Gabriel Humberto García Ayala

Una fría mañana del 16 de enero de 1900, unas lavanderas que enjabonaban sus sábanas descubrieron un bulto que flotaba sobre las aguas del río Adigio, que atraviesa Verona y desemboca en el mar Adriático, en Italia. Como pudieron rescataron el saco que contenía pedazos de un cuerpo humano. Posteriormente se supo que esos restos eran los de Isolina Canuti, una joven desaparecida días antes, sin embargo faltaba su cabeza. Isolina, huérfana de madre, era hija un anciano empleado, Felice Canuti. La joven había tenido una relación con un tal Carlo Trivulzio, un teniente de los Alpini, y perteneciente a una noble familia udinense. Este militar se alojaba en la casa de los Canuti y fue quien habría embarazado a Isolina.

El asesinato de la chica se convirtió en un asunto mediático. Algunos periódicos se volvieron enemigos mortales. Unos querían que el militar fuera inocente; otros, culpable. Entre estos últimos destacó Verona del Popolo, dirigido por el diputado socialista Mario Todeschini, quien sostuvo que el teniente debía ser juzgado, al menos por provocar un aborto. Algunas pistas apuntan a la Trattoria del Chiodo como lugar del crimen, muy frecuentada por oficiales del Ejército Real que celebraban pequeñas fiestas en una sala interna. Según una reconstrucción, un intento de aborto realizado torpemente a Isolina por un soldado con un tenedor habría provocado que la joven muriera desangrada; luego, el cuerpo sería cortado en pedazos para deshacerse de él.

Trivulzio, que niega haber cometido delito alguno, primero es arrestado bajo sospecha de asesinato y luego liberado de prisión.

En noviembre de 1901, frente a la campaña de prensa organizada por Verona del Popolo, Trivulzio demandó al político socialista. En el proceso que siguió fueron llamados a declarar, entre otros, los familiares de Isolina y la matrona contactada inicialmente para practicar el aborto. Un camarero de un café declaró a la Seguridad Pública que había visto a dos hombres llevar una bolsa por por la ribera del río Adigio la noche del crimen. La parte civil, además, presentó testigos que apoyaron los rumores de que Isolina era una mujer ligera y de costumbres de dudosa “decencia”.

La opinión pública se inclinó progresivamente a favor de Trivulzio, que el 31 de diciembre es reconocido como perjudicado. Todeschini es condenado a una indemnización monetaria y a 23 meses de prisión; los principales periódicos interesados ​​en el asunto lo acusaron de querer realizar propaganda antimilitarista explotando un caso criminal, con acusaciones inventadas. De tal manera que en lugar de aclarar el homicidio de Isolina, los tribunales se decantaron por enjuiciar al periodista que se atrevío a poner en duda la honorabilidad del ejército.

Este es un resumen del libro titulado Isolina de Dacia Maraini, a quien le otorgaron la medalla Carlos Fuentes en la pasada FIL de Guadalajara. Es novelista, poeta, dramaturga, ensayista y guionista cinematográfica. Pertenece a la llamada “generación de los años treinta”. Destaca entre las autoras más reconocidas y traducidas de la literatura italiana.

En relación con el caso de la joven asesinada, muchos años después, Maraini va a Verona tras la pista de Isolina. Describe minuciosamente los lugares por los que anduvieron no solamente Isolina, también el resto de los protagonistas de la historia. Pero encuentra que la geografía ha sido alterada por nuevas construcciones. Visita diversos sitios en busca de información sin resultado alguno. Parece que Isolina nunca existió. Como último recurso consulta los periódicos de la época, en donde posiblemente encuentre las crónicas cotidianas de lo que sucedía durante el juicio. Pero no encuentra nada específico de Isolina.

Esto la motiva a escribir: “Hay algo de insensatez en este ensañamiento con el cuerpo de una joven mujer embarazada. Borrar de la vida una vida no es fácil. Algo queda siempre, algo irreductible, algo indestructible que se niega a ser aniquilado”.

A pesar de todo no se desanima. Continúa su peregrinaje siguiendo los pasos de Isolina y de Trivulzio. ¿A dónde iban? ¿Qué hacían? ¿A quién veían? Son preguntas a las que no encuentra respuesta. En su recorrido por la ciudad solamente quedan las construcciones militares. Al respecto señala, asombrada, que “las arquitecturas más perfectas son hijas de tiranos y carniceros: pirámides, templos, obeliscos, iglesias, fuertes, torres, castillos, palacios, munumentos. La belleza va unida a la arrogancia y al despotismo”.

Entonces, la autora de Querido Pier Paolo, encuentra finalmente los documentos procesales. A partir de ellos reconstruye minuciosamente los interrogatorios de cada uno de los indiciados en la Corte de lo Penal. No obstante, al final el asesinato de Isolina queda impune. Nunca se sabrá quién ordenó su muerte. Porque, “¿qué es la vida de una muchachita de una familia oscura, pobre y de dudosa moralidad frente al honor del ejército?”.

Dacia Maraini escribió este libro en 1983, cuando hablar de femincidio no era una costumbre. Desde entonces las cosas no han cambiado. Continúan los feminicidios en todo el mundo: asesinan a las mujeres simplemente por el hecho de serlo. Los feminicidios siguen siendo un hábito, una herencia patriarcal y ancestral. Y sobre todo en donde reinan la impunidad y la indiferencia.