07:02 hrs. La National Aeronautics and Space Administration, mejor conocida como NASA, emitió un comunicado que dejó al mundo sin aliento:
“The sun is collapsing”
Sin saber que, 8 minutos con 20 segundos era todo lo que teníamos para iniciar una oscuridad aparentemente eterna, me quedé ahí parado tratando de entender qué significaba que el Sol colapsara. Algunas personas a mi alrededor no tuvieron la misma reacción. Unos corrían, otros gritaban, golpeaban a los demás y otros, como yo, se quedaron parados. Lo primero que pensé fue si los gringos intentaban vendernos armamento contra los ovnis, diciendo que éstos habían colapsado al Sol, pero no. Los presidentes de varios países aparecían frente a millones de personas en medios internacionales y no podían contenerse al pensar lo que sucedería en los siguientes minutos.
Busqué varios sitios de internet como el de la NASA, el Hubble Space Telescope o el de la Unión Astronómica Internacional y me di cuenta de que era cierto. Hacía 1 minuto con 10 segundos que habían detectado por el telescopio espacial Hubble[1], que el Sol colapsaba. Peor aún, tomando en cuenta que la luz del Sol llega a nuestro planeta con un retraso de 8 minutos y 20 segundos, solo nos quedaban siete minutos con cincuenta segundos para que la luz solar dejara de iluminar el planeta Tierra.
Me quedé sin aliento. Lo primero que hice fue mirar hacia arriba imaginando cómo se vería el cielo sin el Sol. En tanto, una mujer se paró frente a mí y me preguntó:
-¿Qué dijeron que pasaba con el Sol?
-Que está explotando, le contesté sin aire. Nos quedaremos sin gravedad, añadí, recordando mis clases de astronomía en la Universidad. En siete minutos[2] estaremos fuera de nuestra órbita al perder la influencia gravitacional del Sol y saldremos disparados en línea recta hacia cualquier dirección del espacio exterior a una velocidad de 30 km/s.[3] Sin la luz del Sol no habría nada de luz excepto la del mismo Universo, pero la oscuridad sería el menor de los problemas, a ello seguirían unas temperaturas tan frías que el cambio climático volvería a estar de moda rápidamente.
Cuando pude moverme, lo primero que pensé fue ir al colegio por mis hijos, el caos estaba por iniciar y luego el pánico vendrá a generar el peor de los escenarios. Me detuve tan pronto reaccioné que tendría que llegar al colegio antes de siete minutos. Temblé al pensar que tal vez no volvería a verlos y esperanzadamente recordé que teníamos más de siete minutos para actuar, pues todavía tendremos energía eléctrica proveniente de los combustibles fósiles como el petróleo, carbón o gas natural.[4] Claro, con eso prendemos las luces de noche, reafirmé. Así que lo único que necesitaba era llegar y luego podría pensar en lo siguiente.
Con paso firme y tratando de respirar profundamente, recordé que el proceso más importante del Sol en nuestro planeta iba más allá de iluminarnos. Con el Sol, las plantas realizan la fotosíntesis, proceso que genera oxígeno, oxígeno que respiramos. –Estamos fritos, dije en voz alta. No la vamos a librar esta vez.
La fotosíntesis genera el 99.9% de la productividad orgánica de toda la Tierra y ella también tardaría en detenerse siete minutos con tres segundos, así que ninguno de los organismos vegetales que inhalan dióxido de carbono y exhalan oxígeno podrían seguir haciéndolo. ¡Nos quedaremos sin oxígeno en siete minutos! Pero no, porque, aunque todos los seres humanos, o sea más de 7 mil 500 millones de personas, respiramos alrededor de 6 millones de millones de kilogramos de oxígeno cada año, aún hay muchísimo más en la Tierra. Encontré que en 1 año los humanos respiramos 6.000.000.000.000 kg de oxígeno, y en la atmósfera en este momento hay 1.000.000.000.000.000.000 kg de oxígeno. Hice algunas cuentas y calculé que podríamos vivir todavía con ese oxígeno unos 1000 años más.[5] Aunque claro, no habría más plantas excepto los árboles más grandes que guardarían el azúcar y la energía para sobrevivir en la oscuridad durante años. Yo no estaré aquí en mil años. –Sonreí triunfante. Pero sin el Sol proporcionando calor a la Tierra, iniciaríamos enfriándonos a 15 °C, después de un tiempo sólo expulsaríamos calor y no lo repondríamos, congelándonos letalmente. Fruncí el ceño al haber perdido ante mi propio argumento.
Tomé el teléfono para asegurarme de que mis hijos se quedaran en algún lugar, pero los números estaban saturados. Empecé a correr y, aunque no estaba en pánico, mi corazón se aceleraba con cada segundo que pasaba. Ya sólo nos quedaban 6 minutos y 35 segundos de luz solar.
Llegué al colegio y mis hijos seguían en clases. Entré por ellos sin permiso y me los llevé hacía la salida. No podía responderles qué estaba pasando, eso me llevaría treinta segundos que no teníamos. Salí de la escuela, pero no supe a dónde ir. Estaba lejos de mi casa, de mi esposa, de mis padres, de mis amigos, de las tiendas de supermercado. También encontré en internet que, luego de una semana la temperatura de la Tierra sería de 0°C, o sea, ni frío, ni calor. ¡Una semana! Aunque hemos estado ya a esa misma temperatura en inviernos extremos, luego de un año sin Sol, bajaríamos hasta -57 °C. La única solución era pensar en fuentes de energía geotérmica o hidrotermal, o sea, fuentes de calor propias de la Tierra. Por increíble que me pareció cuando leí aquello, pensé rápidamente en una foto que tenía en mi oficina, el Parque Nacional de Yellowstone en Wyoming, a tres horas de donde estábamos.
Al mirar mi reloj me di cuenta que quedaban aún 5 minutos, 30 segundos, pero no supe qué hacer con ellos. Mis hijos notaron mi desesperación y se quedaron callados caminando a mi lado. Intuían que no debían perturbarme, pero en realidad me hubiera gustado que dijeran algo y alejar mi mente de la astronomía por unos segundos. Caminamos de la mano y nos sentamos en el primer parque que vimos. Todo ese verdor quedará marchito en unos días o semanas o meses. Nos recostamos en el pasto y miramos juntos el Sol. Pensé que, aunque sobreviviéramos esos cuatro minutos que nos quedaban, que, aunque nos adaptáramos a la eterna oscuridad, a las bajas temperaturas del planeta, no podríamos sobrevivir en diez o veinte años, porque todo se volvería húmedo, muy húmedo, el aire sería líquido y llovería intensamente. Las lluvias constantes, con el tiempo, se volverían sólidas y no dejaría de nevar. No tenía caso, no vamos a movernos de aquí en los próximos 4 minutos.
Mi hijo me preguntó qué le estaba pasando al Sol. Miré hacia arriba y vi que su luz se debilitaba. ¡Era verdad! Aún tenía la esperanza del engaño de los gringos. Si fuera una erupción solar como la registrada en 1859, una de las más fuertes en la historia de nuestro planeta, sería un espectáculo extraordinario. Estaríamos ante una erupción solar producida una vez cada 350 años. Recordé que la semana pasada, el 15 de enero del año 2016, leí desde mi oficina que astrónomos rusos del Instituto de Física Aplicada de Moscú[6] presenciaron más de 15 erupciones solares. La nota decía también que astrónomos del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, en Cambridge, Massachusetts, estudiaron 84 estrellas como el Sol durante cuatro años y observaron 29 erupciones solares similares.[7] ¿Cuatro años observando y vienen ahora a decirnos que tenemos 8 minutos, 20 segundos para actuar?
Cerré los ojos y pensé dejarlos así los dos minutos que faltaban, pero escuché a mi esposa a lo lejos. Noté pánico en su voz y le sonreí. Quería usar mi último minuto mirándola llegar hacía mí y calmando un poco el infarto que estaba a punto de darle. –¿Qué está pasando con eso de que el Sol ha desaparecido? Me preguntó con voz agrietada. -¿Nos vamos a morir? -No, le respondí. Sólo nos quedaremos sin luz del Sol por un rato.
Mis hijos abrieron sus libretas para mostrarme lo que tenían de tarea y una gran explosión se escuchó exactamente a 149.600.000 Km. Estábamos observando una explosión ocurrida hacía 8 minutos, 20 segundos. La muerte del Sol.
[1] Este telescopio órbita alrededor del planeta Tierra en forma circular a 593 kilómetros sobre el nivel del mar.
[2] La fuerza de gravedad viaja a la misma velocidad que la luz (299.792.458 m/s). Según el Dr. David Stevenson, profesor de Ciencia planetaria del Instituto de Tecnología de California.
[3] Ídem
[4] Actuales enemigos del cambio climático que transforma clima del planeta.
[5] Datos mencionados por el Dr. Eric Blackman de la Universidad de Rochester.
[6] http://mipt.ru
[7] Datos publicados en la revista ‘Science’.