.
Referencias:
Restakis, J., (2014), Las implicaciones socio-económicas de una Economía Social del Conocimiento.
Recuperado de
https://floksociety.org/wp-content/uploads/2014/01/Restakis-Epanol.pdf