Hace algún tiempo, una maestra nos dijo al comienzo de una clase, la frase que da título a este texto, esperando con ello motivarnos para terminar nuestra licenciatura y también hacernos reflexionar sobre el papel tan importante de la educación en la vida de las personas.
En ocasiones es muy simple hacer juicios sobre la situación de la gente, recriminándola por no esforzarse para superarse, asegurando que decidieron dejar la escuela debido a su falta de interés o capacidad intelectual, olvidando que cada persona tiene un contexto específico que influye directamente en su vida, así como en las decisiones que va tomando a lo largo de la misma.
Ante la realidad tan diversa de la población mexicana, donde no todos cuentan con las mismas condiciones, ni oportunidades, resulta imprescindible reconocer, valorar y defender el papel de la educación pública, ya que ha sido la aliada fiel de muchas personas no sólo en su formación profesional, sino también en su inserción como miembros productivos de la comunidad.
Esta apertura de la educación para todos surge de la necesidad de la gente para prepararse, así como de la vocación de algunos personajes, como José Vasconcelos o Jaime Torres Bodet, quienes buscaron el desarrollo individual de todos los miembros de la población, reconociendo que con ello se mejoraría también la conformación de la sociedad mexicana.
Gracias a esta decisión, miles de personas a través del tiempo, han podido asistir a una escuela para aprender desde los conocimientos básicos, hasta aquellos saberes indispensables en el desarrollo de habilidades más complejas. Las escuelas públicas son lugares abiertos a todos los niños, jóvenes y adultos, donde se les brinda la atención sin importar su condición social, poder adquisitivo o religión.
Pese a su propósito de propiciar los procesos de enseñanza y aprendizaje de todas las personas, también ha tenido algunos desaciertos, como saltar de una forma de trabajo a otra dependiendo del presidente en curso, copiar las propuestas educativas de otros países sin considerar las características propias de nuestra sociedad o la idea de eliminar la reprobación de alumnos para evitar la deserción escolar, lo cual ha traído consigo altos índices de rezago escolar, estudiantes y padres de familia poco comprometidos con el aprendizaje significativo, así como un porcentaje bajo de egresados de escuelas de educación superior.
Lamentablemente, en algún momento de la historia de nuestro país, se comenzó a ver a la educación como un recurso más para atrapar al electorado nacional, haciendo promesas que poco ayudaban a la formación de estudiantes críticos, autónomos y capaces de buscar la transformación de su realidad en beneficio de la sociedad, para centrarse en promover las escuelas como lugares seguros y gratuitos donde los padres podían dejar a sus hijos mientras se dedicaban a otras actividades.
Actualmente, la educación pública requiere el compromiso de verdaderos maestros interesados en el beneficio de sus estudiantes, de padres de familia dispuestos a asumir su corresponsabilidad en el proceso educativo de sus hijos, así como autoridades locales y federales que proporcionen una verdadera guía para el aprendizaje. Con el trabajo colaborativo de todos los sectores involucrados, se podrá continuar haciendo de la educación pública el aliado indispensable de todos los que confíen en que la educación es destino.