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Jueves, Noviembre 21, 2024

El diseño de todo programa académico responde a una necesidad social, para ello quien lo diseña tiene la agudeza de detectarla, sumada a su pasión intrínseca para poner en juego sus conocimientos y plasmar, bajo los requerimientos institucionales, la pasión que ha movido su preparación por años en el tema que le da sentido a su existencia académica. Como microorganismo virulento, el observador social, contagia a los cercanos y lejanos, mismos que se dejan seducir pues tienen en común la pasión por ese objeto deseado, y que la sociedad pide tener mayor conocimiento sobre ese tópico.

Sin embargo, como en cualquier contagio cada cuerpo reacciona diferente, en el grupo se genera el debate, se tratan de imponer las posturas teóricas propias, se aconsejan mutuamente como aterrizar bien librados de este contagio, recurriendo a todo, desde el conocimiento científico más avanzado hasta simples remedios caseros, para no dejarse vencer por tan poderoso organismo virulento.

Diseñar un programa, te lleva aproximadamente lo que la pandemia de COVID te confinó, porque el contagio en el diseño de programas es muy grave, y los efectos dejan secuelas de por vida, sobre todo para aquellos académicos que tuvieron la osadía de detectar necesidades sociales.

¡Listo! al parecer se logró concretar un documento con todos los requisitos institucionales solicitados, su deseo se hizo realidad, se abrazan entre los miembros del equipo, lograron salir del confinamiento con el producto deseado. Sin embargo, viene la primera muralla, la aceptación por parte de las autoridades en turno, porque ellas dudan que sus académicos sean capaces de generar esa calidad en el diseño de programas educativos, por ello es necesario convocar a la revisión de grupos externos, “expertos en la materia” para que con el microscopio más avanzado del mundo logren detectar las contradicciones, pues no se les permite mirar las congruencias y sobre todo, debe ser imperceptible la pretensión básica de resolver una necesidad social.

Ya pasado este escollo, se celebra con júbilo que el “grupo de expertos” haya detectado “algunos detallitos que corregir”. Atendidos estos últimos, por parte de los diseñadores, ahora sí, listo. Nuevamente suenan las campanas de éxito, el dictamen de pertinencia del programa llega al grupo de soñadores, diciendo entre ellos “lo hemos logrado”, será la expresión al unísono de todos los que conformaron el grupo de diseño.

Agotados por el confinamiento, se vislumbra un peregrinar largo y tortuoso, los trámites administrativos que atender. En ese punto del recorrido surge una pregunta: ¿Por qué para los programas diseñados en las universidades públicas existen tantos obstáculos administrativos y para las privadas es totalmente diferente?, ¿Acaso es una señal de la privatización de la educación superior y de los posgrados? Pero la respuesta entre los miembros del equipo, es: “¡No!” Estamos todavía alucinando por el confinamiento, sigamos caminando; aunque otro miembro del grupo se pregunta: ¿Este agotamiento laboral es debido al gran esfuerzo que se realiza por causa de las terribles condiciones de trabajo? La respuesta es tajante, “no”, sigo alucinando por el confinamiento.

La voz interior del deseo de “resolver una necesidad social” parece quedar lejano, difuso. Sin embargo, siempre existirá la voz que empuja, la voz que alienta a no desistir de que en una población determinada, en un espacio de aprendizaje imaginado, se logre esparcir el conocimiento emanado de tan creativo acto.

La meta está más cerca, la exhibición de tan bella obra artística es anunciada, no importa el cansancio, la alegría de ver en marcha lo imaginado, lo plasmado en un documento y “favorecido” por la autoridad en turno, renueva la energía.

Al pasar de los años, de las necesarias y concebidas readecuaciones, se sigue disfrutando de ver tan bella obra, puesto que la realidad sigue evidenciando la necesidad de ese programa educativo, mismo que año con año se oferta, como necesaria vacuna estacional de refuerzo, pues los conocimientos que emanan de dicho programa, siguen contribuyendo a su resolución.

Permítanme detenerme aquí, y plantear el siguiente cuestionamiento que golpea la razón, ¿acaso en este momento es postergable el entendimiento del cuidado de nuestro único espacio habitable para la humanidad, y qué sólo a través de la educación, esto se puede darse, con una vacuna llamada “Educación Ambiental”? ¿Acaso el corpus teórico emanado de la producción del conocimiento científico, tanto en lo social como en lo natural, que nutre cualquier ámbito disciplinar de conocimiento, no es la vacuna ideal para la especie humana, que enfrenta a una Realidad que hay que comprenderla, que a través de la Ciencia será una forma de poder hacerlo, donde la Tecnología como uno de sus mejores productos, permite a la Sociedad generar un pensamiento crítico que resuelva los múltiples problemas a los que se enfrenta?

De negarnos esa oportunidad, estaremos condenados a una lógica de mercado, donde el poder del dinero imponga su lógica de existencia en este planeta. El papel de algunos individuos que ocupan el más alto poder en las instituciones, es de un pragmatismo irracional, donde solo se cuantifica el número de sujetos que solicitan la aplicación de las vacunas y no cualifican, el efecto que puede tener en cascada. Pongamos un ejemplo, un profesor de secundaria que atiende a 400 estudiantes en promedio, y que solicita cursar un posgrado de su interés, impactará en toda esa población.

La operatividad de todo programa educativo estará sometida a la voluntad dictatorial de la autoridad en turno, su existencia estará sujeta a los avatares del ambiente institucional. Algunos de los que empezaron con mucho ahínco por dar solución a una necesidad social, terminan después de 30 años, sucumbiendo de cansancio por siempre remar contra corriente. Afortunadamente nuevas generaciones seguirán resistiendo y seguirán poniendo en el centro la educación para enfrentar tormentas y vendavales institucionales, mismos que siempre son sorprendentes e impredecibles.

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“pálido.deluz”, año 10, número 153, "Número 153. Ciencia y educación. (Junio, 2023)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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