César Labastida Esqueda, en el último puente del año, lee en un periódico el discurso de Luiz Inácio Lula Da Silva, presidente de la República del Brasil, en noviembre del 2024, durante la Cumbre del G-20.
“Hoy el mundo está peor. Tenemos el mayor número de conflictos armados desde la II Guerra Mundial y la mayor cantidad de desplazamientos forzados jamás registrada. Los fenómenos climáticos extremos muestran sus efectos devastadores en todos los cantos del planeta.” (Efe: 2024)
César toma una libretita y comienza a anotar datos que llegan a su memoria. Él piensa que hay que usar en principio, la propia capacidad de recordar. Sigue escribiendo en un ejercicio memorioso y se da cuenta que el siglo XXI ya está por concluir sus primeros 25 años, el primer cuarto de siglo. Y en efecto, las grandes noticias mundiales no son buenas…
Atentado a las Torres Gemelas por parte de Al-Qaeda, 2001
La invasión de Irak por Estados Unidos, 2003
Elección de Barack Obama en los Estados Unidos, 2008
Guerra civil en Siria, 2011
Referéndum del Brexit, en la Gran Bretaña, 2016
Pandemia de Covid, 2019
Invasión Rusa a Ucrania, 2022
Guerra Israel Gaza, 2023
Llegada por segunda vez a la Presidencia de los Estados Unidos de Donald Trump, 2024.
La mayoría son noticias malas de conflictos bélicos, enfermedades planetarias y algunas veces decisiones democráticas importantes que han cambiado el rumbo de países.
César piensa que en la educación las cosas tampoco cambiaron mucho. Se instauró el uso de la tecnología en forma acrítica y desordenada. Las escuelas deambularon en mundos virtuales por la urgencia de continuar con los procesos de enseñanza-aprendizaje. Y luego, aún con el regreso presencial, se aspiró a la inteligencia artificial en los salones de clase, pero más por saltar procesos educativos y mecanizarlos, que por una mejora real en la educación. La tecnología y el consumismo subordinan a las sociedades y las hacen depender de marcas, modas y aplicaciones, no a liberar y hacer más autónomos a los individuos y, por supuesto, encierra peligros imperceptibles aún para la sobrevivencia de la humanidad y del planeta.
En este cuarto de siglo, recuerda Labastida, irrumpieron también desde el discurso, movimientos contra el racismo, contra la injusticia social; a favor del ambiente, de la inclusión, de la igualdad de géneros, de la defensa de pueblos originarios… Lamentablemente fueron un ingrediente más de apariencia o de guiños hacia acciones “políticamente correctas”, que cambios reales sustantivos. De ese modo, el cambio climático continúa haciendo estragos en el planeta; el asesinato de defensores del territorio cada día aumenta más, en regiones vulnerables del planeta; los clamores en contra de las guerras no son escuchados por gobiernos y países que lucran con la industria militar.
En el ámbito educativo mexicano, César Labastida festeja el parcial abandono de las competencias y la llegada —ya muy tardía —de la interdisciplinaridad, el diálogo de saberes, de la comunidad al centro, el trabajo por proyectos; pero detesta como se ha ido implementando en las escuelas, sin considerar la formación de los docentes ni la voz de todos los integrantes de las comunidades escolares.
El profesor César Labastida redacta, al final de su libreta, como si fuera una carta:
“Así es, querido presidente Lula, este primer cuarto de siglo no pinta bien para la humanidad en muchos aspectos; pero en el ámbito educativo, garabatea con ínfulas digitales, y sólo traza rayones incomprensibles”