Los límites de la interpretación, de Umberto Eco :
Comienza recordando la tarde del 11 de agosto de 1984 cuando el entonces presidente de EU, Ronald Reagan probó su micrófono para la emisión de un mensaje por la radio pública con la frase: Me complace anunciarles que hoy firmé una ley que desaparece a Rusia para siempre. El bombardeo comienza en cinco minutos.
Eco toma esa frase e imagina qué tipo de historia se podría desprender de ella: es la historia de un hombre que bromea cuando no debería; es la historia de un hombre que bromea pero que, en realidad, está emitiendo una amenaza; es la historia de una trágica situación política en la que incluso las bromas inocentes pueden tomarse en serio; es la historia de cómo el mismo enunciado chistoso puede adoptar diferentes significados según quién lo enuncie. Pero cualquier otra inferencia interpretativa (por más paranoica) habría estado basada en el reconocimiento del primer nivel de significado del mensaje, el literal. Es decir, antes de pasar a inferir o a interpretar, se debe proteger lo que dice el mensaje porque, en el ejemplo de Eco, si no se sabe en primer lugar qué diablos dijo Reagan, ni siquiera se puede discutir si es una broma o una amenaza.