Desde una perspectiva glotocronológica apoyada con la información etnográfica y arqueológica, se construyó la tesis sobre la temporalidad del poblamiento del Norte de Baja California. México y sur de California. USA., bajo la cual se ha podido establecer que durante el periodo Prehistórico tardío, entre los 500 y los 1,750 años d.C., con las hordas migrantes del norte del continente, se formó un gran tronco lingüístico que los investigadores denominaron Yumano-Cochimí. El estudio de este grupo siguiendo una genealogía integrada en un modelo etnolingüístico permitió reconocer su primera gran división en dos ramas: Por un lado la rama Cochimí, primer grupo en emigrar hacia el sur para establecerse en esta región. Con el tiempo la segunda rama, el grupo Yumano llega a la región en oleadas históricas estableciendo en forma natural una competencia itraespecífica con sus antecesores, como producto de esta lucha por los bienes de subsistencia el grupo de Cochimí tiene la necesidad de migrar hacia el cetro y sur de la península; una vez solos el grupo Yumano se adueña de la región y se establecen como cazadores-recolectores seminómadas, lo que les permite maximizar los recursos al combinar las condiciones de sus campamentos de verano en la Sierra y de invierno bajo condiciones extremas que imperan en un ecosistema desértico (Panich, Moranchel, & Porcayo, 2015).
Los Primeros Pobladores
Partiendo de estudios Lingüísticos y arqueológicos podemos decir que los primeros pobladores que se asentaron en el Norte de Baja California, México y en el sur del estado de California USA., corresponden a las culturas del periodo Prehistórico tardío, entre los 500 y los 1,750 años d.C. Grupos pertenecientes a gran familia lingüística los Yumano-Cochimí, estos seres humanos emigraban desde el Norte del continente Americano: Gracias a descubrimientos arqueológicos se pudo saber qué hace aproximadamente cinco mil años tuvieron su primera división de la cual surgieron dos fuertes ramas lingüísticas: Por un lado los grupos culturales de lengua Cochimí, que son los primeros en llegar al norte de la península de Baja California, pero años después se ven en la necesidad de emigrar al centro y sur de la península bajo la presión socio-biológica originada por las oleadas de migración de la segunda rama integrada por los grupos Yumano. Entre estos dos grupos surge una competencia intraespecífica por los recursos ambientales que pierden los Cochimíes, por lo que tiene la necesidad de emigrar hacia el centro y Sur de la península donde las condiciones de subsistencia eran diferentes (Bendímez, 1987).
Con el paso del tiempo y ante la necesidad de subsistir los grupos Yumano se adaptan a las condiciones extremas del clima desértico propio de la región y aprenden a convivir con los otros elementos del ecosistema que los rodea para obtener los bienes necesarios de subsistencia, lo que les permitió desarrollar una cultura seminómada de cazadores recolectores establecidos en una zona específica de migración, lo que les permitió subsistir hasta la época moderna y el contacto con los grupos europeos (Figura, 1). En el año de 1697 con la licencia Virreinal que autoriza a la orden de frailes Franciscanos de las primeras misiones, se inicia formalmente el proceso de colonización de la antigua California reiniciando la movilización de estos grupos indígenas originarios (Magaña, 2021).
Figura, 1: Distribución geográfica de los grupos indígenas. (Tomado de Garduño. “Los grupos Yumanos de Baja California”).
Con un proceso de adaptación exitoso y el tiempo la población aumenta de tamaño, abarca más distancias y se da una especie de separación geográfica que permite una diferenciación en subgrupos de población, de los que a la fecha se tienen registrados cuatro tipos que originalmente fueron denominados como: Pai, Río, California-Delta y Kiliwa, los que a su vez al ir creciendo y madurando como grupo social independiente y bajo un proceso natural de evolución lingüística se transformaron para dar origen a grupos más conformados para presentarse como producto final en los grupos lingüísticos denominados por los investigadores como: Pai Pai, Cucapá, Kumiai o Tipai y Kiliwa, así como otros dos grupos lingüísticos ya desaparecidos a la fecha: El Huerteño y el Koal Cucapá (León-Portilla, 2018), de la rama de hablantes de la lengua California-Delta, surgen los grupos de indígenas que perduraron hasta nuestros días.
Estas comunidades Yumano estaban organizadas bajo un modo de producción de tipo Comunismo Primitivo, se trata de sociedades de cazadores-recolectores nómadas con una división del trabajo natural, sin la capacidad de almacenar alimentos por lo que los bienes que producen se consume casi en forma inmediata, por lo que dependen totalmente del trabajo sobre el medio natural, que realizan con rudimentarias herramientas de piedra que ellos mismos fabrican. Socialmente estaban organizados en unidades domésticas, una especie de Clan sin clases sociales, integrados por elementos unidos por un fuerte lazo de reciprocidad que les brinda la seguridad de pertenecer a un grupo y ser asistido en caso de escasez o accidente, así como el derecho a compartir los recursos naturales de una gran área que abarcaban con sus diferentes campamentos temporales y la obligación por reciprocidad, a otorgar ayuda a quienes estén en dificultades y problemas similares (Ramírez, 2015).
Genealogía
Como se mencionó líneas atrás el grupo Yumano sufre una subdivisión de donde parten tres principales ramificaciones denominadas: “Kiliwa”, “Delta-California”, “Río” y “Pai”, entre el 1,500 y 700 a.C. De igual manera entre el año 600 y el 1,200 d.C. bajo la presión social propia del aumento de la población y la escases de recursos surge nuevamente la necesidad de separarse para poder abarcar más terreno y optimizar los recursos, siendo el grupo Delta-California predominante abarca un mayor territorio y dar como evolución natural una subdivisión más con subgrupos propios y anexión de otros, lo que da origen a los subgrupos indígenas que estaban habitando la región a la llegada de los primeros frailes europeos, que ahora fueron denominados como: “Tipai o Kumiai”, “Pai Pai”, “Cucapá” y “Kiliwa” (Figura, 2), entidades lingüísticas que perduraron hasta ser descritas por los primeros frailes europeos, que llegaron a la región y las denominaron grupo “Diegueño”, en función de la proximidad a la misión de San Diego (Laylander, 2016).
Figura, 2. Genealogía de los grupos Yumanos de Baja California.
Los estudios arqueológicos, etnolingüísticos y los documentos dejados por los primeros frailes europeos que tuvieron contacto con estos grupos indígenas, hablan de una similitud de características en su forma de vida y subsistencia, motivo por el cual para comprender mejor nuestro pasado estaremos hablando a profundidad de los indígenas Kumiai, por ser el grupo más números y representativo.
Los Kumiai.
Según los registros del último censo de población elaborado 2020 por el INEGI (2022), los hablantes de esta lengua sumaron un total de cuatrocientos noventa y cinco seres, 254 del sexo femenino y 241del sexo masculino, concentrados principalmente en dos núcleos poblacionales: El ejido San José de la Zorra y el ejido de Juntas de Nejí, localizados al norte de la Sierra de Juárez y noroeste del estado de Baja California.
Este grupo indígena realizó una ocupación tardía en esta región y poco a poco ante la necesidad, se fueron adaptando a subsistir bajo condiciones extremas: Zona extremadamente árida, con lluvias escasas e irregulares durante todo el año e incrustada en medio de un paisaje de extensas llanuras y grandes cerros formando en su conjunto un predominante ecosistema semidesértico. Para poder obtener sus satisfactores biológicos de subsistencia en un medio tan hostil se organizaron bajo el modo de producción de cazadores-recolectores seminómadas, con una organización social que partía de los conocimientos transmitidos de generación a generación en forma oral y las experiencias propias de su praxis cotidiana como entes vivientes concretos que se interrelaciona con un medio ambiente físico agreste, aunado a esto su fuerza de trabajo y las rudimentarias herramientas fabricadas por ellos mismos a base de piedras, este conjunto de elementos les permitía maximizar los recursos energéticos y minimizar los riesgos de subsistencia.
En el periodo Arcaico tardío americano, las comunidades indígenas Kumiai eran una rama montañosa que habitaba en campamentos temporales en el entorno de la Sierra Juárez y costa las costas del Pacífico, que extendieron su desarrollo durante toda la época de la Prehistoria tardía, hasta la llegada de los europeos entre el mil quinientos y mil seiscientos de nuestra era. En este momento histórico el territorio Kumiai abarcaba una gran región que iba desde la parte septentrional de Baja California hasta la región meridional de California (México y Estados Unidos). De Oeste a Este corría de las costas del Océano Pacífico a la parte oriental. Para ubicarnos mejor diremos que ocupaban el espacio natural que va desde lo que actualmente se denomina el Valle Imperial hasta las costas del Océano y desde la parte central del hoy condado de San Diego (USA), hasta Santa Catarina y la hermosa ciudad de Ensenada, incluyendo aquí toda la parte norte de la Sierra Juárez; región llena de montañas, combinadas con cerros, colinas, cañadas húmedas, afilados riscos y grandes rocas de granito sembradas en forma caprichosa.
Todo este ambiente bajo condiciones muy abruptas de clima tipo mediterráneo, con lluvias desde noviembre hasta marzo y fuertes nevadas en invierno, con una temperatura media anual que oscila entre los 10o y los 14o centígrados. La vegetación principal es el chaparral de chamizos que puede alcanzar hasta tres metros de altura, combinado con abundantes pinos piñoneros, abetos y encinos, recursos que les brindaban los satisfactores necesarios; con ramas y palos construían chozas provisionales para guarecerse de las inclemencias del tiempo y como se aprecia en los dibujos de un fraile Jesuita hombres y mujeres cubrían sus cuerpos solo con taparrabos naturales (Figura 3). En base a los estudios de Zoo-arqueología podemos saber que cuando habitaban en las montañas en sus campamentos de verano su alimentación se componía de nueces, piñones, bellotas y otras semillas, aunado a la caza de venado y pequeñas especies como roedores y liebres, y en invierno cuando emigraban a sus campamentos de la costa consumían moluscos y el producto de la pesca.
Figura 3 Vestimenta de los Kumiai (Tomado de Morales. Los dibujos de Ignacio Tirsch)
Respecto a la supraestructura, su organización funcionaba basada en pequeñas agrupaciones tipo clan, unidos por lazos sanguíneos conocidas comúnmente como “chumuls”, integrados con familias patrilocales, exógamas, que en ocasiones podían llegar a tener más de cien personas: Todos obedecían y seguían al “Kwaaipai” jefe y líder del grupo, con la facultad de intervenir en la resolución de disputas sobre el uso de la tierra, la propiedad de los recursos e influir en las actividades formales de producción; jerarquía que se heredaba en forma patriarcal y en caso de no tener un descendiente varón le correspondía a los hombres de la comunidad decidir la sucesión (Garduño, 2017).
Es de resaltar en estos grupos culturales, la importancia del “Kusiyai”, lo que se podría considerar como un chamán o un médico brujo, identificado como curandero y el mediador encargado de los asuntos del más allá, del mundo astral donde los espíritus habitan. Este personaje es clave en su cosmovisión y la transmisión generacional de sus creencias a través de sus canticos realizados durante las ceremonias que dirige; ceremonias ligadas íntimamente a su desarrollo social e interacción con el medio ambiente que los rodea, tanto en este mundo como en el plano astral, lugar donde sirve de guía a las almas durante su paso al mundo metafísico.
Para lograr este papel de intermediario-guía, era necesario visitar el mundo astral y hablar con los espíritus a través de una ceremonia místico-mágica, envuelta en danzas, canticos rituales y el consumo de una infusión alucinógena hecha a base del toloache (Datura ferox) planta silvestre propia de esta región, de esta manera a través de las danzas y canticos que en forma paulatina aumentaban su intensidad hasta al llegar al clímax ceremonial, momento en que el Kusiyai, emprendía su viaje astral para entrevistarse con los espíritus y recibir sus sabios mensajes, cumpliendo así su papel de intermediarios entre los seres espirituales y los hombres reales. Relación manifiesta en la mayoría de las Pinturas Rupestres realizadas en el punto cumbre de sus ceremonias, durante o inmediatamente después de su viaje astral (de la Fuente, 2020).
La información que le brindaban estos espíritus les permitía además de guiar los destinos espirituales de las almas, obrar en el mundo material con la capacidad de curar tanto males del cuerpo físico como del cuerpo estral, además de vaticinar el cambio de clima con la llegada del crudo invierno y por lo tanto el momento de iniciar la migración. Estos seres extraordinarios además de la información obtenida de sus viajes astrales hacían uso de la sabiduría botánica y astronómica recibida en forma oral de sus maestros los viejos Kusiyai, durante las largas caminatas por la Sierra y la observación de las estrellas como una manifestación astral del más allá.
Los Kumiai la naturaleza estaba en un constante movimiento, obedeciendo a una personalidad propia con sus manifestación naturales imbricadas con las sobrenaturales, jugando un rol mágico/religioso bajo un simbolismo cosmológico presente tanto por sus componentes físicos como por sus componentes metafísicos, de esta manera les era posible concebir espacios mágicos y tener lugares sagrados como las cuevas exclusivas para el Kusiyai, que representaban el umbral del mundo astral, al que solo ellos podían cruzar a través de sus ritos, ceremonias y bebidas sagradas. Lo que les permitía explicar su existencia tanto en el mundo conocido como en lo no conocido y concebirse como parte de un grupo que existía en un mundo dual; la parte física, concreta que les brindaba sus recursos naturales y los metafísico conocidos a través del chaman que una vez en contacto con lo sobrenatural podían traducir sus designios, entrar en contacto con espíritus de los muertos, de la tierra, de los animales, del pino que les brinda el piñón, y si todos participaban comprometidos en las ceremonias rituales y se profundizaban más en sus canticos y danzas incluso el Kusiyai tendría la suerte de contactar con seres sobrenaturales que se esconden en la montaña y juegan en formas caprichosas (Garduño, 2023).
Como podemos apreciar la vida de los Kumiai se desarrollaba en un mundo dual, en el cual se combinaban elementos místico-mágico-religiosos entrelazados con los elementos de la naturaleza en una forma tan íntima que es difícil reconocer dónde termina uno y dónde empieza el otro.
Desde esta perspectiva en la actualidad es fácil de entender la tradición kumiai de estimar en forma igualitaria a los elementos de la naturaleza y sus elementos astrales, como los cementerios o sus sitios rituales y espiritual, sentimientos que gracias a la tradición oral han llegado hasta la actualidad, mostrando esa relación a través de sus canticos, como podemos apreciar en la descripción de los siguientes elementos abióticos:
Las rocas son un elemento con un poderoso significado entre las comunidades Kumiai dada su abundancia su singular distribución y sus formas caprichosas se convierten en símbolos de sus representaciones sociales más importantes, por lo que no es de extrañar que los diversos monolitos naturales formados por la superposición de las grandes rocas que dan la apariencia de una serpiente, sean mimetizados cosmológicamente como es el caso del monolito que se encuentra ubicado en la comunidad de San José de la Zorra, el cual los nombran “Cabeza de Serpiente”, por la apariencia natural que tienen a la distancia con la cabeza del crótalo, o la cueva de Wittinñur (Figura, 4 ) famosa por la riqueza y simbolismo de sus pinturas rupestres, localizada en la hondonada del Vallecito, poblado de la Rumorosa que aparenta un crótalo enroscado con las fauces abiertas simbolizando la entrada al mundo astral al más allá (de la Fuente-Ruiz, 2019).
Pero esta cosmovisión va más allá del exterior, extendiendo su magia hasta las paredes rocosas de las misteriosas cuevas, fungiendo como el marco de un espacio místico-mágico, el umbral del más allá, resguardo seguro para sus pinturas rupestres, cual un puente de unión, mundo astral-mundo real, un verdadero recinto sagrado exclusivo del Kusiyai, recito para la celebración de las ceremonias sagradas de iniciación social, para hombres y mujeres, de predicción o rituales de augurios de cambio en el clima, de hechicería y sanación, mensajes plasmados en las paredes de las rocas con pictografías y petrograbados (Figura, 5).
El agua necesidad vital para cualquier ser vivo que en forma natural nos brinda la naturaleza, este recurso que generalmente nos pasa desapercibido por rutinario, también tenía una visión cósmica, un uso simbólico que aparece en su discurso con fuerza y vigencia, como podemos apreciar en el cántico sobre el aguaje del encinar de San Antonio Nécua que reza así; “Al caballo que bebe agua de este aguaje se le tuerce el pescuezo”, mediante esta representación social, se tiene un agua selectiva que solamente afecta a invasores con una deformidad, originada de un ser divino que sale del agua que nace de la tierra donde descansa y acude como un fiel guardián a defender a la comunidad Kumiai de seres extraños.
Los elementos bióticos también eran concebidos en una forma dual. Hablemos del Encino (Quercus agrifolia) alabado mediante el cantico ceremonial “El viaje de los árboles sagrados”, ente que les proporciona su fruto (la bellota) uno de sus principales alimentos, calor de las fogatas para protegerse del frio al quemar sus ramas y protección del sol bajo su sombra.
La víbora de cascabel en sus tres especies nativas de la región (Crotalus mitchelli, C. viridis y C. ruber) con un doble simbolismo cultural. Por un lado, su representación cosmológica de sabiduría transmitida por el contacto de la madre tierra que se adapta e interiorizada dentro la leyenda tradicional, funcionando culturalmente como un cementante social en el desarrollo del sentido de unidad y cohesión de grupo y por otro lado la combinación del aspecto cósmico-terrenal al aprovechar sus propiedades naturales para uso medicinal y como aporte proteico de la dieta (Tapia y Grijalva, 2012).
Fin
Referencias.
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