En una época donde la originalidad parece ser indispensable, resulta interesante reflexionar sobre las características de personalidad en los individuos, ya que aunque muchas defienden que son únicas e irrepetibles, la verdad es que somos el producto de la mezcla de todos aquellos con quienes interactuamos.
Cada persona que se cruza en nuestra vida ya sea de forma presencial o a través de sus obras (libros, canciones, películas, entre otros), provocan un cambio en nosotros, originando que nos modifiquemos constantemente.
Y si esto le pasa a cualquier persona, con más razón sucede en el maestro, quien es en realidad la compilación de sus propias experiencias, expectativas, ideales, errores, imitaciones y aprendizajes.
Las experiencias incluyen sus vivencias como estudiante, cuando interactuó con maestros que dejaron huella en su memoria, ya sea por sus estrategias innovadoras, su carácter amable o justamente por representar todo aquello que nunca deseaban ser. Además, estas experiencias le permiten empatizar con sus alumnos, porque al observar sus rostros durante la clase pueden identificar si realmente están aprendiendo algo o se ha convertido en una sesión monótona y sin sentido, permitiendo que decidan si es necesario hacer un cambio para mejorar la situación.
Sobre las expectativas, estas abarcan desde las propias hasta lo que se espera de los estudiantes ya que, de acuerdo a la temática, el grado escolar y el contexto educativo, hay una idea de lo que se desea conseguir, sin embargo, al no depender únicamente del propio maestro, no siempre se cumplen como esperamos, provocando emociones y sentimientos diversos desde la frustración hasta la felicidad total.
Los ideales están muy ligados a la imitación, porque se conforman por esa imagen de maestro perfecto, cuyo trabajo logra no sólo compartir conocimientos, sino también transformar realidades. Todos construimos un ejemplo a seguir con lo que más nos gustó de los maestros que conocimos en el camino, de las personas que creemos seres humanos valiosos, así como de la lista de requisitos que normativamente deberíamos cumplir. Es curioso que de repente nos encontremos repitiendo las mismas frases de algún conocido o realizando sus mismas expresiones porque las aprehendimos de tal manera que ya forman parte de nuestra propia identidad.
Los errores y los aprendizajes también van de la mano, debido a que cada ciclo escolar, cada grupo, cada clase nos brinda una nueva oportunidad de aprender. Iniciamos con las expectativas, haciendo lo mismo de siempre o innovando con algo que creemos buena idea, para identificar si se convertirá en un error o en un acierto, cuyos resultados tendremos que analizar minuciosamente para identificar los factores que influyeron en ellos, de manera que decidamos si podemos convertirlo en parte de nuestra forma de trabajo o definitivamente omitimos esa práctica para siempre.
En definitiva, cuando un maestro entra por primera vez a un aula o tiene la primera interacción con sus estudiantes, no es sólo una persona la que está ahí presente, sino una invaluable mezcla imperfecta que a cada momento continúa transformándose, ojalá que siempre sea para convertirse en su mejor versión.