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Martes, Octubre 15, 2024

Así dice una frase que recuerda la hazaña ideológica del gran reformista alemán de la iglesia que cambió la historia del cristianismo. Significa que hay gente que toma alguna cosa y la cambia o destruye radicalmente.

Esa frase es, ya, parte del argot popular y se aplica en muchos ámbitos, incluidos el político y el educativo.

Nuestra educación requiere una cirugía profunda desde hace mucho tiempo. Casi parece que padecemos un rumor que nos impide caminar con rumbo y certeza. Sindicato, oposición, pobreza, autoridad educativa, medios de comunicación, grandes capitales, religión, cultura, nuevas estructuras familiares, enajenación...son tantos los factores que inciden o deciden que no encontramos el rumbo.

Con las elecciones y el resultado de 2018, México abrazó la esperanza: se podían concretar los anhelos esperados y regateados por tanto tiempo por los gobiernos priístas y panistas, particularmente de Miguel de la Madrid en adelante, los famosos neoliberales.

Sin acudir a la lectura marxista, aunque pensando en ella, las estructuras permanecieron y la promesa de desaparecer el neoliberalismo quedó en eso. En efecto, no se puede decretar la muerte de un sistema o sus tendencias, sin transformar la realidad, las condiciones, legislaciones, etcétera, y eso no se logra sentenciándolo.

Se aplicaron políticas compensatorias como las becas a los jóvenes y las de las personas mayores.  Se mantuvo una estabilidad cambiaria ante el dólar y otros elementos que, podría decirse, distanciaban, en lo económico, a este gobierno de la autodenominada Cuarta Transformación, pero en lo sustantivo las cosas, al menos, quedaron igual.

No es este un artículo que vaya al fondo de si, en efecto, esta 4T se encarriló o descarriló. Sólo, como maestro, hablaré de dos o tres asuntos que me parece importante destacar:

 

 Toda nación que aspire al cambio y transformación debe impulsar su educación.

Al respecto, cabe destacar la creación y el impulso a bachilleratos e instituciones de educación superior que dan salida a las legítimas aspiraciones de miles de jóvenes para superar su estatus social y oportunidades en la educación. Es muy pronto para calificar puntualmente sus verdaderos alcances y efectos o ver si sólo sirven para profesionalizar o simplemente certificar sin que ello represente, efectivamente, un cambio en la movilidad social y las oportunidades en el terreno laboral.

Por otra parte, la educación básica y el proyecto de la Nueva Escuela Mexicana, si bien son una oportunidad para gestionar desde la comunidad educativa los cambios necesarios, de acuerdo al contexto y necesidades específicas de cada región y escuela, las estructuras burocráticas persisten desde las direcciones operativas y generales que, en el fondo, inhiben los cambios esperados con disposiciones y requerimientos administrativos que subordinan la tarea pedagógica.

Los salarios del magisterio en ese nivel son tan magros que hacen que las y los profesores se vean en la necesidad de buscar empleos u ocupaciones adicionales para compensar sus bajos ingresos.

La USICAMM no es la solución para determinar quiénes son los mejores docentes ni quienes deben ocupar las plazas. Lo que si mejoró fue que, al menos, las y los maestros no prendan de la espada de Damocles que instauró Peña Nieto y que significaba, en el extremo, ser desplazados arbitrariamente mediante un absurdo rasero del examen estandarizado.

Se faltó a la promesa de que cada estudiante normalista tendría una plaza al terminar su carrera. De no ser así, ¿Para qué la rectoría educativa en educación Normal? ¿De qué sirve ser titulado de escuelas regidas por el Estado con el objetivo de normar la educación? Absurdo.

El presupuesto para las escuelas normales no solo no creció, sino que se llegó a reducir hasta en un 95% respecto al gobierno de Peña Nieto. Eso, de facto, significa validar las políticas neoliberales.

La política no siempre tiene una connotación pública en el mejor sentido: significa, muchas veces, acuerdos con las partes contrarias; alianza con las empresas; recabar el capital necesario para emprender obras y posibilitar la creación del bienestar a través de la generación de empleos: hay que pactar, a veces, hasta con la reacción más retrógrada. Eso se entiende: no hay pureza que permita un tránsito político terso. Pero hay cuestiones que no se pueden explicar. Un ejemplo claro es la designación de Mario Delgado como Secretario de Educación Pública. ¿El mismo personero de Claudio X quien avaló la Reforma educativa de Peña Nieto?

Es cierto que los maestros pedimos por mucho tiempo la designación de una maestra o maestro normalista para dirigir la SEP, y es un hecho, también, que ni Defina Gómez ni Leticia Ramírez nos dejaron bien parados. Hay cientos, miles, de normalistas mejor preparados cuya visión podría haber traducido la esencia de la Nueva Escuela Mexicana de mejor manera, a pesar de los obstáculos estructurales e inercias laborales y burocráticas. No pudimos mostrarnos, acaso, más bien, nos exhibimos.

Pero Mario Delgado es un personaje arribista que, de ser el delfín de Marcelo Ebrard pasa ahora a ser quien dirija la secretaria más importante, si pensamos que la educación es un patrimonio del pueblo y la verdadera llave para acceder a mejores realidades.

Estaremos atentos como ciudadanos y maestros para ver qué rumbo toma la educación en México. Ojalá yo esté equivocado.

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“pálido.deluz”, año 11, número 169, "Número 169. Vanguardias artísticas y educación. (Octubre, 2024)", es una publicación mensual digital editada por Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, Ciudad de México, C.P. 11420, Tel. (55) 5341-1097, https://palido.deluz.com.mx/ Editor responsable Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández. ISSN 2594-0597. Responsables de la última actualización de éste número Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán y Armando Meixueiro Hernández, calle Nextitla 32, Col. Popotla, Delegación Miguel Hidalgo, CDMX, C.P. 11420, fecha de la última modificación agosto 2020
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