A la memoria de José Quetzalcoatl
Es nuestro autorretrato lo que llamamos Mundo Real
Alejandro Jodorowsky
I
César Labastida está en la Arena México, invitado por un grupo de estudiantes fanáticos de la lucha libre. Ya en las gradas, con una máscara de Octagón puesta, escucha cuando anuncian a los primeros luchadores del Cartel:
─Respetaaaaable público… Pelearáaaan a dos de tres caídas, sin líiiimite de tieeempoooo… En esta esquina: Astraaaal; y en esta otra: El Niño Hamburgueeeesa.
Los luchadores ya están dispuestos en el ring, frente a frente, haciendo movimientos de calistenia. Labastida desconoce a esos luchadores, pero llama su atención la gordura del que responde al nombre de “Niño Hamburguesa”. Y recuerda a los legendarios Brazos: Brazo de Oro, El Brazo y Súper Porky. Éste último, que hacía movimientos impensables y piruetas inauditas, a pesar del sobrepeso que ostentaba. Así, a los 58 años, un infarto selló su carrera de deportista y su vida, provocada muy probablemente por el volumen de su cuerpo.
“La obesidad no deja de ser un problema en los deportes, en la rutina diaria y en la vida”, piensa César Labastida, aplanando su barriga con la mano.
La lucha inicia y Hamburguesa emula a Súper Porky atrapando entre sus carnes a Astral e inmovilizándolo sobre el piso. Abstraído y triste, Labastida piensa en la tragedia que representa la obesidad en este país. Le duelen las consecuencias de este mal.
Se anima un poco porque cree ver, además de que parece ganar Hamburguesa, que a pesar de que se ingieren palomitas, papas, sopas, refrescos y cervezas en el recinto, no observa a su alrededor gente muy gorda. Se lo comenta a su alumno Oni, con un poco de optimismo, pero éste le contesta:
─Profe, las luchas ya no son una distracción popular; son para extranjeros, ahora que prendan la luz se va a dar cuenta. No sólo se ha gentrificado el barrio, se ha gentrificado también la cultura popular. Ni modo.
En ese instante sonó la alarma sísmica y los primeros en desalojar apresuradamente el pabellón deportivo fueron los extranjeros y la gente delgada. A paso lento y dando tumbos, iban César Labastida y el Niño Hamburguesa descendiendo una escalera.
II
César Labastida Esqueda reflexiona sobre muchas políticas públicas en el país, que, piensa, están mal ejecutadas o incompletas. Por ejemplo, nadie cuestiona que es mejor trasladarse en bicicleta que en un auto de combustión interna. Sin embargo, el problema estriba en que, frente a una política ambiental, se aceptan por igual motocicletas, camionetas, trailers y bicicletas al mismo tiempo en las mismas pistas. Eso tiene repercusiones importantes.
Lo mismo piensa César sobre las restricciones a los alimentos ultra-procesados en las escuelas y del plan denominado “Vida saludable” que la presidenta Sheinbaum puso en vigor en marzo de este año. También eso está muy bien, pero ¿qué van a ingerir los alumnos en el establecimiento? Es cierto que en algunas escuelas las madres y padres se organizan y llevan viandas sanas. Lamentablemente no en todas las escuelas. Las madres y los padres de familia ahora trabajan y muchas veces no tienen el tiempo para preparar alimentos saludables para sus hijos.
“Lo que habría que hacer, piensa Labastida, es volver a construir el concepto de cooperativa escolar, subordinando el beneficio económico, por la salud, la educación y calidad de vida de nuestros alumnos.”
III
En una reunión, un amigo veterinario le dijo categórico a César Labastida:
─Tu perra labrador tiene sobrepeso.
César contestó a bocajarro e irónico:
─Es un mal de familia.
No, no es un mal de familia, es un mal social, del que nadie se quiere responsabilizar por las múltiples implicaciones que entraña educar para la salud; generar una cultura del ejercicio en la población; obligar a la industria alimenticia a, de verdad, alimentar y no vender basura en bolsas y que no sólo el gobierno obligue a poner hexágonos negros que nadie lee en la comida y bebidas chatarra; dar opciones culturales y nutritivas más allá de la comida rápida; pesarnos y medirnos como hábito de vida, no para hacerle la tarea a los funcionarios educativos que implementan modas pasajeras…
César Labastida Esqueda sabe que los principales problemas de salud en México como la diabetes, la hipertensión y el cáncer están asociados a todo el veneno que ingerimos, respiramos y tomamos. “Contra eso se está haciendo bien poco.” Y aunque él lo repite en sus clases, sin demasiado eco por parte de sus alumnos y en una universidad que también se está muriendo, envenenada de austeridad, incapacidad y cinismo, no ceja en su empeño por luchar contra la obesidad a dos de tres caídas, sin límite de tiempo.