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Jueves, Mayo 02, 2024

Encuéntrenme en mi campo de hierba

Hijo de la madre naturaleza

Las margaritas se balancean

y cantan una canción perezosa bajo el sol

Mother nature’s son / Lennon y McCartney

 

El texto de hoy va dirigido a los grandes maestros que me formaron en la Maestría en Educación Ambiental, muy en particular, para Rafael Tonatiuh, quien, al invitarme me abrió puertas insospechadas por mí, en aquel 1994.

Mi formación previa como maestro de primaria, en la Escuela Nacional de Maestros, de secundaria de lo que fue Educación Cívica y Social, en la Escuela Normal Superior de México, más mis estudios de Filosofía en la UNAM, requerían fortalecerse con un posgrado que cubriera las áreas de educación, sociedad o humanidades. Nada más lejano que la educación ambiental, la que, suponía, estaba orientada al campo de las ciencias naturales. Qué equivocado estaba. Cubrí el proceso de selección, aún con cierto escepticismo.

Desde las primeras sesiones, pude darme cuenta de que había caído en un terreno fértil e interesante, pues no solo encajaba con mis intereses y formación previa, sino que, realmente, abría nuevas e inéditas posibilidades de comprender el mundo desde una perspectiva más que necesaria para un profesor, para un profesional de la educación.

En efecto, si bien mi experiencia como maestro siempre fue sostenida por mi convicción, en la lógica de Freire, de que la educación es el camino para liberar a los pueblos. Mi tarea, más allá de estrategias, métodos o programas rectores, era simple: hacer que los chavos pensaran, que criticaran, cuestionaran, dudaran y, en ese trance, cambiaran para bien y aprendieran.

Durante y después de estudiar filosofía, esa visión se fortaleció: no había mejor camino -pensaba, pienso aún- que pensar, ‘estar en el mundo´, esa bella premisa de Heidegger: tener conciencia de la realidad, de uno mismo, y ser, actuar, participar, responsabilizarse cabalmente de los actos propios. En ese trance, no hay manera de evadir las consecuencias de nuestros actos, en ese sentido, aparecemos, aparezco, aparece él, ella: piensa, pienso, se está consciente de la finitud, de la soledad responsable.

Esa esgrima mental, personal; esa traducción de Heidegger a mi realidad y a mi conciencia de ser maestro, obviamente, no la ‘bajaba’ directamente a mis niños y adolescentes, aunque sí, en cierta medida a mis estudiantes de la UPN 096, particular, aunque no exclusivamente, en los cursos de Historia de las Ideas.

¿Qué faltaba? Muchas cosas, seguramente, pero una de las llaves maestras para fortalecer mi formación profesional, mi identidad, ya no sólo personal, sino docente, fue la educación ambiental.

Estudiar la maestría en educación ambiental, en la UPN 095, representó no sólo tener conciencia de ese ‘estar en el mundo’, sino ver y actuar en éste, desde la complejidad; esa que apela a entender el mundo como un ente multifacético en el que los hechos, las acciones, las causas y las responsabilidades han de leerse, significarse y, de ser necesario, reescribirse, desde la comprensión de que la vida, la humanidad, la diversidad de especies vivas, las aberraciones y las proezas de la civilización y de la historia son producto de visiones antropocéntricas, en efecto, y por las que caben, por derivación, los modelos económicos, los procesos sociales, los proyectos civilizatorios, las conquistas, la explotación desmedida de  la naturaleza y de la humanidad: la riqueza de unos cuantos y la pobreza de millones.

Desertificación, cambio climático, migración de especies, vulnerabilidad o desaparición de comunidades de seres vivos, transformación radical de los ecosistemas y tantas cosas más, no son solo el resultado de transformaciones naturales de los entornos físicos: en ello está la humanidad, cuya racionalidad no es, necesariamente, razonable. En ello están los grandes capitales mercantiles, capitalistas, monopólicos. En ello está la visión hegemónica de civilización occidental que se impuso invadiendo territorios, desplazando poblaciones, modificando la naturaleza de los suelos. En ello está la potestad arbitraria sobre los destinos de aguas, bosques, animales y de la propia humanidad, una gran mayoría, que hemos perdido una batalla desigual e injusta.

En esa revisión de los hechos, por supuesto que está en el centro la destrucción de la naturaleza; así, es necesario el estudio de la biología, la geografía y la ecología: pero va más allá: así, es urgente comprender la historia, la economía, la sociología, la psicología social, la educación, la política, la filosofía…

Entender de manera consciente, ‘estar en el mundo’, pues, supone comprender esa complejidad que no es posible advertir a cabalidad, únicamente desde la visión disciplinaria: se requiere pasar a la interdisciplina, al concurso de los diferentes saberes. Ése, es el terreno que posibilita una intervención experta a partir de una misma realidad, de un mismo objeto de estudio.

Pensar otro mundo, no sólo es posible, sino urgente. Las tareas son múltiples. Nuestra labor como educadores deberá servir para que nuestros estudiantes piensen y actúen. Es importante sembrar en cada uno de ellos las semillas de la esperanza, no de la fe ciega y paralizante; de la esperanza sustentada en la comprensión, la actitud personal responsable, la unión comunitaria y responsable, la organización y resistencia social, la aprehensión de que el mundo no tiene dueños, ni ciudadanos o seres vivos subordinados, sino con derechos inalienables. Que todos somos pasajeros temporales en esta gran nave llamada Tierra.

Se han buscado caminos: uno de ellos es la sustentabilidad. Debemos educar para un mundo sustentable, en el que desarrollo no signifique destrucción ni acumulación enferma de poder y capital, sino crecimiento inteligente, ordenado, respetuoso de las distintas formas de vida que nos den sentido, horizonte y futuro.

Como en otros terrenos: democracia, justicia, libertad, equidad de género, paz, derechos humanos, convivencia armónica…la educación ambiental para un mundo sustentable aún no concreta los cambios que quisiéramos ver, vivir. No es una tarea fácil, pero sí posible. Los maestros debemos ir más allá de la simple traducción del currículum educativo oficial, más allá de aplicar estrategias novedosas o de emprender campañas que, en sí mismas, son necesarias, pero insuficientes, si no apelan a la construcción de un pensamiento crítico.

Es tan hermosa la educación ambiental que temas o contenidos aparentemente distantes a su quehacer nos permiten incorporar la reflexión para imbuir en los estudiantes la necesidad de pensar y actuar de otra manera, para resignificar la realidad: pensar, por ejemplo, en una ética ambiental, formar ciudadanos que incorporen al bagaje tradicional de virtudes y valores el aprecio y el cuidado del medio ambiente: responsabilizarse, ‘estar en el mundo’ de una manera más amplia, contundente y significativa. Asimismo, en la lógica de la interdisciplina, resolver problemas matemáticos que tengan que ver con especies, comunidades de seres vivos, incremento del calentamiento global, etcétera. Y lo mismo con la enseñanza de la historia: revisar los hechos y las consecuencias no solo políticas, económicas o sociales, sino en la devastación y miseria que producen las guerras y las invasiones, por ejemplo. Y así en la educación artística, la química y demás.

No tenemos otra vida más que ésta, individual y colectivamente. Nos   corresponde actuar para que nuestra huella no solo sea ecológica, sino acorde a la realidad que estamos viviendo: hacer uso responsable de los recursos actuales sin comprometer los de las generaciones venideras. Estamos a tiempo.

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Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández

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“pálido.deluz”, año 10, número 153, "Número 153. Ciencia y educación. (Junio, 2023)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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